Políticas

21/7/2005|909

Los kirchneristas parieron un aborto constitucional

Los santiagueños protagonizaron el domingo pasado una abstención récord en las elecciones para la convención que debe reformar la Constitución de la provincia (65%), luego de que hubieran consagrado gobernador en forma plebiscitaria a Gerardo Zamora, de la UCR y el Frente Cívico, en las elecciones de febrero pasado. El Frente Cívico y el partido justicialista produjeron el hecho sin precedentes de presentar una lista común de candidatos, esto a instancias de Kirchner, que los convirtió, por igual, en sus ahijados políticos. En materia de ‘padrinazgo’ el santacruceño acaba de ganarse la Copa Davis. Santiago del Estero ha pasado a ser una sucursal de la Casa Rosada.


La formación de la lista única ya está diciendo que la Constituyente será una patraña. La propuesta de reforma ya está acordada y los votos necesarios descontados. El ‘show’ podría ser liquidado en una semana.


El conjunto del operativo, sin embargo, tiene un interés extraordinario. Ocurre que la reforma de la Constitución fue la bandera principal de la Intervención que desalojó del gobierno a los Juárez, con el propósito, dijo, de darle ‘transparencia’ a las instituciones y al sistema electoral. Lo curioso es que el sistema electoral de los Juárez era mucho más democrático que el de los Kirchner en Santa Cruz, porque la mayoría legislativa que le aseguraba al oficialismo no tiene punto de comparación con el sistema de los ‘pingüinos’: Santa Cruz no es un distrito electoral único (o sea que no hay representación proporcional) y los pueblos deben limitarse a consagrar a la mayoría y a la minoría y en algunos casos sólo a la mayoría. De este modo, ‘la familia’ controla el Ejecutivo, el Legislativo y el Judicial —además de la mayoría de los municipios. Con este antecedente debería descartarse que la reforma convierta a Santiago en distrito único. El crecimiento de los partidos de izquierda, el domingo pasado, del 80 y del 110% de los votos (MST y PO, respectivamente), a pesar de la abstención, indica que en un distrito único conseguirían una representación parlamentaria.


La Constituyente, sin embargo, no pudo ser convocada por la Intervención debido a que la Corte Suprema declaró inconstitucional el procedimiento. Pero la realidad es que la división del justicialismo y, en parte, del radicalismo, no aseguraba que la Constituyente transcurriera por cauces ‘tranquilos’ —de esto se hizo eco el Senado de la Nación como consecuencia de las presentaciones del caudillo radical Zavalía y del empresario Cantos. Es posible que existiera el temor de que la Constituyente se extralimitara del temario de la convocatoria y entrara a discutir la cuestión agraria, el monopolio latifundista del agua, la expulsión de campesinos y la destrucción forestal y los derechos de la mujer. La Corte salió en defensa del ‘orden’ y Kirchner acortó los plazos de la Intervención federal. Ahora la Constituyente procederá bajo el control de un gobierno seguro y con convencionales digitados y disciplinados.


En la reforma impulsada por la Intervención kirchnerista se embarcaron todos los izquierdistas laderos del gobierno, las organizaciones de derechos humanos, algunas campesinas y la Iglesia. Durante meses batieron el parche de la ‘transparencia’ e incluso el MST bautizó a la Intervención como “la revolución democrática”. Este bloque desarrolló incluso una campaña de movilizaciones y de firmas para que la Corte reviera su declaración de inconstitucionalidad. El apoyo a la Intervención, a Kirchner y a la patraña de una reforma constitucional digitada terminó en farsa. El ‘orden’ volvió a Santiago: el crimen de la Dársena sigue impune, las expulsiones de campesinos crecen, la falta de agua para los pequeños agricultores se acentúa y la miseria social se ha agravado.


La importancia de la experiencia santiagueña consiste, entonces, en que concentra en el tiempo la experiencia y las posibilidades del kirchnerismo; desnuda sus limitaciones brutales; revela su condición de garante firme de los intereses de los buitres capitalistas más grandes; y por último deja sin ropas al charlatanerismo centroizquierdista que se embarcó con la tentativa ‘reformista’ de la Intervención (el centroizquierda cayó en votos y, como yapa, se ha dividido para las elecciones nacionales de octubre). ¡Por qué diablos esta gente repite que está ofreciendo una alternativa!


La abstención del domingo no es la expresión de una toma de conciencia revolucionaria. Es la expresión de la desilusión política que todavía no encuentra su rumbo y de un renovado despecho por la ‘política’ incluso cuando ésta se presenta con figurones de menor edad. La conciencia revolucionaria se expresa en la votación al PO (que tiene menos de dos años en la provincia) e incluso al MST (a pesar de que fue furgón de cola de la Intervención y gozó de la ‘benevolencia’ de El Liberal, órgano de la Iglesia y el principal medio escrito). Desde el inicio de la Intervención nuestro partido denunció sus propósitos y sus limitaciones, previó su trabajo de encubrimiento político y su función de rescate del aparato estatal. Por eso, la elección de nuestro convencional constituyente es el primer paso político de los luchadores santiagueños en la vía de la revolución socialista.