El viernes, las petroleras impusieron un incremento del 7,5% promedio en los combustibles. El aumento está compuesto en un 4% por la actualización del Impuesto a los Combustibles Líquidos (ICL) y al Dióxido de Carbono (IDC), el cual ha sido descongelado por el gobierno habilitando nuevos aumentos en las naftas, y en un 2,5% por la intención de las petroleras de empalmar los precios internos con los precios internacionales de exportación.

Así, la nafta súper, que estaba $744 el litro, ahora trepa a $800 en las estaciones de servicio de YPF de la Ciudad de Buenos Aires y la premium alcanza los $989 por litro. Este constituye otro golpe al bolsillo de todos los laburantes, que además se traslada a toda la cadena productiva porque encarece el precio de los fletes de todos los productos, acicateando la imparable estampida inflacionaria.

Desde que asumió Milei, los combustibles aumentaron alrededor del 6% a principios de febrero, 38% en diciembre y 27% en enero, y acumulan un 95% en el período. En abril se aplicará una nueva actualización de dicho tributo (3,3%) y en mayo también (6,8%), lo que vaticina que el incremento de precios en las naftas continuará en ascenso.

A su vez, se registra una fuerte caída de la demanda. Un informe de Politikon Chaco, en base a datos de la Secretaría de Energía previos a este último aumento, afirmó que en enero se registró una caída de las ventas del 5,8% respecto al mismo mes del año pasado y fue la peor desde febrero de 2021. Respecto a diciembre, la caída fue del 7,5% mensual.

Esto desmiente la receta que busca vender el gobierno de que la caída del consumo hará disminuir los precios, los cuales siguen incrementándose mientras los ingresos de la población permanecen congelados o incluso recortados, como es el caso de la asistencia social. De continuar, el programa de gobierno no hará más que agravar las penurias que hoy padecen laburantes, jubilados y los sectores más pobres. La única forma de enfrentarlo es en las calles.

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