Políticas

25/1/2007|979

Nahuel Moreno, una biografía reciente


La biografía de Nahuel Moreno, que acaba de publicar la colección Fundadores de la Izquierda Argentina, repite, en una versión resumida, lo ya publicado por el morenismo en el pasado sobre su propia trayectoria, con las distorsiones correspondientes. El autor oculta el profuso trabajo de desmistificación realizado en varios libros y otra clase de publicaciones, en especial por parte del PO. Esta inconsistencia descalifica la seriedad del libro y del autor; es evidente, éste conoce gran parte de esa literatura pues la menciona por pura forma. No es una biografía sino una hagiografía (según el diccionario, discurso elogioso o historia de un santo).


 


El autor, Hernán Brienza, presenta a Moreno como un trotskista consecuente, un enemigo del dogmatismo y poseedor de una gran “honestidad intelectual a la hora de reconocer errores y hacerse cargo”. No es, sin embargo, el método que sigue el libro, el cual pasa de largo los ‘errores’ que asegura fueron reconocidos, de modo que no se entiende de qué habla cuando dice que fueron ‘reconocidos’.


 


Moreno debutó políticamente enfrentando al peronismo, que surgía como un movimiento nacional con fuerte apoyo en la clase obrera. Si acaso desconocía lo que había escrito Trotsky, en México, como consecuencia de la experiencia nacionalista de Lázaro Cárdenas, no podía, sin embargo, ignorar los cuatro primeros congresos de la III Internacional. Sea como fuere, ocupó el campo político de la izquierda argentina de esa época, el PC y el PS, que actuaban como furgones de cola de la Unión Democrática y el imperialismo yanqui (los llamó a votar en las elecciones de 1951).


 


En 1953-54, en un viraje de 180º, típico del ‘morenismo’, pasaría a apoyar al peronismo, y a partir de 1956 a practicar el ‘entrismo’ en el peronismo. Para tener una idea de lo que fue ese ‘entrismo’, debajo de la rúbrica de Palabra Obrera, nombre del periódico de la corriente morenista, se informaba que estaba “a las órdenes del general Perón” (en esa línea publicó los tres capítulos del libro de Perón, dedicados a explicar la naturaleza anticomunista del justicialismo). En los sindicatos siguió fielmente a la burocracia, en especial en los momentos más críticos de ésta por la oposición del activismo sindical, como enseguida después de la huelga general de enero de 1959. En 1958 cambió la posición de voto en blanco por el voto a Arturo Frondizi, para cumplir disciplinadamente (como lo dijo) con la orden de Perón desde Puerta de Hierro.


 


Sin este seguidismo incondicional al peronismo no se puede explicar otra de las grandes ‘hazañas’ políticas de Moreno: la denuncia de la revolución cubana como gorila (durante casi todo 1959) y la defensa de Fulgencio Batista, al que le adjudicó una resistencia parcial a los yanquis, debido a una disputa sobre la cuota azucarera de Cuba en el mercado norteamericano. En el proceso histórico ulterior marcado, por un lado, por el castrismo y, por el otro, por el enfrentamiento entre Mao y la burocracia rusa, Moreno fue indistinta y sucesivamente maoísta, guevarista y filofoquista (se adelantó a los chavistas actuales con el señalamiento de que cualquier clase social, no necesariamente la clase obrera, puede ser el sujeto histórica de una revolución permanente).


 


En la crisis política posterior al Cordobazo apoyó la institucionalización de Lanusse-Perón, lo cual le valió, entre otras cosas, la ruptura con Roberto Santucho, al cual había ganado a mediados de los ’60 para formar el PRT. Luego, bajo el gobierno de Perón, apoyó el ‘frente de los 8’, con todos los partidos patronales de la época, alegando la amenaza de un golpe inminente, cuando en realidad era el gobierno de Perón el que protagonizaba golpes de Estado contra los gobiernos provinciales de la izquierda peronista y contra los activistas. Sin embargo, cuando el golpe tuvo lugar, el bloque de los 8 se había convenientemente disuelto y la mayor parte de sus integrantes apoyó el golpe militar, mientras Moreno calificaba a la criatura de Videla como la “más democrática de América Latina”, con la seguridad de que convocaría a elecciones en un plazo breve. Luego de haber promovido una propuesta de amnistía general, en 1981, que las organizaciones de derechos humanos repudiaron en bloque, Moreno saludó la caída de Galtieri como el inicio de “una revolución democrática”. Poco antes de su muerte, a la temprana edad de 62 años, Moreno tuvo tiempo de formar el Frente del Pueblo con el partido comunista y dirigentes burocráticos del peronismo, cuyo ‘motto’ estratégico era la “democracia con justicia social”.


