Políticas

27/1/2005|885

Los responsables de la masacre son los empresarios de la Cultura y su Estado


Como a un enfermo, que al abrirlo en la mesa de operaciones le encuentran muchos más tumores y ramificaciones de los que se esperaba, así la masacre de Cromañón va poniendo al desnudo, cada día, más pudriciones de este sistema capitalista acabado.


 


¿Por qué los músicos –en este caso de rock pero sucede en todos los estilos– se ven cada vez más acorralados? Porque no falta el cretino que quiere responsabilizar a los Callejeros por lo sucedido…


 


¿Cuál es la raíz de todos los males? Veamos:


 


El capitalismo chupasangre ha obligado a los artistas a pasar de trabajadores en relación de dependencia a cuentapropistas y/o productores independientes.


 


En la década del cincuenta, por ejemplo, las confiterías contrataban números en vivo a costa de los dueños del boliche: así había tango y/o jazz gratuito para el público que iba a tomar algo.


 


(Algo de esto, en parte está volviendo a suceder con el ciclo de los “bares notables”, pero ahora es el Gobierno de la Ciudad el que sostiene la actividad pagando el sonido y el caché miserable de los artistas (300 pesos) y no los empresarios de las paquetas Richmond, La Biela, La London, etc., encantados de que el Estado les regale un espectáculo –seguro que de alguna manera lo deben “agradecer”…).


 


Lo mismo sucedía anteriormente con los cines, donde era obligatorio el número en vivo entre función y función, pagado por los empresarios.


 


Hoy en día, en vez de contratarte, los bolicheros transforman al artista en productor (o co-productor junto al boliche) en forma obligatoria ( si no, no tocás ), haciéndolo de hecho responsable de todo lo que pudiera acontecer en el evento. Si un artista toca en un boliche tiene que correr el riesgo económico (para pagar a sus músicos, la publicidad, prensa, traslados, etc.) y también el riesgo jurídico en relación a sus músicos (si les pasa algo en la actuación o en el trayecto hacia la misma), y al público que el artista moviliza. Si pasa algo, como en Cromañón, pero también en “accidentes” menos graves, el artista sería también responsable porque está produciendo y el bolichero le está “alquilando” el lugar físico (el empresario no contrata bajo su responsabilidad).


 


Esto además no se da sólo en el ámbito privado, se ha generalizado y ya es una “ley” en el ámbito estatal. Las secretarías de Cultura de todos lados (Ciudad, Nación, Provincia, municipios, etc.), al contratar a cualquier artista, lo hacen por intermedio de un contrato de “locación de obra” que deslinda, por parte del Estado, toda responsabilidad en relación a la seguridad de los músicos y del público. El Estado te contrataría bajo la forma de alquilar tu obra para exposición, pero el artista corre todos los riesgos jurídicos, laborales y de seguridad.


 


Volviendo al rock, la dinámica es la siguiente:


 


1) Cuando los grupos recién empiezan y quieren tocar, los bolicheros por lo general exigen para ellos un seguro de 50 entradas más las consumiciones de la barra. Lo que queda después de la entrada 51 va para el grupo. En general tocan de dos a cuatro bandas por noche para llenar el boliche a pleno, o sea que las primeras 200 entradas más la barra queda en la caja del boliche (aquí se ve claramente en qué consiste el “minga de riesgo empresario”).


 


2) Cuando alguna banda comienza a crecer en convocatoria, estos empresarios/bolicheros se proponen como productores de la banda, organizándoles los conciertos, pagándoles míseros salarios y quedándose con “todo el botín”. Callejeros había realizado anteriormente un concierto en el club Comunicaciones y había metido 15.000 personas, a 15 pesos la entrada. Este recital lo habría producido un empresario/bolichero conocido como “Huevo”, que a la banda le habría pagado, por contrato previamente acordado, la suma de 8.000 pesos.


 


Una vez más vemos el “minga de riesgo empresario”: recaudan 225.000 pesos y te pagan 8.000.


 


3) Cuando las bandas se hacen grandes, terminan rompiendo con estos empresarios/bolicheros y comienzan a ser sus propias productoras para sacar más dinero, para que les dejen de robar. Así que arman su propio sistema (prensa, propaganda, seguridad, etc.) con un grupo de amigos, novias, vecinos que se “prenden en la movida”, pero que son absolutamente inexpertos y con falta total de profesionalismo. En esta etapa, así como en la primera, la banda se hace productora pero con una responsabilidad mucho mayor que en el primer estadío de desarrollo, porque mueve más gente y más guita. Es por esto que es muy probable que intenten hacer que estos jóvenes vayan a la cárcel.


 


La explotación de los músicos por los “empresarios” no para aquí y da mucho hilo para cortar. Y no sólo sucede en los circuitos semimarginales del rock o la cumbia.


 


Enrique Albistur, el ahora silencioso multimillonario secretario de Medios de Kirchner, tiene la concesión del teatro ND/Ateneo, y también le cobra miles de pesos a los músicos. ¿Por qué les cobra? Por colocar 150 afiches ¡en las carteleras que le dio en concesión la Ciudad! También cobra el inefable Telerman (¡oh, socio de Albistur!) en su súbitamente cerrada La Trastienda. También cobra el Torquato Tasso. Y todos publicitan en las carteleras de Albistur.


 


De Ibarra, para abajo y para arriba, esto lo saben todos. La hipocresía de los políticos da asco. ¿Hasta cuándo durará la omertá (silencio) de Chabán con los miembros de estas mafias?


 


Desde LuchArte decimos claramente: los músicos debemos organizarnos para terminar con la explotación de estos chupasangres que viven a costa de nuestro arte y replantear todas las condiciones de trabajo.


 


Este régimen está podrido por los cuatros costados. Tenemos que echarlos a todos. Para llevar esta lucha hasta sus últimas consecuencias es que llamamos a luchar por una alternativa obrera y socialista.