Políticas

2/4/2020

Mujeres trabajadoras, doble opresión y pandemia

Plenario de Trabajadoras

La pandemia del coronavirus ha venido a agravar un cuadro de crisis social y económica ya existente en el país. Las consecuencias inmediatas del aislamiento obligatorio, para un sector enorme de la población, han sido nuevos despidos, agudización de la precarización laboral y un aumento descontrolado de precios. Las medidas del gobierno dejan expuestas a millones de personas a su propia suerte.


Las mujeres trabajadoras ocupadas, que no casualmente pertenecemos a los ámbitos laborales más golpeados por esta situación (salud, educación, trabajos informales, trabajo doméstico), y también las desocupadas, nos enfrentamos a un escenario de doble o triple daño. Es que nosotras realizamos históricamente doble jornada laboral: fuera de casa, en trabajos casi siempre precarios y con salarios bajos; y dentro de casa, estando a cargo de las tareas de cuidado de la familia, trabajo nunca reconocido y menos remunerado como tal. Esta cuarentena nos ha puesto a muchas a realizar esa doble jornada de explotación en el mismo espacio físico: el hogar.


A su vez, a todas se nos han vedado espacios de privacidad e intimidad, e incluso vías de escape a la tortuosa vida de “amas de casa”. A pesar de la situación de explotación que implica ir a trabajar, para muchas eso ya es una pequeña liberación del hastío hogareño. Para otras, ya no están las valiosas horas en que los chicos están en la escuela y la pareja (si la hay) en el trabajo, que usan para compartir con amigas o dedicarse a ellas mismas.



Trabajo en casa, por dos, por tres…


Las patronales tratan de evitar por todos los medios cargar con las consecuencias económicas de esta cuarentena y pretenden que las y los trabajadores llevemos la peor parte. En primer lugar, muchas mujeres han tenido que salir igual a la calle a buscar recursos para sostener a su familia: es que somos una enorme franja entre los desocupados, los que trabajan en negro o “por su cuenta” (vendedores ambulantes, feriantes, etc.) y ni hablar de las trabajadoras domésticas, sector que ha quedado sin ninguna protección frente a brutales abusos patronales. Todas ellas, además de enfrentarse a una indefensión laboral, al salir se exponen al contagio suyo y de su familia, lo que vuelve muy angustiante cada jornada de regreso a casa.


Así mismo, el patrón más consecuente en defender la continuidad de la explotación ha sido el propio Estado que, por ejemplo, hizo ir a los docentes “a cumplir horario” a las escuelas cuando no había clases. Luego, dijo estar asegurando la “continuidad pedagógica” online, pero esto, por ahora, solo ha redundado en mayor carga laboral para los y las trabajadoras de la educación. A su vez, otras que realizamos “home office” nos encontramos presionadas para responder a las exigencias de metas y horarios laborales como si estuviéramos en el trabajo y no en casa, en un espacio desde donde no es posible cumplir con esas exigencias. Porque, este “trabajo desde casa” hay que hacerlo en el medio de hijos e hijas aburridas por el encierro, bebes que lloran, comidas que hay que cocinar, platos y ropa que lavar, y muchos etcéteras más.


Para aquellas que están solas, la situación puede ser asfixiante, pero no lo es menos para aquellas que deben compartir esta situación con parejas (nos referimos a parejas especialmente heterosexuales, pero puede valer para otro tipo de vínculos). Ellos también están de cuarentena, pero por su educación en la sociedad capitalista no creen que deban garantizar esas tareas domésticas de igual manera. En algunos casos son “otro hijo” al que atender, en otros casos hay mayor colaboración. Pero las tareas domésticas al interior del hogar implican mucho más que cocinar o barrer. Implican el sostenimiento cotidiano de una de estructura agobiante y fastidiosa que sería ilusorio pretender que ahora no lo es tanto porque “estamos todos en casa y nos podemos repartir las tareas”.




La violencia del régimen a la orden del día


Por otra parte, estamos frente a una situación que expone a la clase obrera en general y a las mujeres y niñas/os en particular, a situaciones de vulnerabilidad y violencia más o menos directa. La mayoría de la población está haciendo esta cuarentena en condiciones materiales terribles, en casas chiquitas, sin los servicios básicos esenciales garantizados, sin ventilación ni higiene aseguradas, sin internet y donde, encima, ahora conviven todo el tiempo de 4 a 10 personas. Esto ya es en sí mismo una situación violenta que atraviesa a las familias obreras y pobres. Pero no podemos dejar de señalar que muchas mujeres y niños/as también están conviviendo con personas violentas o con sus abusadores, las 24 horas, lo que vuelve la cuarentena una historia de terror para estas mujeres y sus hijos e hijas. El Estado, preocupado por meter al ejército en los barrios, es incapaz de atender las miles de demandas de ayuda que siguen llegando a la línea 144, y que seguramente irán en aumento con el correr de esta crisis.



Una salida ante esta crisis


Lo que se pone de manifiesto en esta situación agobiante es hasta qué punto las relaciones sociales al interior del hogar, en lugar de ser un espacio de libertad o incluso de ocio, son un factor de opresión brutal, especialmente para las mujeres. La apología de la familia, tan cara a la iglesia y al conservadurismo, está siendo demolida por la experiencia personal extrema del aislamiento.


Así, con esta pandemia aparecen, brutalmente, señales de la inviabilidad de este régimen social.  Desde ya que las mujeres necesitamos fortalecer la independencia política de nuestras organizaciones. Porque es de la mano de esta independencia que podemos pelear contra un Estado y su gobierno que defienden los intereses patronales por encima de la vida de las y los trabajadores. Así mismo, la conexión de la opresión hogareña con el disciplinamiento social y laboral de las mujeres, con el fin de garantizar la reproducción de la sociedad capitalista y la dominación de clases, tiene que ser explicada sistemáticamente para comprender que la salida está en la organización de la mujer trabajadora y la unidad de clase para terminar con todas las formas de opresión, incluyendo la esclavitud en el hogar.