Las enseñanzas de Neuquén
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Los datos de las elecciones en la capital de Neuquén dejan la impresión de que nada ha ocurrido en Argentina a partir de la gigantesca bancarrota social y la rebelión popular de fines del 2001, y de las extraordinarias movilizaciones del 2002.
Dos grandes bloques patronales se llevaron casi el 85% de los votos. Para peor, el “voto bronca” desapareció de los registros. La “alternativa” Carrió no despegó del piso y el conjunto de la izquierda anduvo por el 5% de los sufragios (ver cuadro). Los que suponían un levantamiento popular de la mano del “voto nulo” le erraron fiero: el boicot electoral sólo se produjo a muchos kilómetros de Neuquén, en Catamarca, por decisión de una fracción gangsteril de la burguesía.
Tomar las elecciones de la capital neuquina como núcleo de un análisis electoral representativo de las tendencias de conjunto de Argentina, no es, de ningún modo, un procedimiento equivocado. Neuquén ha sido el escenario de una intensa movilización política y social, que registra la experiencia de la ocupación de Zanón y un importante movimiento piquetero. Hace muy poco, en otra localidad de la provincia, en Centenario, hubo una rebelión que cristalizó en una Asamblea Popular contra las autoridades corrompidas del municipio. En este terreno provincial bastante abonado por la crisis y las tendencias revolucionarias, la burguesía ha dado una muestra de supervivencia política.
Aunque no es la primera vez que gana una elección, el intendente “Pechi” Quiroga lo hizo esta vez encabezando una coalición entre lo que queda de la Ucr, el radical-liberalismo de López Murphy y el PJ de Duhalde (con listas diferentes para concejales). Se trata de una coalición inusitada para la tradición política argentina, que de un lado refleja la extraordinaria disgregación de los partidos tradicionales y del otro el reagrupamiento de fuerzas dentro de la burguesía luego de la devaluación. Enfrente de Quiroga estaban Sobisch y Menem, unidos en la oposición a la pesificación. La burocracia del sindicalismo peronista se dividió dentro de estas mismas líneas, pero lo más interesante fue el apoyo de hecho otorgado por la Cta a Quiroga. El bloque Recrear-Ucr-Pj oficial-Cta se presentó como el gran dique “popular” que debía contener un avance del menemismo y de los agentes de Repsol. La amenaza del menemismo sirvió para llevar al electorado al otro campo de la política capitalista.
En la elección neuquina se registró, entonces, lo que podría llegar a repetirse en la segunda vuelta de la elección nacional del 27 de abril. “Todo el mundo”, no solamente la Cta, la Ftv y la Ccc sino también Carrió y López Murphy, le “saldría al paso” a Menem en caso de que éste llegara al ballotage.
Pero la capacidad del frente de Quiroga para atraer a la mayor parte del pueblo en una confrontación con el menemismo y Sobisch (ambos agentes directos de Repsol) está relacionada relativamente con la división de conjunto de la centroizquierda, de la izquierda y de direcciones como la de la Cta, en el caso de esta última apoyando a Quiroga. En Argentina, la profundidad alcanzada por la crisis revolucionaria ha impedido el surgimiento de una tercera fuerza centroizquierdista capaz de canalizar el ascenso popular al estilo de lo ocurrido en Brasil, Ecuador y, próximamente, Uruguay. Pero en Argentina existe, por otro lado, un considerable esfuerzo para impedir que se forme un polo revolucionario, como lo demuestra el ataque sistemático contra el movimiento piquetero. La incapacidad de la centroizquierda y la fuerte diferenciación política que provoca el movimiento revolucionario explican que Kirchner y Carrió, por ejemplo, hayan escogido a un menemista y a un conservador, respectivamente, como compañeros de fórmula. El desvergonzado faccionalismo de Izquierda Unida contra el Partido Obrero frente a la posibilidad de un frente de izquierda también traduce, muy claramente, la diferenciación aguda que la crisis del capitalismo provoca en el campo de la izquierda. La izquierda democratizante, en este caso representada por el Pts, logró impedir que la experiencia de Zanón se tradujera al campo político, con el afán de confinarla cada vez más a una experiencia “exitosa” de autogestión empresarial. Lo que se presenta como una dispersión electoral es la cara negativa del fenómeno de diferenciación política, que responde a una divergencia estratégica sobre la revolución argentina.
La burguesía ha dado una muestra de supervivencia pero no ha resuelto ningún problema. Por este mismo motivo, la crisis revolucionaria deberá acentuarse con el tiempo, y con esta acentuación se hará el reparto definitivo de cartas sobre el futuro argentino.