Políticas

7/12/2011|1206

Los K le impusieron a Scioli su propio jefe de policía

La Policía Federal debió ser retirada de la Villa 1-11-14 cuando sus vínculos con los narcotraficantes que operan allí se volvieron escandalosamente públicos. Oficiales de Gendarmería Nacional fueron detenidos por comerciar marihuana y cocaína en el norte de Salta -en la misma zona donde algunos concejales justicialistas terminaron presos por prestar sus campos para almacenar drogas y construir pistas de aterrizaje clandestinas.

Ahora, el narcotraficante argentino Oscar Evaristo Britez está preso en España, donde lo atraparon mientras se dedicaba a su negocio. Ese caso tiene una particularidad: Britez tendría que estar en el penal de Villa Devoto, donde cumplía una condena de treinta años por robo a mano armada y el asesinato de un policía. La cumplió hasta agosto de 2010, cuando el Servicio Penitenciario lo dejó ir a cambio de un pago de 60 mil dólares.

Como se ve, la corrupción de las fuerzas de seguridad -de todas ellas- se encuentra en estado terminal. Ese fenómeno resulta particularmente visible en la policía bonaerense.

El regreso de Arslanián 

Por lo menos desde febrero de este año se sabía que la Presidenta quería ver al comisario Hugo Matzkin al frente de la Bonaerense en lugar de Juan Carlos Paggi, tal como ahora ha sucedido. Ese cambio de fichas es parte del acorralamiento al que Daniel Scioli y su ministro de Seguridad, Ricardo Casal, se ven sometidos por el gobierno nacional: Matzkin, colaborador íntimo de León Arslanián, le responde a su jefe y a Nilda Garré antes que al gobernador. Así, Scioli verá debilitarse el control territorial que le asegura la policía.

La diputada provincial Cecilia Moreau (UCR) dijo del nuevo nombramiento: “…Matzkin, delfín de León Arslanián, tiene un pasado que hay que revisar”. Esta forma de metamensajes es algo así como: “Mirá que te tengo las costillas contadas, mejor negociemos”.

Si el crimen de la niña Candela Rodríguez selló la suerte de Paggi, no se ve por qué tendría que irle mejor a Matzkin, insultado por los vecinos de Villa Tesei cuando ya eran públicos los vínculos oscuros de la policía con las bandas mixtas y los narcotraficantes que aparecieron involucrados en el caso. No importa: “Huguito” (así lo llaman en la fuerza) tenía la bendición del gran dedo de la Rosada, a pesar de las decenas de mails -procedentes de la interna policial- que denunciaban al ahora jefe por su supuesto manejo de las “cajas recaudadoras” de la Bonaerense. Esos mails indican que las presiones del gobierno nacional para nombrar a Matzkin no obedecen a ningún intento de “depuración”.

El ahora jefe de policía empezó a ascender en la Bonaerense, hace ya muchos años, al amparo del comisario Domingo “Pinocho” Lugos, ladero de confianza del ex jefe Pedro Klodczyk, un emblema del gatillo fácil y la corrupción.

Más tarde, Matzkin logró notoriedad en la investigación del asesinato de José Luis Cabezas, donde trabajó a las órdenes del comisario Víctor Fogelman, aquel que luego -cuando debió declarar en el juicio oral- dijo casi sesenta veces “no me acuerdo”. Fogelman, además, se encuentra actualmente procesado por crímenes cometidos durante la dictadura.

La notoriedad de Matzkin en esos días se debió a que él fue quien introdujo el sistema de escuchas y cruce de llamadas denominado Excalibur. Cuando el Excalibur quedó obsoleto, Matzkin trajo un sistema de última generación: el Vaic. El hombre se transformó en un especialista en materia de espionaje y escuchas. Por eso, La Nación (30/11) dice de él que es “el hombre que sabe demasiado”.

Matzkin estuvo a punto de quedar afuera de la cancha en 2007, cuando tres policías de guardia en una planta trasmisora de la Bonaerense, en las afueras de La Plata, fueron asesinados de manera particularmente brutal. Con insistencia, las redacciones periodísticas se vieron entonces abrumadas por denuncias “off the record”, llegadas desde adentro de la policía, sobre el almacenamiento en esa planta de equipos ilegales de espionaje y escuchas. Matzkin aparecía, así, al frente de una suerte de agencia clandestina de vigilancia dentro de la fuerza.

Cuando Scioli llegó a la gobernación, su primer ministro de Seguridad, Carlos Stomelli, dejó a Matzkin sin destino ni cargo, aunque sin separarlo de la fuerza. “Huguito” aceptó el ostracismo sin chistar.

No fue por demasiado tiempo. El sucesor de Stomelli, Ricardo Casal, lo nombró superintendente de Coordinación Operativa, un puesto clave dentro de la policía.  Ahora, es el hombre de Cristina Kirchner en esa policía.