Memoria del piquete
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Una verdadera jauría se lanzó sobre la organización de los piquetes en la jornada de la huelga general. Incluyó a los voceros del gobierno, a los que la convocaron (Moyano, Barrionuevo), a los opositores que impugnaron la propia huelga pero se juramentaron “terminar con el autoritarismo del piquete” (Macri) o “la locura” de organizar un piquete para “forzar un paro” (Massa) y, presumiblemente, a los que guardaron silencio (Carrió, Binner, Cobos). Uno de los que más lejos llegó fue Facundo Moyano, quien planteó que “el piquete no tiene nada que ver con la huelga, no es un derecho”. De aquí a ilegalizar los piquetes o movilizar a la burocracia sindical contra ellos -como lo plantearon en varias oportunidades los ministros de Trabajo y de Interior tanto de Duhalde como de Kirchner -hay apenas un paso.
Historia
Desde la Circular de la Liga Comunista de Alemania, en 1850, el movimiento obrero y el socialismo internacionales han inscripto el piquete en sus programas, considerándolos una herramienta imprescindible en defensa de la huelga y de los trabajadores que la emprendían, que eran el eslabón débil de la sociedad frente al aparato del estado volcando en su contra con todos sus recursos. Una vez votada la huelga, la acción de los piquetes era la herramienta indispensable para disuadir o impedir la acción de los rompehuelgas organizados por los patrones con la anuencia del estado, que eran traídos desde regiones alejadas y aún países extranjeros al solo efecto de quebrar el movimiento de lucha. En 1871 ¡hace casi 150 años¡ el gobierno inglés impuso la Ley de Enmienda del Derecho Criminal, limitando, hasta un punto de anulación, el derecho a formar piquetes de huelga. No por casualidad, los piquetes fueron prohibidos luego de la gran huelga general inglesa de 1926 y una vez más en 1985, cuando Margaret Thatcher volvió a dejarlos fuera de la ley y hasta creó una fuerza especial de represión para quebrar la huelga minera. La misma historia, con otras fechas, se puede encontrar en otros escenarios. Esa gran periodista que fue Susana Viau destacó que en el inicio del movimiento de lucha de los desocupados en Cutral Co, Tartagal y otros campamentos abandonados de YPF “la palabra piquete con la que se autodesignaron fue el eslabón que el lenguaje les proporcionó para demostrar que seguían formando parte de la clase obrera” (Clarín, 25/11/12).
Piquetes e independencia política y sindical
De esto se trata, Facundo Moyano. El joven burócrata sindical no sabe siquiera de los piquetes de los años posteriores al derrocamiento de Perón. La gran huelga general en defensa del frigorífico Lisandro de la Torre (1959) cubrió de barricadas barriadas enteras de la Ciudad de Buenos Aires. El llamado a terminar con los piquetes está dirigido a movilizar a la clase media, o a una parte de ella, contra la organización de la clase obrera y tiene, en principio, un carácter fascista. En este caso, en particular, es un ataque referido al protagonismo del Frente de Izquierda. No por casualidad Facundo Moyano completó su anatema contra los piquetes, planteando que “la izquierda carece de representatividad en el conjunto de los trabajadores”, una expresión de deseos que delata al burócrata que siente su territorio en peligro.
¿Cómo no plantear asambleas y piquetes -justamente lo que la burocracia se opone cerrilmente a promover- para que el que está sufriendo las consecuencias del “ajuste” tome las riendas de un proceso político que, de otro modo, terminará guiado por los Massa o los Scioli?
Los piquetes, en la huelga del 10, han sido la expresión del movimiento obrero que busca un rumbo político y sindical propio.
Christian Rath