Las elecciones de Izquierda Unida
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Las elecciones de Izquierda Unida le han dado el triunfo al Fral. La coalición sustentada por el partido comunista ganó la candidatura a presidente y las que corresponden a los candidatos a primer diputado nacional en 19 de los 24 distritos electorales. Con excepción de Rosario y de algunos partidos del gran Buenos Aires, la mayoría de las principales ciudades tendrán como candidatos a primer concejal a representantes del Fral. Lo mismo ocurre con la inmensa mayoría de los candidatos a senadores o a diputados provinciales. A pesar de que la diferencia de votos a favor del Fral no llegó a los ocho mil, Izquierda Unida ha quedado conformada como una lista del Fral, y más precisamente del PC, a la que se incorporan algunos representantes del Mas. Una semana antes del “gordo”, los stalinistas habían logrado sacar una verdadera lotería política.
Es que a nadie se le escapa que el partido comunista se encuentra en una enorme crisis, que en algunos casos bordea la desintegración. Los dirigentes del PC lo reconocen sin ningún reparo y muchas veces aparecen como los más empeñados en destacarlo. Haber ganado en estas condiciones la “interna” de Izquierda Unida es un verdadero “batacazo”. Para el Mas, que pretendía rubricar con esta elección su pretensión de ser el “principal” partido de la izquierda, los resultados son una catástrofe. Ahora tiene que ir a las elecciones nacionales a reforzar la supremacía política de los stalinistas. La dirección de la campaña electoral ha quedado en manos de los que firmaron el “acta democrática” de Semana Santa y de los que plantearon, primeros, el voto a Menem en el Colegio Electoral. La tentativa del Mas de privilegiar las candidaturas sobre el programa, se ha vuelto completamente en su contra. Los candidatos consagrados por las “internas” de IU responden fielmente al programa de ésta, de modo que ahora el Mas deberá hacer campaña como furgón de cola de una política democratizante.
La razón por la que ha ganado el partido comunista es que consiguió atraer a todo el elemento periférico, pasivo, no militante y pequeño burgués de la izquierda; a toda la gama de burgueses que constituye desde hace mucho tiempo la clientela del stalinismo; y a los amigos del PC en el peronismo renovador. Esto significa también que lo ha votado el expulsado bloque iscarista, lo cual demuestra que las diferencias de principios entre unos y otros no son demasiado abismales. Se ha dado el caso interesante de que en la provincia de Tucumán, por ejemplo, la lista del Fral obtuvo en estas “internas” más votos que en las últimas elecciones nacionales, las cuales —recordémoslo—son obligatorias. La “mano de Dios” ha hecho también de las suyas en esta provincia, que es una en donde la crisis del PC es más aguda. El caso del Catamarca es también característico, esto porque hace tres meses el Mas ganó una asamblea de IU y ahora perdió abrumadoramente la elección; los elementos pasivos y los de otras tiendas políticas se movilizaron por el Fral. En definitiva, ha ocurrido lo que es clásico en el “participacionismo” de tipo electoral: el activismo fue superado por los elementos menos activos y más despolitizados.
La explicación de los resultados no se agota, por supuesto, en lo dicho. A través de Izquierda Unida el Mas le volvió a dar al stalinismo un pasaporte de “revolucionario”. Es decir que las elecciones se desenvolvieron en un marco de confusión política, como no podía ser de otra manera, ya que había un acuerdo completo sobre el programa y sobre la metodología. Una parte importante del activismo, que tiene sus propias críticas al Mas por carnerear repetidos paros, y una parte de la juventud que hace sus primeras armas políticas, fueron víctimas de esta situación.
Se ha repetido lo ocurrido en 1985. En aquella oportunidad, el PC se encontraba ante una crisis fabulosa, que fue potenciada por la formación del frente entre el Mas y el PO. El PC salió transitoriamente de aquella crisis y pudo manejarla durablemente en el tiempo merced a que logró del Mas la ruptura del frente con el Partido Obrero y la formación del Frepu. Entonces como ahora el Mas salió al rescate de un partido democratizante aniquilado, con la justificación de que ello podría brindarle un mayor rédito electoral. Los “campeones” de la maniobra han terminado víctimas de la “maniobra”. En 1985 fueron de “furgón de cola” de los candidatos impuestos por el PC, como Villaflor, y ahora irán como “furgón de cola” de los candidatos que el PC “supo hacer elegir”.