 


Lo dicho hasta aquí es una enunciación (¡y de ningún modo exhaustiva!). Esta enunciación no equivale a una explicación de las posiciones adoptadas, que el lector deberá buscar en la literatura del Partido Obrero y de otros partidos de otros países. Explicar esas posiciones requiere vincularlas a las condiciones de cada momento político y de la lucha de tendencias en cada período, incluso en el plano internacional, donde el ‘entrismo’ (entendido como disolución política) ya estaba avanzado como política en numerosos países de Europa y América Latina. Para dar solamente un ejemplo de la necesidad de vincular las posiciones en presencia con el conjunto de las condiciones históricas de cada momento, tenemos la paradoja (que es distinto a una contradicción) de que una de las posiciones estratégicas más oportunistas del morenismo, y más perjudiciales para la clase obrera, en lugar de servir como enseñanza y de escarmiento, hicieron escuela: cuando Moreno abandona el peronismo, con apenas unas decenas de militantes, comienza, en Argentina, la gran ola de ‘entrismo’ en el peronismo. Desde el socialismo (que se escinde por segunda vez a partir de 1962) y grupos maoístas y escisiones del partido comunista, una suerte de entrismo será practicado cada vez con mayor alcance, hasta rematar en las FAP, Montoneros y FAR. Como se ve por este relato, Moreno fue un infatigable protagonista político. Curiosamente, a Brienza se le escapa esta fuerte característica de su personaje.


 


La biografía casi no enuncia nada de lo señalado, ni mucho menos el hilo conductor de esas posiciones Por ejemplo, le dedica unos obligados pocos renglones al debut del morenismo frente al peronismo, pretendiendo ignorar que la posición filo gorila fue practicada consecuentemente durante nueve años; sin embargo, abunda en anécdotas superficiales sobre ese período. Al principio, Moreno identificó al peronismo con el fascismo, como lo hizo toda la izquierda pro-yanqui. Véase lo que escribió del 17 de octubre, todavía en 1949: “una movilización fabricada y dirigida por la policía y los militares, y nada más”; otra: “la vanguardia de la ofensiva burguesa contra las grandes conquistas obreras”; otra: a los sindicatos regimentados por Estado, como “sindicatos fascistas o semifascistas”.


 


La biografía luego incursiona en el “debut internacionalista” de Moreno en 1948. Reconoce que Moreno fue “un pablista de la primera hora”, lo cual no es poca cosa, porque el pablismo (Michel Pablo) revisaba la tesis de Trotsky de que el Estado obrero burocratizado era un accidente histórico y lo transformaba en una nueva etapa de varios siglos, o sea que la revolución socialista no era viable en ningún lado y que debería esperar a la victoria final del ejército rojo. En este sentido, es significativo que Brienza no adjudique la ruptura de Moreno con el pablismo a esta tesis contrarrevolucionaria (que, por otra parte, fue la razón real de la ruptura de la mayoría de la sección francesa). Dice que “el principal motivo de la discordia fue el proceso político boliviano”, ya que la consigna de “todo el poder de la COB”, el equivalente a la posición bolchevique en 1917, en el marco de la revolución boliviana de 1952, se presentaba en oposición a la línea ‘menchevique’ del pablismo, que consistía en el ‘apoyo crítico’ al gobierno de Paz Estenssoro. Aquí Brienza ni siquiera leyó lo publicado por el Nº 2 de Moreno, durante muchos años, Ernesto González, el cual reconoce que Moreno llamó a integrar el gobierno de Paz Estenssoro, con “ministros obreros” (por supuesto). Recién en enero de 1953, cuando la revolución se encontraba en reflujo y no existía más una dualidad de poderes, Moreno planteó “todo el poder a la COB”, es decir, cuando la COB se había burocratizado (la escisión internacional, en 1953, obedeció, en realidad, a disputas faccionales en las secciones norteamericana e inglesa).


