Políticas

29/6/2022

Milei y la venta de niños, la barbarie de la “libertad” capitalista

El liberal dijo que “no está en contra” si el capital lo decide.

Milei con niñxs en una recorrida.

El liberal Javier Milei vuelve a estar en el centro de la polémica. Tras declararse a favor de la libre portación de armas y de que se legalice la venta de órganos, lo que le valió un rechazo y la caída de su imagen en las encuestas de opinión pública, ahora deslizó que “no está en contra” de la venta de niños. Concretamente, dijo que “de acá a 200 años”, apoyándose en la expectativa de que vivamos en una “sociedad anarcocapitalista”, habría que “darle lugar a los usos y costumbres” y a lo que “decida la sociedad”. Desde el vamos esto último es falso. En toda sociedad capitalista las decisiones las toma una sola clase social, valga la redundancia, los capitalistas.

La manera en la que el derechista candidateado a presidente deja la puerta abierta a “los debates futuros” sobre las necesidades “de época” de la sociedad es digna de un análisis de fondo. Su idea de un anarcocapitalismo (una contradicción en sí misma) de esta parte a dos siglos engloba el horizonte de una absoluta desregulación de cada recoveco de la vida social en perjuicio de los trabajadores. Partimos de la base de que hasta el aspecto más ínfimo de la cotidianeidad de las personas está atravesada por las relaciones sociales actuales, es decir, las capitalistas. No se puede analizar nada de manera abstracta por fuera de ellas, porque sus propuestas tendrían efectos concretos en tal sentido.

Por ejemplo, volviendo sobre estas últimas, si se legalizara la venta de órganos como dice Milei acudiríamos a una situación en la cual grandes capas de la población más empobrecida lo tendrían a mano como un recurso para tener un ingreso de dinero; pero de más está decir lo aberrante que sería que se formalice la degradación social hasta el nivel en que un trabajador tenga que vender un riñón para sostener a su familia. Los propios liberales lo tienen claro, al punto en que la vicepresidenta del Partido Libertario, “Lilia Lemoine”, salió a defender a Milei de las críticas ¡planteando esta disyuntiva!

En efecto, lo que Milei y algunos liberales de su línea “anarcocapitalista” promueven es que el capital y sus “necesidades de mercado”, motorizadas por la búsqueda de maximizar sus ganancias privadas, tomen todas las decisiones que atañen al conjunto del funcionamiento social. Si a los capitalistas les resulta útil “en 200 años” que se puedan vender y comprar niños, adelante. Si les resulta útil que los pobres puedan vender sus órganos, adelante. Las condiciones que siembra un capitalismo decadente que hunde a cada vez más personas en una miseria que se torna con el correr del tiempo más inhumana les garantiza una segura oferta. Lo que de seguro no les conviene es privarse de la reproducción de la mano de obra, por eso los Milei son “liberales” para que un adulto pueda vender a un niño contra su voluntad pero no para que se puedan interrumpir los embarazos.

Ahora bien, sería un error grotesco asumir que el capital no gobierna hoy día en función de sus intereses porque este debate se plantee sobre lo que “podría ocurrir a futuro”. Es preciso aclarar entonces cuál es el rol del Estado en el capitalismo. Este último surge como la consecuencia de que la sociedad dividida en clases alcanzó cierto grado de desarrollo, dando origen al poder estatal “para que las clases sociales, con antagonismos irreconciliables y con intereses económicos en pugna, no devoren a la sociedad en una lucha estéril”, parafraseando a Friedrich Engels. Así el Estado aparece ante todo para “amortizar” estos choques de intereses a fin de preservar un orden social donde una clase es dominada por otra.

Pero la función última del Estado para imponer el dominio de una clase por sobre otra, la explotación del hombre por el hombre, es valerse de su aparato represivo para resguardarlo cuando los explotados lo hagan tambalear. Por ello mismo es que Milei alguna vez dijo que “en la teoría es anarcocapitalista, pero minarquista en la práctica: el Estado tiene que estar a cargo de la seguridad y la Justicia”. Estas palabras no son casuales. El economista quiere “desregular” algunas cosas y otras no.

Quiere “desregular” las obligaciones fiscales para el empresariado, “desregular” los derechos laborales, “desregular” conquistas que valieron décadas de lucha, “desregular” todo aquello que esté prohibido por la ley y pueda suponer una piedra en el zapato para algunos negociados capitalistas. Destruir la educación, la salud, la asistencia social; pero preservar la policía, la Justicia o las cárceles para reprimir, perseguir y encerrar a los trabajadores que se organicen y luchen contra las tropelías de la clase social dominante.

Milei viene entonces a proponer una aceleración sin precedentes del cuadro de barbarie al que nos conduce la decadencia del capital. La tarea es superar a este régimen social para barrer de fondo la mera razón de existir de los Estados capitalistas: que una privilegiada clase social minoritaria domine a una cada vez más pauperizada.