Políticas

18/3/2021

Crisis económica

Leliq: una bomba de tiempo de 3 billones de pesos que el gobierno retroalimenta

En el año, el Banco Central ya pagó a los bancos 200.000 millones de pesos en intereses.

La estabilidad cambiaria que se jacta haber alcanzado el gobierno, tras la fuerte corrida del año pasado, no solo es precaria sino que tiene un costo enorme que no podrá sostenerse en el tiempo, y de hecho replantea el problema hacia adelante de manera agravada. Dentro de ello se cuenta la bola de nieve de Leliq y pases pasivos, es decir plata que los bancos privados prestan al Banco Central a cambio de una tasa del 38% anual, que ya supera los 3 billones de pesos. En lo que va del año, el gobierno ya pagó en intereses unos 200.000 millones de pesos a la banca.

La cuestión ilustra que esta pax cambiaria es usuraria. El gobierno mantiene altas las tasas de interés que paga a los bancos para absorber pesos (sacarlos de circulación), en función de evitar una estampida hacia el dólar que aumente la presión devaluatoria y para aminorar la aceleración inflacionaria. Se crea así una bicicleta financiera en la que buena parte de los intereses son reinvertidos, por lo que se genera un efecto bola de nieve que crece ininterrumpidamente. Los pasivos remunerados del Banco Central se duplicaron en 2020, y este pagó 700.000 millones de pesos en intereses -casi tres veces lo que se destinó en total para el IFE. Los balances de la banca privada plasman que casi la mitad de sus ingresos financieros del año pasado se debió a este negocio con las Leliq y pases, lo que le permitió mantener siderales ganancias en medio de la crisis económica.

Precisamente por los intereses que se pagan por sacar los pesos de circulación, al final de camino se terminan volcando más pesos aún. En los niveles actuales, se calcula que hacia fin de año los pagos por intereses de estos instrumentos habrán sumado la friolera de un billón de pesos (para dimensionar, eso es bastante más que la sumatoria de las partidas de Salud y Educación del Presupuesto 2021). Si se suman esos intereses a las necesidades de emisión monetaria para cubrir el déficit fiscal y a los pesos que se van a gastar en la compra de dólares para las reservas, se volcarían unos 3 billones de pesos, más que la totalidad de la base monetaria en circulación. Las posibilidades de otra corrida cambiaria están en el orden del día.

La receta “ortodoxa” a la que apela el ministro Martín Guzmán para evitar todo lo posible la emisión de billetes es financiar el déficit fiscal tomando nueva deuda. Hasta ahora lo viene logrando, pero a fuerza de colocar bonos cuyo rendimiento esta indexado a la inflación o al dólar; lo que anula el efecto “positivo” de una eventual devaluación de licuar la deuda en pesos. Se trata de otra bola de nieve, ya que para satisfacer las necesidades financieras del gobierno la nueva deuda tiene que ser mayor a lo que se debe pagar en vencimientos (que para lo que resta del año superan el billón de pesos).

Agreguemos por último que para mantener estable la brecha cambiaria con las cotizaciones paralelas del dólar, el Banco Central vende bonos que después recompra, una operatoria que consumió casi la mitad de las divisas que la entidad monetaria compró en el año. Es lo que explica que a pesar de los altos precios de la soja y de la compra de dólares las reservas netas líquidas sigan en terreno negativo.

Las contradicciones mortales de la política económica del gobierno nos llevan así a un callejón sin salida. Finalmente, la bicicleta financiera del Banco Central con las Leliq y otros instrumentos es una vía usuraria que inició Kicillof cuando era ministro de Cristina Kirchner, llevó también a Macri a la encerrona que culminó en el pacto con el Fondo, y ahora Alberto Fernández no puede resolver. La insistencia por este camino que ya fracasó en el pasado patentiza a un gobierno empantanado. Por lo demás, es lo inverso a lo que prometió en campaña electoral, cuando hablaba de sacarle a los bancos para darle a los jubilados.

La cotización de los bonos recién reestructurados a niveles de default (reflejan un 90% de probabilidades de una nueva cesación de pagos), es otra muestra de que el rumbo oficial de rescate de la deuda lleva al país hacia el abismo. Solo los trabajadores pueden sacar al país de esta encerrona, nacionalizando el sistema financiero en una banca única bajo control obrero y dejando de pagar la deuda usuraria, lo cual sería un puntal para una reorganización económica sobre nuevas bases sociales.

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