Sería un craso error reducir el revés sufrido por el Mas a un “error de cálculo”. En ambas ocasiones, en 1985 y ahora, la maniobra electoral fue la vía que vehiculizó la estrategia democratizante del Mas, desenmascarando así su intento de conciliar su programa pretendidamente revolucionario con su táctica “realista”. Si el Mas hubiera ganado la “interna” la diferencia con lo que acaba de ocurrir hubiera sido sólo de forma, pues Zamora hubiera tenido que acomodarse a los planteos del PC para no romper la IU, como ahora el PC lo hará, hasta un cierto punto, con el Mas.
La lotería que se sacó el Fral no tiene, sin embargo, la entidad suficiente para superar la crisis del partido comunista, la cual tiene características históricas y alcances internacionales.
Puede servir para “tirar por un tiempo” y para retrasar la evolución de algunos elementos de la izquierda. La victoria de los candidatos del Fral ha dado lugar a una coalición políticamente débil, que conjuga la crisis de todos sus componentes.
La caracterización que la dirección del Mas ha hecho de los resultados está reflejada en la afirmación del diario “Página 12”: Zamora tiene más posibilidades que los candidatos del Fral de salir diputado. La dirección del Mas va a presentar la situación desde este ángulo. No importa aparecer como fuerza de apoyo del Fral democratizante y antirrevolucionario, lo que importa es quién llega al parlamento. La solución al “traspié” sufrido en la interna es aplicar la misma línea que condujo a ese “traspié”, es decir, desarrollar la maniobra electoral que permita obtener una banca al margen del contenido del proceso político. El conjunto del Mas es ahora sacrificado, no ya a una campaña electoral nacional, sino a una única y exclusiva banca parlamentaria. El éxito de esta estrecha “operación” depende de que no vuelvan a faltar algunos miles de votos.
El desenlace de la “interna” de IU pone de relieve el carácter criminal de la política de la dirección del Mas cuando rechazó un frente único con el PO para abrir la discusión con el PC, superar el programa democratizante, realizar un proceso de asambleas y un congreso de trabajadores, rechazar el acta del voto de Menem, plebiscitarlo en última instancia, y luchar en conjunto por un frente de características revolucionarias. La exclusión del PO del proceso político de discusión y el bloque sin principios del Mas con el PC, ejemplifican la política derechista del Mas.
La dirección del Mas ha perdido la “interna” de IU en su propia ley. Ahora que Viñas acaba de decir que llevaría a la garcettista Mary Sánchez como secretaria de Educación en caso de ganar la intendencia de Capital, está claro cómo están los tantos. La dirección del Mas tendrá que tomarse la cicuta hasta el final, y eso es lo que deja transpirar su caracterización de que lo fundamental es que ha sido asegurada la candidatura de Zamora por Buenos Aires.
Los militantes y simpatizantes del Mas no están obligados, sin embargo, a seguir el curso antirrevolucionario que les vuelve a trazar la dirección. Deben exigir la apertura de un debate sin restricciones, que culmine en un voto de todo su partido. El Partido Obrero los llama a intervenir en las asambleas para formar el frente de trabajadores y a luchar por un programa y un partido verdaderamente revolucionarios.
