Los votos de la izquierda democratizante
Números y política

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La izquierda democratizante (se la llama así porque su estrategia son las reformas parciales dentro del marco del Estado burgués) sufrió el domingo pasado en su conjunto un retroceso electoral espectacular. Este hecho era previsible a partir de la crisis igualmente colosal en la que se encuentran esos partidos.
En lo que hace al PI, éste perdió en relación a 1985 unes 600.000 votos, lo que equivale a una merma de nada menos que el 65%, y hasta cae en relación a 1983 en un 20%. En la provincia de Buenos Aires pierde 400.000 votos (un 70% en relación a 1985 y más del 20% en comparación con 1983). En Córdoba pierde unos 40.000 votos (casi un 80% en relación a 1985). En Tucumán y en Corrientes llega a retrocederá la mitad de lo obtenido en 1983. En un 90% los votos perdidos por el PI fueron a parar al justicialismo y un 10% al corte de boleta PJ/Fral y PJ/Mas. Esta debacle electoral no hizo más que traducir la debacle política del PI, que tuvo su inicio poco después de las elecciones del 85.
En lo que hace al Fral, éste retrocede al nivel aproximado de lo obtenido por el PC en 1983 (aproximadamente unos 190.000 votos en el orden nacional), si dejamos de lado unos 20.000 votos de corte de boleta Cafiero/Solares que vinieron del Pl. Esto marca un retroceso muy importante si se considera que en los votos del Fral hay que Incluir al PH y a dos o tres desprendimientos del Partido Intransigente. SI suponemos que de los 360.000 votos del FP en 1985 200.000 ¿220.000 correspondían al PC y a parte de sus actuales aliados, y si a esto le sumamos los 25.000 votos del PH, se observa que el retroceso del Fral oscila, respecto a .1985, en un 25 o 30%. Si se tiene en cuenta que dentro del panorama general el Fral (sin el Mas) repite la votación del FP en Capital, con un aumento del 50% respecto a los votos del PC en 1983, y que lo mismo ocurre aproximadamente en Santa Fe, podemos medir la verdadera catástrofe electoral que el Fral sufre en el resto del país. En Buenos Aires, con 83.500 votos (si se deja de lado el corte de boleta), todo el Fral cae por debajo del solo PC en 1983. En Tucumán saca ahora 2.200 votos contra los 3.500 del PC en el 83. De un modo general, esta caída de votos del Fral va a parar al justicialismo.
Lo más interesante con relación a esta fracción de la izquierda democratizante es que la suma de votos entre el Fral y el Mas, si se dejan de lado los cortes de boleta tipo PJ-gobernador PC o Mas-diputados, el crecimiento del ex Frepu tomado en su conjunto es de solo el 5% (de 360.000 en 1985 a 380.000 en 1987) que se transforma en retroceso si consideramos el añadido del PH y de las tres vertientes del PI que se integran al Fral. Pero si tenemos en cuenta que la suma del Fral-Mas hace una votación muy buena en Capital Federal, donde crecen en nada menos que 50.000 votos (que vienen del PI), la performance del conjunto del ex Frepu ampliado en el conjunto del país es de un marcado retroceso. Por ejemplo, en la provincia de Buenos Aires este ex Frepu ampliado obtiene, sin corte de boleta, el 6 de setiembre, 185.000 votos, en tanto que en 1985 el FP había obtenido 201.000 y el PH 13.000 votos, lo que marca un retroceso del 15 % que va todo a parar a Cafiero.
En lo que hace al Mas, éste obtiene 180.000 votos si se deja de lado el corte de boleta PJ/Mas en la provincia de Buenos Aires. Suponiendo que le correspondiera al Mas entre el 33 y el 50% de los votos del ex Frepu, es decir, entre 120.000 y 180.000 de los 360.000 votos obtenidos por el FP en 1985, el crecimiento del Mas oscilaría entre cero y el 50%, o un 25% promedio. Pero el grueso de este crecimiento se concentra en Capital, donde habría crecido nada menos que un 100% en relación a su parte estimada en el Frepu. A partir de aquí se aprecia su retroceso generalizado en el interior respecto a 1985. Comparado con 1983, el crecimiento del Mas en el Interior del país es menos de la mitad del obtenido por el PO.
