Los Kirchner, ¿de qué lado están?
Defendamos los procesos nacionales contra el imperialismo
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La situación política de los últimos días se encuentra definida por las crisis de los procesos nacionalistas en América Latina, en particular en Bolivia y Venezuela. En este marco se ubican también la provocación del reyezuelo franquista en Santiago de Chile, así como la decisión del colombiano Uribe de poner fin a la mediación de Chávez para facilitar un canje humanitario de prisioneros con las Farc.
En Bolivia, los pulpos petroleros y los mayores latifundistas han lanzado un lock-out contra el gobierno de Evo Morales; el acuerdo establecido para sacar una Constitución pactada había fracasado por completo hacía bastante tiempo. Las petroleras internacionales se han ‘sentado’ sobre las reservas de gas del país y están incumpliendo con las prioridades de abastecimiento al mercado interno, a la Argentina y, por último, a Brasil. Las masas campesinas de las regiones gobernadas por la derecha han comenzado a movilizarse contra las milicias armadas de los latifundistas. Aunque la vigencia de la reforma constitucional que el gobierno está procesando a las apuradas depende de un futuro referendo, la derecha no acepta llegar a esta alternativa. Reclama una autonomía regional que dejaría al gobierno central sin los recursos necesarios para timonear el Estado. Todavía son posibles nuevos pactos entre el oficialismo y la derecha, pero el margen para ellos y sus alcances son cada vez más reducidos.
En Venezuela, mientras tanto, un planteo de reforma constitucional que lucía de fácil aprobación hace un par de meses, se enfrenta ahora a la posibilidad de salir airoso con una débil diferencia de votos, lo cual cuestionaría su vigencia y aplicación, e incluso la gobernabilidad. Dentro del chavismo han surgido contradicciones insalvables, tanto por arriba como por abajo. Por arriba, porque una parte del cuerpo militar se resiste a que Chávez transforme a las fuerzas armadas en un coto personal, y advierten el peligro de tener que enfrentar, en esas condiciones, una creciente polarización política. Por abajo porque, por un lado, la inflación y el desabastecimiento han agravado la situación social y, del otro, porque se ha desarrollado una oposición, aún débil, a la tendencia del gobierno a regimentar a las organizaciones populares, en especial los sindicatos, y debido a la manifiesta corrupción dentro del elenco gobernante. La derecha ha salido a explotar estas contradicciones e incluso se ha encontrado con el surgimiento de una oposición militante al chavismo en la masa del movimiento universitario. La derecha está blandiendo la bandera de la democracia para disfrazar sus intereses anti-nacionales y establecer un régimen represivo. Los auxilia en su tarea la desorganización económica causada por la inflación (que amenaza de muerte a la reforma monetaria del gobierno), la imparable corrupción del aparato estatal y el saqueo financiero que lleva adelante la banca privada por medio del mercado negro de divisas. En vez de nacionalizar a los bancos y de impulsar una deliberación política en el ejército, Chávez promueve una reforma dirigida a consagrar un régimen de poder personal, la regimentación de las organizaciones populares, y la obediencia y sujeción absoluta de los distintos niveles de las fuerzas armadas.
En este marco de crisis, el presidente colombiano, Uribe, un ultraderechista, desbancó a Chávez de su papel de mediador en el “canje humanitario” de prisioneros entre el gobierno colombiano y la guerrilla de las Farc. Se trata de una provocación muy clara. Por un lado, reafirma la política oficial de darle una salida militar al conflicto armado en Colombia. Por el otro, se anticipa al resultado electoral del próximo domingo con una línea golpista. El episodio pone al desnudo las limitaciones de la política internacional de Chávez, quien creyó que podría convertirse en el vehículo de un compromiso con el Estado terrorista de Uribe (que oficia como peón de Bush), desarticular por esta vía el Plan Colombia y neutralizar la estrategia de Uribe, que es la de tomar por asalto los bastiones de las Farc. Chávez ha respondido con una implacable denuncia de la provocación. Se ha abierto una crisis internacional que puede convertirse en explosiva, porque Uribe ha fracasado reiteradamente en conseguir la solución del conflicto armado. Esto podría estimular el desarrollo de una corriente nacionalista en las fuerzas armadas colombianas — en especial porque, para gran parte de los analistas, Uribe no tendría condiciones de frenar el constante crecimiento electoral del centroizquierda — , que se ha registrado en los últimos años en Colombia.
Este cuadro general pone en una adecuada perspectiva el atropello del reyezuelo de Madrid en la reciente ‘cumbre’ Iberoamericana. Como ahora lo admite el progre-monárquico El País (11/11), la actuación del reyezuelo fue una operativo de Estado premeditada, que “fue acordada con Zapatero”. Como también lo admitió el canciller del Estado español, Miguel Moratinos, “Está claro que no compartimos su visión (la de Chávez) y esto ha saltado” (El País, 11/11). Por la boca de Moratinos hablan Repsol, el Banco Santander, BBVA, Telefónica y otros.
El resumen de todos estos hechos es que se está creando en América Latina una situación atípica, de características excepcionales, que combina las crisis de los proyectos nacionalistas burgueses con la oportunidad que estas crisis ofrecen al imperialismo para rehacer sus fuerzas sociales diezmadas o dispersas, y reintentar la contención o el aplastamiento de los movimientos nacionales de masas.
De Calafate…
Mientras ocurría todo esto en América Latina, ¿dónde estaban los Kirchner? ¿De qué lado? ¿Dónde estaban los nacionales y populares de la Argentina? ¿Dónde estaban los Bonasso, los D’Elía, Tumini o Kunkel? ¿Y los Lozano y Solanas?
