Políticas

16/2/1995|438

¿Llega Menem a mayo?

El menemismo ha sorteado en el pasado crisis políticas muy du­ras gracias a los beneficios desco­munales que pudo brindar a los grandes capitalistas.


En julio de 1991, por ejemplo, Menem se salvó de ir preso por causa del Yomagate, debido al alza espectacular en la Bolsa que se había iniciado un poco antes.


En esa ocasión, nuestro perió­dico pronosticó que Menem no cae­ría, precisamente, por estar ase­gurando beneficios extraordina­rios a los grandes capitales.


Con Cavallo ocurrió algo simi­lar. Cuando chocó con el Citibank en enero de 1991, por el plan Bonex; o con la crisis cambiaría del 91 que derribó a Erman González; o con los exportadores, en octubre de 1993, que le reclamaban una devaluación de la moneda. Cavallo “zafó” en la primera ocasión por­que pudo ofrecer una “generosa” renegociación de títulos a los ban­queros; en la segunda, porque pudo apuntalar la convertibilidad con el ingreso de 35.000 millones de dólares en tres años, y en la tercera, con una devaluación del peso de exportación. En todos los casos fue clave el ingreso inusita­do de capital especulativo de corto plazo.


Ahora ningún capitalista pare­ce estar pidiendo la cabeza del go­bierno, y no 'sólo esto, sino que incluso reclaman su reelección. Sin embargo, la crisis es especta­cular, la Bolsa ha caído a los nive­les de principio de gobierno, los capitales se fugan y el crac bancario y la devaluación se perfilan como inevitables. La conciencia política de los capitalistas parece estar retrasada respecto a los acontecimientos. También en 1989 decían que preferían a Angeloz cuando toda la crisis económica de ese año empujaba a favor de la elección de Menem.


Así como muchos gobiernos mi­litares se sientan en la punta de las bayonetas y terminan agujereados, del mismo modo el menemis­mo es el espejismo de la burbuja especulativa de la Bolsa y deberá desinflarse con ella y con la crisis bancaria; lo mismo le espera a Ca­vallo. Las masas populares debe­rán encontrar un eje para su inter­vención ya en el marco del derrum­be del gobierno menemista.


La pregunta es cuándo. Al rit­mo que va la crisis no llega a mayo. En este caso vamos a asistir a la tentativa de un pacto de Olivos redivivo y a un gobierno de coali­ción y, probablemente, a una postergación de las elecciones. Si el ritmo se atenúa, fundamental­mente por razones internaciona­les, el gobierno puede dar la im­presión a la opinión pública de que tiene firme el timón en sus manos, pero luego de las elecciones esto se transformará en un búmeran.


Ninguna intervención política clara de los trabajadores puede dejar de lado esta perspectiva.