De esta manera, la valoración de la votación del Mas se ciñe a la caracterización de la performance de Parrilli en Capital y al corte de boleta Cafiero/Zamora en Buenos Aires, que fue de 50.000 votos, es decir de un 12% de los votos del PI que se pasaron a Cafiero. La buena elección de Vicente y Parrilli en Capital permite deducir que una buena parte de la pequeña burguesía ligada a los movimientos de derechos humanos no siguió la tendencia a votar al PJ y que la misma explotación electoral se hizo de Zamora entre un sector de la clase obrera y de la clase media de Buenos Aires. Se trata sin duda de un voto con tendencia democrática, pero de ningún modo revolucionario, ni que tampoco sea expresión de una independencia de clase, como lo revela que estuvo acompañado del voto a Cafiero, lo cual demuestra también que no sería un voto completamente independizado de su fuente de origen, el Pl. El Mas gozó de un amplio favoritismo en los medios de comunicación, que sin embargo están en manos del Coti Nosiglia. Además, hizo una abierta campaña por el corte de boleta, al punto que su candidato a gobernador bonaerense pasó desapercibido, sin obtener ni de cerca el objetivo de sacar un diputado. Este conjunto de datos pone de relieve que la campaña del Mas no estuvo dirigida a ampliar el horizonte político de los trabajadores, aunque sí a obstaculizar el entronque de éstos con el Partido Obrero. En relación con esto hay que destacar que el Mas no fue igualmente golpeado electoralmente como el PI o el Fral, precisamente porque se rompió el Frepu, un frente democratizante que sin embargo sigue reivindicando. Es indudable que canalizó votos porque se lo vio independiente de dos corrientes en crisis, sin que se haya logrado percibir que el Mas quiere reconstruir una alianza con ellas sobre una base no revolucionaria, con el único requisito de que Zamora sea el primer candidato en cualquier elección futura, y de que sufre una marcada derechización en sus planteamientos políticos.
Pero el futuro de la Izquierda democratizante no está determinado por la variada suerte que cada una de sus fracciones haya tenido en las urnas el domingo pasado. El problema que enfrentan es la posición política que asumirán frente a los acontecimientos por venir, con relación a los cuales los resultados del 6 son completamente secundarios.
La amplia victoria del justicialismo ha cerrado toda posibilidad de un desarrollo independiente de la izquierda, si ese desarrollo’ no está ligado a una política de independencia de la clase obrera a ser sistemáticamente aplicada en el curso de las grandes luchas próximas. Pero una política de independencia de clase significará concretamente, en tales circunstancias, una política de ruptura con el Estado burgués, una política de base revolucionaria. Las alternativas son en este aspecto muy claras: o un frente con el justicialismo, a través de un ala izquierda de éste que haga de correa de transmisión de la política de la burguesía hacia la izquierda; o una alianza revolucionaria sobre la base de una lucha sistemática por la independencia del movimiento obrero. Un frente democratizante independiente del justicialismo (que es lo que intentaron ha-cer artificialmente con variantes el PC y el Mas) es ahora menos viable que antes, y menos aún un frente democratizante que no juegue un papel crecientemente contrarrevolucionario. Al final, toda la concepción frentamplista del PC se demostró un colosal fracaso, al punto que provocó, no el acercamiento de los votantes, sino un alejamiento mayor.
La experiencia del PI debe ser claramente asimilada, pues ahora todos parecen olvidarse de que pretendió convertirse en alternativa única de la izquierda y de que por este camino llegó a conseguir, en 1985, una cantidad de votos que haría llorar de alegría a los que hoy se felicitan desconsideradamente por un corte de boletas con Cafiero en la provincia de Buenos Aires o por repetir la maniobra de Conte de 1983. El PI perdió su posibilidad de transformarse en alternativa desde el momento en que el justicialismo comenzó a reconstruirse con los renovadores y el PI decidió, naturalmente, no combatirlos porque eso, para los alendistas, llevaba a posiciones “descabelladas” o, como ellos mismos lo dijeron, “principistas”. En situaciones de crisis fundamentales, es decir, prerrevolucionarias, ningún partido puede hacerse la niña bonita entre el sometimiento al Estado y sus partidos, o la completa independencia de ellos, lo que significa una posición revolucionaria. El “alternativismo” del PI murió consumido por esta contradicción mortal para un democratizante. Hay que evitar ahora que una crisis eventual del peronismo renovador no vuelva a hinchar numéricamente a los PI, cuya función es congelar la evolución política independiente de las masas.
Los planteamientos políticos, cuando no están determinados por una caracterización de las ciases en pugna, no pasan de ser castillos en el aire. La afirmación, por ejemplo, de que “unidos sacamos dos diputados, desunidos no hemos sacado nada", es una perfecta tontería, porque lo que importa saber es cuál es la base de clase de esos diputados; sin un movimiento de independencia clasista serán simples marionetas de las maniobras de la burguesía.
Llamamos a todos los activistas y organizaciones de la izquierda a una acción común contra la ofensiva antipopular y contra las maniobras nacionalistas, sobre la base de la independencia política de la clase obrera.