Milagreros del ajuste
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Fernández junto al primer ministro Antonio Costa. El modelo de ajuste portugués que reivindican los K produjo la emigración del 7% de la población
En su gira por España y Portugal, Alberto Fernández aprovechó para hacer dos cosas muy apreciadas por el establishment: reafirmar el acuerdo del Mercosur con la Unión Europea y reafirmar la admiración por el “milagro portugués”, que ya Kicillof había adelantado como un “modelo de ajuste con crecimiento”. El milagro habría sido ejecutado, dicen sus apologistas, por un gobierno de centroizquierda, lo que le daría todavía más atractivo.
La Troika -el trío formado por la Unión Europea, el Banco Central Europeo y el FMI- otorgó un descomunal crédito de 78.097 millones de euros al país lusitano en 2011. Las reformas pedidas arrancaron de movida con una reducción de los salarios nominales del 7%, que fue a parar directamente a las arcas del Estado mediante un aumento del 18% en los aportes obreros que se descuentan del salario. Una rebaja nominal del tipo de la aplicada por Cavallo en 2001. Pero, en verdad, este ajuste fue aplicado por el gobierno derechista de Pedro Passos Coelho. El actual gobierno de Antonio Costa, una alianza entre el Partido Socialista y el PC, asumió recién en 2016 y ocho años después volvió el salario mínimo a los 485 euros, o sea al misérrimo punto de partida de ocho años atrás, en un nivel paupérrimo, de los más bajos de toda Europa de acuerdo con el costo de vida en el Viejo Continente.
Agreguemos que la rebaja salarial fue acompañada con el congelamiento de los salarios públicos entre 2012 y 2014. Pero, además, se eliminaron los dos aguinaldos a empleados estatales, jubilados y pensionados. Se suspendieron también las jubilaciones anticipadas, aún con descuentos. En 2013, siempre bajo el gobierno conservador, se elevó la jornada semanal de 35 a 40 horas. El conjunto de las medidas del “milagro” significaron una rebaja del “costo laboral” del 8%.
La desocupación saltó en 2012 al 16%. Crecieron los empleos de baja calificación, por tiempo limitado y de alta rotación. La pobreza de la mano de estos índices escaló al 27,5%.
Las consecuencias fueron las de una catástrofe demográfica, porque se produjo una emigración del 7% de la población. El equivalente en Argentina a un éxodo de más de 3 millones de personas, superior al de la catástrofe humanitaria venezolana. Casi ninguno de estos portugueses que emigraron a Alemania y otros países ha vuelto hasta el presente. Es que la juventud trabaja en condiciones de precarización laboral extremas, superiores a España y a toda Europa, donde de cualquier modo se está precarizando crecientemente el empleo.
Eso sí, Portugal volvió al mercado voluntario de deuda, llegando al punto de que la deuda portuguesa asciende al 131% del PBI lusitano. Una losa ilevantable que ha costado, cuesta y costará sudor y lágrimas al pueblo portugués, pero que es atendida puntillosamente por el Estado mediante la brutal austeridad fiscal y seguida con atención de cirujano por el Banco Central Europeo y la Unión Europea, porque en ella va el futuro y hasta la vida de grandes bancos europeos. El Central europeo tiene él mismo una exposición enorme porque llegó a comprar 40.000 millones de euros en títulos portugueses, el 15% del total de la deuda de ese país.
En el marco de semejante ajuste y mano de obra barata creció el turismo europeo hacia ese bello país, porque además los precios se deflacionaron, cuestión que preocupa hoy mismo a los economistas oficiales. La deflación es, según muchos, peor que la inflación porque es la consecuencia de la recesión y la quiebra de capitales y, con ellos, de fuerzas productivas. La caída drástica de la desocupación se relaciona con la caída drástica de la demanda laboral por la emigración, los desocupados se fueron.
El “ajuste con crecimiento” te lo debo. El “milagro” ha sido volver al mismo salario rebajado ocho años antes y a las 35 horas en el empleo público, con el país empobrecido, con el 7% de la población emigrada, transformado en una zona franca europea de flexibilidad laboral extrema. Como Syriza en Grecia, donde tras seis años de ajuste centroizquierdista Tsipras perdió la elección con el 18% de desocupados, el “albertismo” está vendiendo espejitos de colores.
Es el relato de milagreros del ajuste que se han transformado en asesores de la devaluación macrista, el gran recurso para rebajar drásticamente los ingresos que no tenía Portugal por pertenecer a la zona euro. Reforcemos la campaña del FIT-Unidad contra el ajuste del FMI que impulsa toda la clase capitalista y que recorrerá la experiencia de su versión “nacional y popular” por parte del gobierno de la coalición pejotista en un marco de recesión mundial y bajos precios de las materias primas. Nuestro programa de ruptura con el FMI, no pago e investigación de la deuda y nacionalización integral de la banca, de los recursos estratégicos y el comercio exterior bajo gestión obrera, contribuye a las luchas de hoy y a las que vendrán ante el “pacto social” que prepara el futuro gobierno.