El matrimonio eligió callarse desde el lugar preferido para sus grandes ‘borradas’: la mansión de Calafate. Pero antes de subirse al avión, el Presidente tuvo tiempo del calificar al reyezuelo madrileño de “el mejor político de España”, mientras los voceros de Repsol, Telefónica o el BBVA, acicateados, salían a reclamar “seguridad jurídica” para sus operaciones en el continente.
Cuando Kirchner firmó con Evo — hace tres meses — , el acuerdo por un suministro diario de veinte millones de metros cúbicos diarios de gas a la Argentina, le ofreció su “apoyo” en el caso de que “las empresas se pongan duras, y no quieran sacar el gas”. Pura bravuconada, porque ahora que los pulpos petroleros declaran una verdadera huelga de inversiones en el altiplano, Kirchner calla como si obedeciera a una orden del rey. Lula fue incluso más claro, porque anunció que Brasil se retiraba del proyecto petrolero de Mariscal Sucre, en Venezuela, cuyas reservas debían alimentar el megaducto hacia la Argentina. Lula y Kirchner liquidaron el Gasoducto del Sur, al anunciar la construcción de plantas regasificadoras en Uruguay y Argentina, para poder importar gas licuado por mar. Lula y Petrobras le ofrecieron a la futura Presidenta la provisión de gas boliviano y, más adelante, brasileño, transportado en barcos (o sea que el gas boliviano saldrá por puertos brasileños). “Cristina se deslumbró con esos proyectos en Brasil” (La Nación, 21/11). En la misma reunión, Cristina y Lula acordaron apurar la firma del acuerdo de libre comercio entre el Mercosur e Israel, para anticiparse a un ingreso de Venezuela al Mercosur.
La diplomacia kirchnerista y su izquierda, tan activas en 2003 para “contener” la insurrección obrera y campesina en Bolivia, han hecho mutis frente al levantamiento gorila de días pasados.
…a Davos
El encubrimiento de las conspiraciones imperialistas por parte de la diplomacia oficial argentina se complementa con el afán que ella ha puesto en aceitar los lazos con “la comunidad internacional”. El futuro embajador argentino en Francia será el presidente local de Peugeot, “en un claro mensaje de acercamiento a la administración de Sarkozy” (El Cronista, 26/11). Esa misma diplomacia está aceitando los contactos para la concurrencia de Cristina al Foro de Davos, del cual en el pasado había dicho que era “lo mismo que el FMI”. Allí buscará arreglar con el llamado Club de París. Pero allí mismo también comprobará que para conseguir financiamiento para pagar deuda externa, deberá además arreglar también con los bonistas que no aceptaron el canje y aumentar las tarifas de los servicios públicos. Si al final del camino cumpliera con todos los requisitos, descubrirá que la crisis internacional ha dejado a los grandes bancos sin capacidad para financiar nada. O sea que, para salir del pantano, el ‘nuevo’ gobierno ha elegido meterse en un callejón sin salida.
Es decir que los Kirchner y los militantes nacionales de la Argentina han decidido jugar de encubridores del imperialismo en la crisis que afecta a Bolivia y a Venezuela, en función de sus intereses de clase: el refinanciamiento de la deuda pública argentina y la asociación del capital nacional con el internacional. En ese punto llama la atención el silencio de la prensa argentina acerca de la decisión oficial de aceptar un acuerdo en el marco de la Organización Mundial de Comercio, que reduciría drásticamente los aranceles de importación industrial a cambio de un recorte de los subsidios agrícolas por parte de Estados Unidos y Europa. Este recorte no constituye, sin embargo, ninguna concesión, porque esos subsidios han dejado de ser operativos debido a los elevados precios internacionales que han alcanzado los productos agrícolas (ver nota). Al final, el ‘modelo productivo’ acabará en el museo.
Movilización antiimperialista
En definitiva, lo fundamental de la situación política argentina, en las vísperas del cambio presidencial, no son las zancadillas que se hacen los miembros de la camarilla oficial ni las rotaciones en el gabinete. Debido a la presión de los intereses de clase, los Kirchner se han alineado con las conspiraciones en curso contra los procesos nacionales e indigenistas, cumpliendo el papel de encubridores. Entre esos intereses de clase hay que incluir por sobre todo la necesidad de los Kirchner de poner fin a las luchas obreras en la Argentina, que los Moyano y los Yasky no logran frenar o desviar. El nacionalismo kirchnerista sufre sus propias contradicciones de clase, con diferencias apenas de grado respecto de las que golpean a Evo o a Chávez.
En estas condiciones, llamamos a desplegar en el país una activa movilización en defensa de los procesos nacionales y de las rebeliones populares en todo el continente, desde una posición de defensa y desarrollo de la autonomía y la independencia de la clase obrera, tanto sindical como política. Ganemos la calle contra el golpismo gorila o fascista, por la nacionalización sin pago del petróleo y el gas en todo el continente; por la confiscación del latifundio y la satisfacción de las reivindicaciones de las masas campesinas; por la nacionalización de la banca y del comercio exterior; por el salario mínimo igual al costo de la canasta familiar y por el control obrero de la producción.
Por la unidad socialista de América Latina.
19 y 20 de diciembre 2001- 2007: Reivindicamos la rebelión popular
-Por la defensa de los movimientos nacionales de América Latina contra el imperialismo.
-Por el salario igual a la canasta familiar.
-Contra el trabajo en negro y precario.
-Por la nacionalización sin pago del petróleo y todos los recursos naturales.
-Por el derecho al aborto.
-Por el juicio y castigo a los responsables materiales y políticos de los crímenes del Puente Pueyrredón y de Carlos Fuentealba.
-Por la aparición con vida de Jorge Julio López
-Contra la represión y el matonaje a las luchas obreras.
-Por el Casino, por el Indec, por el Bauen y por Zanón, por la victoria de todas las luchas obreras.