Políticas

6/9/2016

Los argentinos trabajan más horas

Una encuesta de un banco suizo revela que entre 2012 y 2015, las horas trabajadas aumentaron el 3,7%.


Contra la creencia generalizada, alimentada por el gobierno y el propio presidente, de que en la Argentina se trabaja poco, los datos oficiales nacionales e internacionales arrojan una conclusión diferente. Una encuesta que hizo el banco suizo UBS entre 72 ciudades del mundo en 2015 estableció que en Buenos Aires se trabajaban 1899 horas por año. El informe anterior del mismo origen, correspondiente a 2012, había establecido un promedio de 1831. Es decir, la jornada laboral de los argentinos que tienen empleo, creció.


Medido en el Informe sobre perspectivas laborales elaborado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) correspondiente al año 2015, la Argentina está tercera en un ranking de 38 países. Le preceden México, con 2246 y Chile, con 1988. El informe no considera a los países asiáticos, un estudio de la OIT cuyo último registro ubicaba a Corea al tope de la tabla, con 2.447 horas por persona al año.


Si a la cifra de 1899 horas se la divide por los días laborables, que suman 220 al año, la jornada laboral de los argentinos que trabajan se aproxima a las 9 horas. Pero la jornada es considerablemente mayor si se contabilizan las horas extras o el trabajo en negro – que supera el 35 %. En este último caso, las jornadas son más extendidas y no hay días de descanso por vacaciones. 


Aun trabajando más horas, la mayoría de los trabajadores argentinos no dispone de más ingresos. El salario es, contra una jornada laboral mayor, entre tres y cinco veces menor que en el llamado Primer Mundo.  


Parasitismo


La extensión de la jornada retrata los límites de la clase capitalista nativa o afincada, agudizada por la crisis capitalista internacional. Prefiere contratar personal en lugar de invertir, aprovechando la baratura de la mano de obra. La tasa de inversión de la clase capitalista no llega al 20 % de lo que produce la economía del país y ni siquiera reemplaza la depreciación de la maquinaria. Esta desinversión lleva décadas y no varió siquiera en el período de crecimiento a “tasas chinas” del gobierno supuestamente nacional y popular. En el momento actual se agudiza frente a una parálisis de inversiones no solo en el país, sino a escala internacional, fruto de la sobreproducción mundial. La perspectiva es aún peor pues la tasa de inversión está en caída, expresando el impasse creado por la crisis internacional y el debate abierto sobre la consistencia del plan económico.


La tendencia en Argentina (y otros países atrasados) es la inversa de los países llamados desarrollados, si se la mide históricamente. Estudios de la OIT revelaron una jornada laboral que pasó en Alemania, por ejemplo, de 1.70l horas en 1983 a 1444 en 2002 y a 1371 en 2015, en este caso según el Informe de la OCDE. Este descenso en las horas trabajadas se produjo en función de un crecimiento de la productividad por persona empleada que, sin embargo, viene en retroceso, fruto de la bancarrota capitalista. El vicepresidente de la Reserva Federal de EEUU, Stanley Fischer, acaba de señalar que el limitadísimo y precario aumento del empleo que se computa en el país “se ha producido sin registrar crecimiento de la economía por desaceleración de la productividad, que registra la peor evolución desde 1979. La baja productividad estaría causada por la caída de inversión, por la reducida y lenta aplicación de algunas nuevas tecnologías y por el fracaso de otras innovaciones” (El Cronista, 2.9.16).


Es decir, estamos en presencia de una tendencia mundial agravada por el parasitismo de una burguesía nacional aplastada por el capital financiero y sin otro horizonte que sobrevivir a cuenta del Estado y la explotación de los trabajadores.  


Desocupación


La Argentina es un caso en el que se combina una jornada laboral promedio de casi 9 horas pero que incluye una masa que trabaja hasta 12 horas, con un elevado número de desempleados. Existe un combo de sobreocupación, salario que no cubre la canasta familiar y desempleo. El reclamo empresarial de bajar los costos laborales, acrecentar la productividad y disminuir el ausentismo como plataforma para un relanzamiento económico es una impostura en toda la línea. Son argumentos falaces para reducir el costo de la fuerza de trabajo y elevar la tasa de beneficio.


El planteo de repartir las horas de trabajo sin afectar el salario es una consigna de sentido común frente a esta extorsión. Como la clase capitalista se opone rabiosamente a este planteo porque ataca sus ganancias e impide el crecimiento de un ejército de desocupados, la clase obrera debe plantear su alternativa. Para que la crisis la paguen los capitalistas.