Políticas

20/11/1991|346

El derrumbe de las bolsas del muerto y del degollado

Menem y Cavallo: Con una mano adelante y otra atrás

La estrepitosa caída de la Bolsa de Comercio de Buenos Aires (la mayor desde enero de 1990) es un indicador infalible del fracaso político del viaje de Menem a Estados Unidos. “El hombre del año’’, en la singular interpretación de los acreedores norteamericanos, pretende ocultar esa realidad con el histrionismo y con su tendencia espontánea a la superficialidad. “Los mercados (ah! los mercados) interpretan (en cambio) que la gestión presidencial en Washington no fue buena” (Ámbito Financiero, 19/ 11).

Si hasta los títulos de la deuda externa de Argentina cayeron, algo que sería “sorprendente” luego del anuncio de un acuerdo con el FMI. Cuando Menem concluyó esta improductiva visita, la Bolsa de Nueva York registraba la quinta caída más importante de toda su historia, convalidando el acertado titular de Prensa Obrera pasada, referido al muerto y al degollado.

Según Clarín (19/11), Cavallo tuvo que llegar a un “acuerdo secreto” con el presidente del FMI, Michel Camdessus, luego de una “entrevista no del todo feliz” (!!) del banquero con Menem. Cavallo tuvo que asumir ante el Fondo el compromiso de un “ajuste fiscal" todavía mayor, como una condición previa a cualquier préstamo internacional. Esto significa mayores impuestos y, por sobre todo, una mayor reducción de los salarios estatales y de los aportes a las provincias. Menem supuso que le había llegado la hora de recoger los frutos de su “economía popular de mercado”, pero tuvo que salir escarmentado con la orden de seguir exprimiendo al pueblo argentino.

Como dice, de nuevo, Clarín, “no se desprende de la declaración del titular del FMI ningún compromiso expreso”. De no “cumplir a rajatablas las arduas metas del período octubre-diciembre, cuando se triplican las exigencias, se alejaría la posibilidad de tener un crédito de facilidades ampliadas a fines del primer trimestre de 1991. Dos faltas son difíciles de levantar en el mundo financiero” (ídem).

La Nación coincide con este diagnóstico: “para acceder a las facilidades extendidas, la Argentina deberá cumplir con las metas establecidas para los trimestres octubre-diciembre y enero-marzo. Sólo si respeta las pautas comprometidas con el FMI se podrá ‘empalmar’ el actual stand-by con el crédito ampliado” (19/11).

“El equipo económico tendrá que hacer los deberes (!!) —sigue La Nación— para no desviarse de las metas. En otras palabras, profundizar el ajuste fiscal para que el superávit primarlo no sea inferior a los 300 millones de dólares por mes”, es decir que no se debe computar el dinero que ingrese por “privatizaciones” ¡Puede ser el fracaso mayor! La cuerda que estrangula al “plan Cavallo” se acaba de ganar un ajuste más.

Mientras tanto, los bancos acreedores, capitaneados por el Citibank, han vuelto a la carga, y exigen nada menos que “Argentina utilice parte de los Ingresos por privatizaciones... para pagar los Intereses de la deuda” (Clarín, 20/11). Esta exigencia coincide, ¡oh que oportunamente!, con la del FMI: si las privatizaciones no deben bancar el presupuesto, entonces que banquen a los banqueros, que así no tendrán que poner nada para “comprarse” las empresas del Estado. ¿No es, acaso, la privatización gratuita (confiscación) el sueño dorado del capital? Claro que los acreedores quieren cobrar aunque el Estado necesite los dólares de los privatizaciones para pagar sus gastos. Es lo que pasó en Brasil y produjo la “corrida cambiarla” y la hiperinflación. Un “conocedor” del paño, Marcelo Lascano, asesor financiero, tuvo que admitir que “los acreedores financieros externos desean cobrar a rajatabla, aunque después de ellos diluvie” (Ámbito, 4/11).

Privatizaciones

Pero, además... los bancos acreedores norteamericanos exigen ahora, la prioridad en las privatizaciones en detrimento de sus competidores europeos. Se reedita, entonces, el escenario del Swiftgate, cuando Terence Todman provocó una crisis de gabinete debido a que la Bell había sido desplazada del negocio telefónico, recibiendo en compensación la planta de separación de gases en Neuquén para la Enron, sin que importara que previamente había sido adjudicada a Perez Companc y capitales italianos. Los bancos norteamericanos reclaman el negocio eléctrico y de gas, y con ese fin presionan con el cobro de los Intereses atrasados.

Brady: caro y peor

Hasta tanto no se definan estas cuestiones, Argentina, para el llamado mundo financiero internacional seguirá en "cuarentena”. Los banqueros incluso no tienen apuro en que Argentina ingrese al denominado “plan Brady”, que transforma a la deuda externa en títulos a mediano y largo plazo, con garantía de bonos que Argentina debe comprar al Tesoro norteamericano. Esta "reestructuración" elevaría naturalmente la cotización de la deuda externa argentina encareciendo en consecuencia las privatizaciones. De ahí que la banca prefiera alzarse primer con el plato de las privatizaciones, para recién entrar a considerar la conveniencia de un “plan Brady”

Brady

¡Pero el “plan Brady” agravaría para Argentina el problema de la deuda externa!

