Políticas

30/3/2006|939

Las Madres “contenidas”


Tras la culminación del impresionante acto antigubernamental del pasado 24 de Marzo, el kirchnerismo mana abundante sangre por la herida. Por supuesto que hablamos de una herida en el sentido político, porque las únicas heridas físicas, corporales y que afectan la integridad psíquica y moral de las personas, las sufren los valientes petroleros santacruceños y los luchadores sociales que en todo el país, desde San Pedro a Las Heras, desde Gualeguaychú a San Juan, son víctimas de la represión del kirchnerismo.


 


Pese a esmerarse en su demagogia izquierdizante, llevando a la propia Hebe de Bonafini a los mismísimos salones del Colegio Militar, la gente está muy lejos de tragarse el verso oficial. Durante años vimos a Hebe despotricar contra los familiares que cobraban indemnizaciones arrancadas con la lucha, por ser víctimas también ellos del terrorismo de Estado. Se erigía como jueza moral de la Nación, acusándolos de “traicionar” la sangre de los desaparecidos, es decir, de sus propios seres queridos inmolados en el altar de la represión dictatorial, pese a que seguían —y siguen— reivindicando el juicio y castigo a los culpables. Paralelamente, sin embargo, Hebe creaba su propia Fundación Madres de Plaza de Mayo que, como toda fundación bajo el capitalismo, tiene como objetivo prioritario ser el receptáculo de ayudas y subsidios diversos. ¿Qué dirá Hebe ahora, cuya Fundación, que siempre recibió apoyos de ONGs europeas —entre otras—, junto con su universidad, parecen gozar de muy buena salud económica? ¿Estará recibiendo también subsidios oficiales? Eso es lo que parece, por lo que se desprende de una nota de Julio Blanck en Clarín (26/3), quien sostiene que ahora Hebe se siente “contenida” en el sistema.


 


¿Pero, por qué se siente ahora “contenida”? ¿Acaso hubo un cambio de sistema, Hebe? ¿O esta es la revolución de la que vos hablabas en tus encendidos discursos de otrora, en Plaza de Mayo? Si esto es así, ¡qué revolución devaluada proponías! ¡Una revolución que cumple con las aspiraciones de la misma clase social —la burguesía nacional— que perpetró el golpe cívico-militar del 24 de marzo de 1976!


 


Recuerdo que, en su momento, Cata Guagnini había deslizado el comentario crítico acerca de que una fundación implicaba el intento de cristalizar un movimiento de lucha que, como todo movimiento de lucha, o en algún momento se plasma en algo políticamente superador, es decir, en una organización más abarcativa, con un programa general y una perspectiva histórica, o fatalmente se traduce en una cooptación de dicho movimiento por el sistema imperante.


 


Yo pensaba en ese momento que la de Cata era una crítica extremista, y que Hebe, de algún modo, buscaba un recurso para sostener su denodada lucha contra la impunidad. La nota de Julio Blanck me da la pauta de cuánta perspicacia política, de cuánta razón tenía Cata, y cómo me dejaba llevar yo por mi propio impresionismo.


 


Pero Hebe, por supuesto, no es la única. En el otro rincón (porque, según Julio Blanck, están peleadas entre ellas, aunque el kirchnerismo —que “obra milagros” como acrecentar la brecha social entre ricos y pobres en plena reactivación— probablemente las reconcilie), se encuentra la señora de Carlotto. Cuando uno la escucha, no puede dejar de ver a una funcionaria oficial que se escuda en su rol de Abuela… ¡Si hasta salió a hacer “lobby” —ante Telerman— por Gabriela Alegre, ¡la ex secretaria de Derechos Humanos de Ibarra! ¡No pudo salvarlo a Ibarra, tampoco la pudo salvar a Gabriela Alegre… y supone ahora que va a “salvar” la política de entrega y represión de Kirchner! En este punto, una vez más, debemos rendirle tributo a la memoria de Cata.


 


“Ni reír ni llorar, comprender”, decía Baruj Spinoza. Comprendamos, entonces, sin enjugarnos las lágrimas por estas lamentables deserciones.


 


Sí podemos guardar un poco de ironía con el patético ministro del Interior —el mismo que, a cuenta de las compañías petroleras, mandó a la Gendarmería a reprimir a los petroleros de Santa Cruz—, quien pretendió demonizar a la izquierda tildándola de “siniestra”.


 


Pero el kirchnerismo es la derecha “aggiornada”, adaptada a las circunstancias del post Argentinazo. No existe el sujeto de izquierda cualitativamente de derecha, porque el sujeto es lo que hace, y no una supuesta esencia “ideológica”. Y en las relaciones económicas y sociales, en el manejo del Tesoro y en la política exterior, no cabe ninguna duda: Kirchner y su gabinete son muy… “diestros”.