Néstor Vicente, candidato
La nominación de Néstor Vicente como candidato a presidente por Izquierda Unida, consagra el éxito de un hombre que ha hecho gala en su vida política del don de la ubicuidad. La prensa en general lo ha “gastado” más de una vez por su cambiante itinerario. Un periodista extranjero llegó a asombrarse de encontrar a Vicente en un partido diferente cada vez que venía a Argentina. Pasó por el partido Popular Cristiano, el Frejuli, la Democracia Cristiana, el Partido Intransigente y ahora el Fral, siempre en calidad de víctima bien ubicada de todas las ilusiones políticas de la pequeña burguesía. Semejantes fracasos no quebraron, sin embargo, la ilusión de Vicente en sí mismo, ni tampoco su carrera política. Vicente ha sabido convertir los fracasos colectivos en éxitos personales, y explotar en beneficio propio todas las esperanzas populares. A principios de 1988 fue el primero en abogar por un frente que incluyera a las llamadas “personalidades Independientes”, pensando por sobre todo en su propia candidatura. Una vez dijo que no había sido él quien había cambiado, sino que lo habían hecho los partidos por los que pasó. Esta afirmación es un elogio a la ceguera política y la justificación de los virajes más arbitrarios. La política es entonces para Vicente una lotería, donde el negocio obviamente es sacarse el número adecuado en cada sorteo. Se puede suponer que, de cualquier manera, la trayectoria de Vicente probaría su enorme independencia personal. Bien mirada, la cosa es al revés. Vicente ha servido siempre a los proyectos de aparatos sólidamente estructurados e históricamente contrarrevolucionarios. Hoy es simplemente la pantalla del aparato stalinista en crisis, como en el pasado lo fue del clero. No se debe olvidar nunca que Vicente no financia él mismo su carísima campaña política ni tampoco lo hace el pequeño Idepo, sino que acepta sin remordimientos cristianos los centenares de miles de australes que pone la dirección del partido comunista. Digamos en defensa del flamante candidato de Izquierda Unida (si se puede hablar en estos términos) que Vicente no constituye una excepción; Seregni en Uruguay o Barrantes en Perú tampoco representan a ninguna organización popular, fueron ungidos a la condición de presidentes frentistas por el aparato stalinista, que siempre ha buscado cargar en personas ligadas al campo burgués la tarea de disimular la política contrarrevolucionaria de sus partidos.
Pero en la descripción de esta trayectoria de Vicente que hacen inclusive sus más ácidos adversarios, hay una laguna. Una laguna típica, digamos. Nos referimos a la dictadura militar, un período que Vicente preferiría que no le fuera recordado, como tampoco lo desean el PC o para el caso el Mas —el primer y único partido, este último, que planteó la amnistía en 1981 y que denunció la falta de esta reivindicación como una limitación insalvable del movimiento de Madres de Plaza de Mayo.
El planteo de Vicente frente a la dictadura militar fue rescatado, al menos en parte, por un libro de “El Cid Editor” de diciembre de 1981, (“El ocaso del Proceso”) donde el actual candidato de I.U. contribuye con un trabajo que lleva por título el “Fracaso definitivo de la hegemonía militar”.
El comienzo del trabajo de Vicente es antológico: “No es un fracaso más, dice. No debería serlo. Es el fracaso definitivo de la hegemonía militar en la Argentina. Un fracaso que duele en la carne de cada argentino…” Con semejante arranque se explica muy bien porqué los Fava, los Nadra y los Echegaray, todos ellos viejos aduladores del régimen militar, escogieron a Vicente como candidato.
Para disipar cualquier malentendido, Vicente aclara que su afirmación “no implica… antimilitarismo ni omisión del lugar que le corresponde a las fuerzas armadas en la vida política del país”. Es decir, que, en 1981, con treinta mil desaparecidos, Vicente tenía un lugar para las fuerzas armadas en el Estado nacional.
Cuando Vicente escribía este texto, el general Viola hacía varios meses que estaba en el gobierno, sin saber que le faltaban pocas semanas para dejar de estarlo. Viola aparecía como el abanderado de la ‘transición democrática”, de la ya gastada “institucionalización”. Los Balbines y los Alfonsinas se enfervorizaron entonces imaginando las elecciones… para 1984. Néstor Vicente exaltó también esta posición favorable a otros cuatro años de dictadura, conservando su imaginación al nivel del político común de la época. Decía entonces: “es indispensable para gestar condiciones favorables a una salida política del actual proceso asumir en su trascendente dimensión el tema de los derechos humanos”. El futuro candidato de los derechos humanos los encomienda ni más ni menos que a la dictadura.
