Políticas

26/9/1990|314

Justicialismo y stalinismo

Moscú, con Menem y el alto mando

Al espectáculo habitual del embajador yanqui Todman dictándole públicamente al gobierno de Menem lo que tiene que hacer, se le ha sumado ahora el nuevo embajador de la URSS. Vladimir Nikitin declaró que “la disposición argentina a enviar naves al Golfo Pérsico es sin dudas inteligente y moderada”, es una “actitud —reiteró— lógica y coherente” (Clarín, 18/9). El burócrata pondera el servilismo menemista con el imperialismo, por la simple razón de que no es más que una réplica perfecta del servilismo gorbachoviano.

Gorbachov y Menem se caracterizan en sus respectivos países por impulsar los negocios petroleros y bancarios de los grandes monopolios, que son los principales interesados en una guerra contra Irak.

La política exterior de la burocracia rusa no es más que la continuidad de su política interior procapitalista. Por eso apoya la política de privatizaciones de Menem y la alianza de éste con el imperialismo mundial. Semejante política forma parte de la tradición histórica de la burocracia, que ya en el pasado apoyó a la Italia de Mussolini contra Etiopía y a la Norteamérica de Truman contra la Argentina de Perón, o a la instalación del Estado Sionista contra el pueblo palestino. Solo por vía de excepción la burocracia dio su apoyo a las naciones oprimidas contra el imperialismo, y en estos casos limitándose al plano diplomático y las más de las veces para defender a la burguesía nativa contra las masas.