Políticas

18/6/1998|589

Las elecciones están muy lejos

Es frecuente escuchar decir que la campaña electoral se ha adelantado en más de un año. ¿Es esto realmente así?


Se trata más bien de una mirada complaciente de la realidad. No estamos asistiendo a una campaña electoral sino a un furioso proceso de canibalismo político, que afecta tanto al peronismo como a la Alianza. Para que comience la campaña electoral, primero habrá que superar esta situación, si es que eso es posible. Incluso habrá de depender de cómo se resuelva, que la campaña electoral tenga un carácter u otro. Una nueva polarización entre el PJ y la Alianza sería la variante más optimista para los defensores de la realidad actual del país, pero no pueden descartarse divisiones que segmenten la polarización en cuatro o cinco rivales. La base de ese canibalismo es el agotamiento del menemismo como fenómeno popular y hasta como fenómeno político. La crisis económica internacional no solamente ha puesto al desnudo las limitaciones de las privatizaciones ‘neo-liberales’, también ha provocado entre ellas una fuerte bancarrota, porque no se pueden pagar las deudas en que se ha incurrido para financiarlas. Varios pulpos argentinos han debido renunciar a obtener capitales de la bolsa y de los mercados internacionales; en poco tiempo más no obtendrán tampoco la posibilidad de refinanciar los vencimientos de sus deudas. Desde todos los rincones se ha comenzado a denunciar el “inmovilismo” o “piloto automático” de Roque Fernández.


El derrumbe del menemismo ha comenzado a afectar a la Alianza de dos maneras. Por un lado, si quiere llegar al gobierno como una fuerza ‘del orden’, la Alianza tiene que esforzarse por defender la estabilidad del gobierno menemista hasta diciembre del 99. Esto explica su apoyo a la campaña para que Videla sea declarado inimputable y su reforzado silencio ante la inminencia de un derrumbe económico con origen en la crisis internacional. Es decir que la Alianza tiene un pacto estructural con Menem, lo que cada vez más la desvirtúa como una oposición popular. Más incluso que el propio Menem, los aliancistas están ejecutando en las provincias que gobiernan, en la capital y en la Universidad, la reforma educativa del Banco Mundial.


Por otro lado, el acecho de la crisis económica internacional ha paralizado a la Alianza, que no tiene otra política que la defensa a rajatablas de la convertibilidad. Pero la convertibilidad es la principal víctima en la presente crisis mundial, con su tanda de devaluaciones. En estas circunstancias, los aliancistas no pueden ponerse de acuerdo en un programa, y con toda razón. La interna para la que se preparan para seleccionar al candidato a presidente o presidenta, se ha transformado como consecuencia de ello en un juego de gallo ciego. Nadie sabe lo que pasará con esa interna y menos todavía con lo que resulte de ella. Hasta ahora ha servido para ilustrar los negociados en la capital; los ‘hobbys’ estudiantiles de los hijos del alcalde; el apoyo de De la Rua y de Alfonsin al yabranista Angeloz; y los incesantes acuerdos del Frepaso con los ‘hijos del proceso’ en Salta, La Rioja, Catamarca y Capital.


Lo más explosivo es, con todo, la crisis del peronismo. Se tuvo que suspender el congreso del PJ para evitar que los delegados se mataran en el recinto. Pero esto le sirvió a Menem para ‘patear’ para abril del 99 la elección del candidato peronista. Menem puede así continuar con sus maniobras re-reeleccionistas y Duhalde ha vuelto a quedar relegado de su pretendida ‘candidatura natural’ por el peronismo.


Este último recule de Duhalde es lo más próximo a lo que el bonaerense podía haber protagonizado como una capitulación. Está claro que el núcleo de intereses privatistas que maneja a Menem, comandado por el Citibank, Exxel, Moneta, Merril Lynch, etc. no está dispuesto a dejar que el sucesor de Menem no sea del redil menemista. Si Duhalde quiere ser candidato debería romper abiertamente con Menem, es decir, hacerlo en forma programática, denunciando al menemismo como una camarilla al servicio del capital financiero de manejo internacional. Pero Duhalde tambien quiere ser, como la Alianza, candidato de la ‘gobernabilidad’, por lo que no puede denunciar a Menem ni siquiera en forma demagógica.


En la medida en que se van concretando las amenazas que parten de la crisis mundial (Argentina es parte objetiva y subjetiva de esta crisis), las posibilidades de división en el peronismo y en la Alianza se acentúan. Pero tambien afectan la posibilidad de Menem de completar su mandato, porque un derrumbe de la convertibilidad lo obligaría a anticipar la convocatoria electoral.


Es necesario que los militantes y organizaciones obreras y de izquierda clasista se hagan de una radical comprensión de la situación política, la cual apunta a una gigantesca impasse, acompañada por un agravamiento de la crisis social. No hay salida para ningún lado en el marco de los partidos y programas oficiales, incluso de aquellos que se reivindican policlasistas. Es necesario romper con los partidos patronales y con los frentes meramente democratizantes. Es necesario unir los movimientos reivindicativos y políticos de la clase obrera en un frente independiente.


El momento histórico plantea la rápida construcción de un partido obrero.