El “plan Brady" imposibilita futuras refinanciaciones y "bicicletas" o moratorias de la deuda externa. De manera que, aunque el plan contempla una reducción de los intereses (que, sin embargo, luego pueden llegar a ser superiores a los del mercado, como está ocurriendo ahora en perjuicio de México y de Uruguay), el pago anual de intereses aumenta comparado con los incumplimientos o postergaciones que han ocurrido hasta ahora. El Cronista Comercial (18/11) ha estimado que Incluso en el caso de una reducción de la deuda nominal en 12.200 millones de dólares, habría que pagar “el doble de los intereses que se pagan al momento” pero a esto hay que sumarle los fondos de la garantía que Argentina debería reunir para garantizar el cumplimiento de los pagos (3.500 millones de dólares) ¡y los intereses de este dinero que Argentina deberá tomar prestado! Una parte —la mitad— de estos 3.500 millones de dólares podrían venir del crédito de facilidades extendidas; y otros 500 millones de dólares con dinero de las privatizaciones, “pero aún faltarían unos 1.500 millones de dólares” (Página 12, 15/11).

Cavallo coincide con esta caracterización. “Para algunos, y al parecer para el propio Domingo Cavallo (Página 12), financieramente el Brady costará más de lo que reporte... ”

Según Cavallo, el beneficio del “Brady” sería la repatriación de capitales y hasta inversiones del exterior que ello produciría, compensando, a la larga, estas mayores erogaciones. Esas inversiones al reactivar la economía financiarían holgadamente los compromisos del "Brady”.

Pero el problema no es tan sencillo. Cavallo sacrifica "pájaro en mano” (el ahorro nacional) por la expectativa de los capitales extranjeros. Pero la caída de la Bolsa de Buenos Aires, que se produjo el lunes, demuestra la inconsistencia de esa política, pues quienes se retiran de la Bolsa y de los títulos de la deuda externa argentina, fueron los famosos Fondos de Inversión del exterior — ¡golpeados por la crisis bursátil internacional! Los “capitales” que ingresan a los países que firman el “Brady” son en su mayor parte “golondrinas”, es decir volátiles, guiados por beneficios elevados y rápidos.

“Desde que Argentina se abrió al mundo—dice Ámbito (18/11)— lo que hay para ganar o para perder con lo que en el mundo suceda, es mucho mayor. Por eso sólo cabe ‘cruzarlos dedos’ y esperar que la baja del Dow Jones (índice bursátil de Wall Street) del viernes no sea más que un resultado ‘raro’ y puntual de un mal día”. Para Ámbito, la caída de las bolsas mundiales dificulta la colocación de la nueva deuda externa (eurobonos) con la cual el gobierno argentino está cubriendo sus déficits fiscales.

En síntesis, Cavallo Imagina una corriente de inversiones allí donde sus propios voceros recomiendan “cruzar los dedos”. La Nación (19/11) aprecia lo mismo cuando dice que “la misma entrada desordenada que se produjo (en la Bolsa) en agosto último con un fondo de Inversión extranjero, se aprecia ahora en la salida... ”. Los superespecialistas han necesitado que se produzca el derrumbe para ver recién ahora la “precipitación” del alza de agosto. Ámbito, que adjudicaba el boom de la Bolsa argentina a los “éxitos" menemianos, dice ahora “que la suba de la Bolsa local (en agosto) se dio como consecuencia de una perceptible saturación de los movimientos alcistas de otras Bolsas mundiales...” (Ámbito, 18/11). Pero si era así, como lo señaló Prensa Obrera en su momento, los logros del “plan Cavallo "tenían poco que ver con eso, y la propia “saturación” mundial anunciaba los límites del boom y su inevitable derrumbe.

Perspectivas

Cavallo se imagina un horizonte ilusorio porque no quiere ver las tendencias reales de la economía mundial. Tampoco comprende sus contradicciones. Cuando se pone contento porque bajan las tasas de interés internacionales (que gravan la deuda argentina) debería saber que un “plan Brady” dejaría de tener vigencia porque los bancos no aceptarían reducciones mayores. ¡Por eso no se interesan, ahora, en ese “plan”! Si, por el contrario, suben, como seguramente habrá de ocurrir, contra la opinión de Cavallo, la deuda externa argentina se encarecerá, esto aun con las rebajas del “plan Brady”.

El "Cavallo-boy" Martín Redrado, de la Comisión Nacional de Valores, adjudicó la caída de la Bolsa a que Argentina está ahora más internacionalizada y “cuando los grandes mercados estornudan nosotros nos podemos agarrar un resfrío” (Ámbito, 20/ 11). Lo que el “cavallo-boy "no entiende es que tenemos la crisis internacional, estornudos y resfríos para rato.

Menem y Cavallo han liquidado la garantía patrimonial del país por medio de las “privatizaciones” y se las han ingeniado para que el superávit estructural del comercio exterior argentino se transforme en déficit, importando por sobre todo, bienes de consumo (aumentaron ¡297 %! La Nación, 17/11).

¿Por qué sorprenderse entonces si los “400 hombres de empresa” que almorzaron con Menem en Nueva York, “manifestaran serias dudas sobre el tipo de cambio de Argentina” (Ámbito, 19/11) y que Cavallo tuvieran que negar ahí mismo “cualquier posibilidad de devaluación”? (La Nación, 19/11).