Políticas

20/11/1991|346

Menem con los gusanos

Cuando Menem se pone a desafiar a Fidel Castro es difícil tomarlo en serio. La abismal diferencia en la trayectoria de uno y otro, y ¿por qué no? hasta los desniveles de estatura, dejarían en cualquier espectador la impresión de una confrontación ridícula. Aunque Fidel Castro juega un papel completamente conservador en la crisis cubana y antes en la de Centroamérica (contrarrevolucionaria en relación con la política sandinista), el combatiente de Sierra Maestra y el jefe político-militar de playa Girón traduce en toda su conducta personal las tensiones de la situación. El argentino parece, en cambio, transitar el escenario de un teatro de revistas. Hay quien afirma, incluso, que Menem programó su viaje en el '90 a la URSS con la exclusiva finalidad de disimular su propósito de asistir al partido entre Argentina y Camerún.

Tampoco se puede considerar en serio que el argentino hable en nombre del imperialismo yanqui. La diplomacia porteña ya demostró su completa desubicación cuando pretendió restituir al derrocado Aristide, en Haití, con una fuerza expedicionaria. El hombre se desvive por complacer a los yanquis, pero no ha logrado obtener de éstos la más mínima concesión. Un diario de Buenos Aires le tuvo que aconsejar, hace pocos días, que, “por las dudas”, mejor se hiciera “amigo de los Estados Unidos que de su presidente”. A nadie se le ha ocurrido hacerle semejante reproche de servilismo a Fidel Castro, ni aún por parte de quienes sostenían que era un “satélite'’ político de los rusos.

Del enjambre de tendencias que conspiran contra la revolución cubana desde Miami, el riojano decidió hacerse amigo de la que actúa por cuenta de la CIA y participara del asesinato de su compatriota, el Che Guevara. Menem apoya, en tanto presidente constitucional de Argentina, a la fracción más mercenaria y criminal, seguramente vinculada al narcotráfico, y más aún partidaria de una guerra civil en Cuba, claro que si participa el ejército norteamericano. La política exterior del menemismo es simplemente la proyección de su política interior de camarilla, con los Yoma, los “rojo-punzó”, los Alsogaray.

Pero el exhibicionismo contrarrevolucionario de Menem con referencia a Cuba tiene una función más sutil —y es indudable que en este aspecto se ha revelado más hábil que sus contrincantes. Al empujar la política exterior latinoamericana hacia la derecha, Menem ayuda a encubrir la política más peligrosa para Cuba y para sus masas — la política de Carlos Andrés Pérez y de Salinas de Gortari, la política “del grupo de Río” (formado por los gobiernos del Mercosur). En una reciente reunión en México, estos gobiernos “democráticos” se negaron a venderte petróleo a Cuba, o a romper, siquiera en parte, el bloqueo comercial de la Isla. Los presidentes del fraude (así llegó al gobierno el de México), le exigieron a Fidel Castro condiciones políticas, si no iguales, bastante parecidas a las que reclaman los gusanos de Miami. Más recientemente, los Estados latinoamericanos, con los cuales Fidel Castro propugna integrar a Cuba, se negaron a apoyar el reclamo de ésta de que el bloqueo fuera discutido en la Asamblea General de las Naciones Unidas. La actitud fue dictada por imposición yanqui. Los democratizantes que “supimos conseguir” denuncian, como energúmenos, al “servicio” Mas Canosa sin percibir (o quizás porque lo perciben muy bien) que los principales “servicios” al imperialismo yanqui se lo dan los gobiernos “democráticos” de América Latina. ¿O no ocurrió así con Nicaragua? Después de todo, Menem puede ser un maquiavélico violador del bloqueo a Cuba, al disimular con su derechismo que Argentina es uno de los ocho principales “socios comerciales" de La Habana —en cuyas tiendas para turistas pueden verse cueros elaborados en las curtiembres de La Rioja.

La solidaridad con Cuba contra el imperialismo es incompatible con la complicidad política con los aliados democráticos de los yanquis.