“Es necesario al respecto un cambio de actitud del poder militar sobre el tema”, afirmaba el hombre que por esos tiempos superaba la treintena. “Debe asumir ese poder que no puede considerarse ajeno a la gestación del fenómeno subversivo”. Vicenta usaba el lenguaje de los genocidas para designar al movimiento que una parte de la juventud del 70 entendía como protagonista de la liberación nacional. Cuando hoy el Fral llama a reconstituir aquel fenómeno político nacionalista, las palabras de Vicente (como lo fueron las de Nadra, Fava, o Arnedo Alvarez, por otra parte) resuenan fuertes como expresión de la impostura tanto de antes como de ahora.
Vicente reivindicaba por esa época el documento episcopal de mayo de 1981, al que atribuía una preocupación “casi excluyante (del) tema de la persona y su dignidad”. Lo apoyaba también en la afirmación de que “la violencia guerrillera enlutó a la Patria”, con la salvedad mucho más restringida de que “la represión Ilegítima también enlutó a la Patria”. Exponía así la tesis de los “dos demonios” y el punto de vista de que la “subversión” debe ser combatida con los instrumentos del “estado de derecho”, como sostiene Alfonsín, lo que también incluye, y por sobre todo, a la represión. Vicente hacía suyas, asimismo, otras palabras del texto del clero: “Porque se hace urgente la reconciliación argentina, queremos afirmar que ella se edifica sólo sobre la verdad, la justicia y la libertad, Impregnadas en la misericordia y el amor”. Esta fue la posición del candidato de Izquierda Unida, quien sin embargo no hizo conocer toda la verdad sobre su persona a los electores de la “interna democrática”, ni la hará conocer al electorado en su conjunto. De rigurosa actualidad son igualmente estas palabras de Vicente: “Las Fuerzas Armadas deben asumir que tienen una cuota de responsabilidad en la gestación de este fenómeno subversivo en la Argentina y deben asumir la responsabilidad en el desborde (SIC) represivo con que fue tratado el fenómeno subversivo en Argentina”. El “desborde” verbal de Vicente se emparenta como dos gotas de tinta con la posición de Primatesta, el tutor de von Wernick. Naturalmente que Vicente no planteaba el juicio y castigo a todos los culpables sino el “esclarecimiento de la situación de los desaparecidos”.
Al igual que Balbín, Alfonsín, Bittel y demás políticos de aquel momento, Vicente estaba preocupado (y con razón) por la estabilidad del gobierno de Viola. Entonces se sumó al planteo de “que la sola convocatoria a elecciones de 1984 le daría estabilidad al gobierno de Viola”. Con esto se convirtió en un apoyo potencial directo del régimen militar.
Néstor Vicente no sólo pasó por todos los partidos que ya fueron mencionados sino también por la política de “la convergencia cívico-militar”. El candidato de IU no ha producido, sin embargo, su “autocrítica” como sí pretenden haberla hecho otros que tampoco la hicieron. Pero Vicente difícilmente crea que debe hacer esa autocrítica, porque todo indica que reivindica para sí esa personalidad cambiante que lo caracteriza, que se “actualiza” siempre, como un atributo propio de los que se empeñan en evitar “discursos no creíbles” y producir otros con “Inserción en la sociedad”. Para Vicente, su mayor virtud es la de ser un hombre “que se equivoca”, sin que importe la dimensión, el carácter y la causa de los “errores” No le importa lo que dijo ayer sino lo que dice hoy, es decir que tampoco le interesa lo que dirán mañana. Vicente se presenta como absolutamente circunstancial, es decir como definitiva e irreversiblemente inconsistente.
Podemos decir entonces que el candidato expresa en forma acabada al Frente que representa. Se comprende que políticos de estas características bloquearan empeñosamente la apertura de una discusión clara y de cara a las masas sobre el programa y las características de un frente de izquierda. Se comprende que rechazaran como un crimen de “leso-oportunismo” la posición de que la función del Frente de izquierda debe ser la de organizar a la vanguardia obrera. La discusión política hubiera desenmascarado las posiciones democratizantes y antirrevolucionarias y hubiera hecho progresar a los militantes y a los activistas. En un ambiente frentista de estas características los candidatos se hubieran reclutado en lugares bien diferentes. Al hacerse cómplice de este proceso el Mas ha revelado su propia naturaleza.
