Políticas

5/9/2023

Entrevista

Milei, la privatización del Conicet y la voz de les trabajadores de ciencia

Prensa Obrera dialogó con Pedro Cataldi y Rocío Salguerio, becaries del Conicet.

Un intercambio sobre el trabajo de científicos y la orientación de los capitalistas.

Pedro Cataldi y Rocío Salguerio son becaries del Conicet, en áreas bien distintas entre sí. El primero ligado a lo que se suele denominar hoy “ciencias duras”, en el campo de la astronomía. La segunda, netamente social. Ambos integran la agrupación Naranja de investigadores y docentes universitarios. En un interesante diálogo, analizan para Prensa Obrera los fundamentos falsos con que Milei sostiene su planteo de cerrar el Conicet o disminuir drásticamente su planta, así como las actuales condiciones de trabajo y las limitaciones que impone el capitalismo al desarrollo de la ciencia.

Pedro es físico, graduado de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA. Es becario del Conicet desde 2017, y actualmente trabaja en su posdoctorado continuando sus trabajos acerca de la formación y evolución de las galaxias, particularmente centrado en el estudio del componente de la materia oscura. Rocío es socióloga, graduada de la Facultas de Ciencias Sociales de la UBA. Ingresó este año al Conicet con una beca doctoral, por la cual investiga el activismo estudiantil en favor del aborto legal en escuelas católicas en el marco de la ola verde de 2018, como parte de la problematización tanto de la concepción de los estereotipos de género que se imparten en los colegios confesionales como más abarcativamente los vínculos entre educación y religión.

Sobre esto último, apuntó su importancia en momentos en que más de la mitad de las escuelas medias de la Ciudad de Buenos Aires son privadas, y dentro de ellas el 80% son confesionales; lo que amerita un cuestionamiento acerca de por qué el Estado sostiene económicamente y promueve la educación católica cuando es un culto cuyos practicantes vienen disminuyendo. El tema resurgió a lo largo de la entrevista, ya que como ilustró Pedro las exigencias de “productividad” que se le reclaman a la ciencia pública no rigen por ejemplo cuando se financia con fondos estatales los altos sueldos de los obispos, que Milei promete sostener (o cuando Villlarruel propone duplicar el presupuesto de las Fuerzas Armadas).

Un aspecto fundamental que ambos investigadores enfatizaron es que son trabajadores. Y, podemos agregar, no precisamente privilegiados, como se busca hacer creer. Contaron que el de les becaries es un trabajo a destajo, que se mide por el cumplimiento con presentaciones para las cuales deben dedicarse externas jornadas sin horario límite. Señalaron que en el Conicet no existen ñoquis, es decir personas nombradas que cobren sin cumplir ninguna tarea, que su ingreso es por concurso y los datos sobre su planta son públicos, y hasta que en cuanto a cantidad de científicos en organismos estatales Argentina se encuentra por debajo del promedio internacional.

Señalaron además la precariedad de condiciones, empezando por los contratos temporales, al cabo de los cuales son “liberados” -según el eufemismo utilizado por Marra, pero que rige realmente hoy la práctica de los funcionarios del sector. Las dificultades casi insalvables para acceder a un puesto de planta permanente retratan la importancia del reclamo por una carrera de investigador científico. Incluso se refirieron a otras limitaciones para sus labores, como el no contar con espacios físicos adecuados a la planta de cada instituto de investigación o la ausencia en la provisión de herramientas indispensables como computadoras.

En este aspecto cuestionaron el discurso de los propios funcionarios de Ciencia y Técnica, que a la ofensiva de quienes plantean cerrar el Conicet responden haciendo gala de la superexplotación. Expresaron que es un debate dentro del sector y refutaron a quienes objetan que no sería favorable luchar por el salario y mayor presupuesto para investigar, sino que habría que contrarrestar los planteos derechistas jactándose de que se trabaja mucho por poco sueldo y de que el costo para el Estado es menor; e incluso mostrar que es beneficioso para los capitalistas como el caso del desarrollo del trigo transgénico HB4 que propagandizan desde el gobierno en respuesta a Milei. Son posiciones que en realidad allanan el camino al ajuste y la privatización.

Esto remitió a otras aristas de las discusiones actuales. Rocío lo retomó para explicar que todo financiamiento fija los objetivos de la investigación científica, sean los intereses particulares de los privados o los más amplios del Estado, que no deja por eso de responder a la clase social capitalista. En torno a ello interrogó sobre quiénes definen lo que es o no de interés nacional o estratégico, o qué se concibe por productividad; todo lo cual le permitió mostrar que el cuestionamiento de qué ciencia se desarrolla es una de las preguntas que se formulan las ciencias sociales, tan atacadas por Milei como diferente de la “ciencia de verdad”.

Por su parte, Pedro agregó que numerosas investigaciones en ciencia básica abrieron luego el camino a futuras aplicaciones trascendentales en los más diversos rubros. Luego se metió en cómo hoy lo que cuenta con más posibilidades de conseguir financiamiento es lo que deriva en aplicación directa en beneficio de algún sector capitalista, como grafican los numerosos convenios con empresas que firman las universidades, como las multinacionales Shell o Monsanto. Ahondó en este aspecto recalcando la habitual tercerización de la investigación de los privados en manos de entidades públicas, como la que dio origen al enorme negocio de Apple con los Iphone. Opuso a la intención de que la ciencia pública promueva la formación recursos humanos para las empresas o el patentamiento indiscriminado, que representan la privatización del conocimiento, el caso del desarrollo de la vacuna contra la poliomielitis que erradicó enfermedad gracias a su producción por el sistema público.

Partiendo de estas conclusiones Rocío manifestó la importancia de la lucha contra privatización, que es lo que defendió hasta el día de hoy la ciencia y las universidades, como ocurrió con la respuesta al intento de arancelamiento del gobierno de la Alianza en 2001. “No se puede bajar la guardia”, enfatizó, para reflexionar luego sobre las formas indirectas que se emplean hoy para arancelar contenidos que son trasladados a las carreras de posgrado.

Enmarcaron los ataques a les trabajadores públicos y de la ciencia entre los tantos intentos por dividir a la clase trabajadora, como sucede también con los discursos contra los piqueteros a los migrantes. Por lo demás, rechazaron señalamientos como los que contraponen la demanda de recursos para la investigación científica a la pobreza imperante en el país, concluyendo que la solución para terminar con el hambre y la miseria no corresponde a la ciencia sino a la necesidad de luchar contra la forma en que está organizada la sociedad, y en ese cuadro sostuvieron que su transformación vendrá de la mano de la organización de les trabajadores.

Recomendamos enfáticamente ver la entrevista completa, en el canal de Youtube de Prensa Obrera.

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