Tres muertes de menores en accidentes relacionados con actividades laborales en Mendoza en las cuales acompañaban a sus padres hablan del grado de precariedad y la pérdida de condiciones de vida de la población trabajadora.

Por caer a un pozo en una obra no registrada falleció Erick Mamani de 6 años. Jonathan Pizarro de 11 años tras caer a un pozo con agua en Uspallata en un lugar que se encontraba en obras. Ian Anthony González de un año falleció luego de que una camioneta lo atropelló en una finca de San Martín, mientras los adultos trabajaban en la cosecha de tomates.

Estos accidentes no son casuales, sobre ellos está la precariedad de las condiciones de trabajo a las que están expuestos miles y el avance de la informalidad, la falta de controles y la desidia por parte del Estado que, más que controlar, encubre.

La situación que produjo estos accidentes es siempre la misma: familias enteras salen a trabajar, o tienen que llevar a sus hijos a sus trabajos porque no tienen donde dejarlos.

Estas situaciones aumentan a medida que la situación económica de las mayorías se deteriora. La inflación sumada a los bajos salarios impone cada vez peores condiciones para las clases trabajadoras que deben someterse a formas cada vez peores, más nocivas, más violentas.

Las patronales aprovechan esto y aumentan sus ganancias reduciendo sus gastos, violando los controles y las condiciones de trabajo mínimas con el apaño del Estado, que obvia controles y somete a millones de familias a la pobreza y la indigencia.

Es necesario más que nunca que se eliminen los factores que promueven la muerte de infancias bajo estas condiciones. Eso solo puede lograrse con un real control por parte del Estado, con salarios mínimos por encima de la canasta básica, con una contención por parte de los organismos que corresponden a las familias dando soluciones reales, y con el cese de la desidia, la pobreza y la precarización que promueve el gobierno.