Más que nunca, el voto a Menem
En los últimos días de noviembre tanto el PC como el Mas hicieron una furiosa campaña para desmentir que tuvieran la intención de votar a Menem en el Colegio Electoral. Se llegó poco menos que a decir que la imputación partía de “grupos divisionistas” que eran apoyados por medios de prensa de la “derecha”. Sin embargo, Izquierda Unida no derogó el acta que establece el acuerdo entre el Fral y el Mas de “revisar” el voto por los propios candidatos y hacerlo por Menem, más bien lo ratificó al darlo a publicidad.
Ocurre, sin embargo, que aunque el voto por Menem es una posición común del Fral y del Mas, la iniciativa de fijar esa posición política fue del partido comunista. Este ha dicho claramente en su prensa que “Menem no es lo mismo que Angeloz o Alsogaray”, a pesar de que la declaración política de IU dice exactamente lo contrario. El PC no ha cambiado para nada a través de los años la posición de que para estar con las masas peronistas hay que apoyar a la dirección que las traiciona. El Seguidismo a los políticos patronales y al régimen burgués es un hilo conductor invariable entre el “viejo” PC y el “renovado”.
La victoria del Fral en la “interna” de IU refuerza la posición del voto por Menem en el Colegio Electoral. Muchos militantes del Mas prefirieron ignorar esta cuestión en tanto estaban convencidos de que ganaban las elecciones de designación de los candidatos. Ahora que perdieron no pueden soslayar ya esta cuestión elemental: ¿apoyarán a un frente cuya mayoría es decididamente pro-peronista y partidaria intransigente del voto a Menem?
El triunfo del Fral acentúa las características de Izquierda Unida como segunda lista menemista. Como acontece cada vez que fracasa una maniobra sin principios, la derrota electoral del Mas destapa toda la olla seguidista que caracteriza a Izquierda Unida .
Los militantes del Mas tienen la palabra.
Una campaña de lujo
Lo que todavía no se dijo de Izquierda Unida
Durante las dos primeras semanas de diciembre, el Fral y el Mas demostraron que son lo que se llama partidos “modernos”. Las ciudades se engalanaron con una profusión de afiches impresionante para divulgar la imagen de los diversos candidatos. A medida que se acercaba el incierto domingo 18, las radios comenzaron a propalar los “spots” del Fral y del Mas. La publicidad se extendió rápidamente a la televisión. Era una “primaria” a la americana en serio; los candidatos se vendían, como una vez dijo Daniel Ortega, como desodorantes.
Ni el Fral ni el Mas han dicho hasta ahora de dónde ha salido toda esta cantidad de dinero. Sus campañas electorales tuvieron todas las características de las de los partidos patronales. Retrospectivamente, se llega a la conclusión que ningún otro partido de izquierda que hubiera participado en la “interna” de I.U. hubiera podido bancarse semejante competencia. La “caja” determinaba de antemano los resultados electorales. La crisis partidaria, la caída del número de militantes, la pérdida de posiciones sindicales, todo podía subsanarse a la hora del “frente” con un buen presupuesto. I.U. no tomó la medida elemental de establecer un fondo común a ser repartido igualitariamente para la publicidad comercial.
Esta coalición debutó con una rigurosa diferenciación clasista: los mejor banca-dos tenían mayores posibilidades de ganar. Las contribuciones de la pequeña burguesía y de la burguesía determinaban privilegiadamente las características del frente en materia de candidatos. Es indudable que los candidatos y el programa debían corresponder, anticipadamente, a la naturaleza de la “interna” electoral.
Izquierda Unida transpira por todos sus poros el carácter de un frente motorizado por los aparatos extraños a las masas y la pequeña burguesía acomodada, donde el proletariado es simplemente un furgón de cola.