 


En 1954, ante la evidencia abrumadora de los desastres ocasionados por sus desaciertos políticos, Moreno pegó un giro de 180 grados y decidió hacer un pre-entrismo en el peronismo, ingresando a un Partido Socialista de la Revolución Nacional, integrado por el socialista Dickman y Abelardo Ramos, entre otros, el cual era un agente encubierto de la secretaría de prensa y difusión del gobierno. En esta fase, Moreno garabatea la tesis de construir un “partido centrista legal” —precursor de muchas otras tentativas posteriores del mismo cuño y del movimientismo del que hacen gala los morenistas en el momento presente.


 


1954 era ya un período de gran crisis política y estaba en marcha la preparación del golpe contra Perón. Aquí el autor sostiene que el morenismo “no se planteó las dudas (¡¡¡sic!!!) que había tenido en 1945”, y llamó a luchar contra ese golpe. Pero no es así: porque cuando luego del golpe de junio del ’55 y el fracaso del llamado a la conciliación nacional, Perón presenta, a fines de agosto, su renuncia al Congreso, Moreno plantea que hay que aceptar la renuncia de Perón y designar en su reemplazo a un senador de la CGT (por añadidura, recontra-ultra-burocratizada). O sea, ca-pi-tu-la-ción ante el golpe gorila al acecho.


 


El entrismo en el peronismo duró casi siete años, hasta 1963. Sobre ese período también los renglones dedicados por Brienza son escasos y no se dice nada de un seguidismo que no tuvo límites. Por ejemplo, lo repetimos, no se dice que el periódico morenista, Palabra Obrera, decía que estaba “bajo las órdenes del General Perón y del Comando Superior Peronista”. Ernesto González reconoce que “cuando llegó la orden de Perón de votar por Fondizi cayó como un balde agua fría sobre el activismo obrero” y que pese ello Palabra Obrera lanzó la consigna de “Acatemos la orden de votar a Frondizi, pero críticamente…”.


 


Ya vimos que asimiló a Batista con Perón y a Fidel con la Libertadora, y que repudió la revolución cubana. El entrismo desmoralizó a centenares de activistas obreros que habían ingresado a Palabra Obrera, como más tarde el democratismo del MAS lograría lo mismo con una generación más reciente. Reducido a un pequeño grupo, Moreno buscó otro atajo e hizo un acuerdo sin principios con el Frip de Roberto Santucho, dando nacimiento al PRT. El Frip era una organización declaradamente nacionalista, indoamericana, no internacionalista. Meses antes, preparando este giro, había reivindicado al maoísmo y al foquismo. En 1967, un congreso del PRT declara perimida la tarea de construir un partido obrero y llama a formar “organizaciones armadas de la Olas”, la central guerrillera que impulsaba La Habana.


 


Tras la escisión con Santucho, y el estallido del Cordobazo, Moreno pasa a apoyar la “institucionalización” que ofrecen los militares. Sobre la base de una maniobra que apuntaba a lo electoral, en 1971 constituyó el PST con el ala del PS que encabezaba Juan Carlos Coral. En esos años, integró los frentes multipartidarios que se gestaron para apoyar al gobierno peronista e incluso, frente a los atentados de los Montoneros o el ERP contra altos jefes militares, el PST llegó a solidarizarse “con el dolor de sus familiares y colegas” y se negó a plantear la libertad de los presos políticos guerrilleros.


 


Tras el golpe de Videla y hasta mayo de 1978, Moreno sostuvo que el gobierno militar era la “dictadura más democrática del Cono Sur o “dictablanda”); que su objetivo era aplastar sólo a la guerrilla y restaurar la democracia. Después de exaltar durante dos años al “ala aperturista” de Videla, el PST se opuso al boicot al Mundial de Fútbol que impulsaban organizaciones en el exterior ya que “exageraban” la magnitud de la represión. En Opción, julio 1978, destacaron que “la esposa del Presidente Videla también participó de este hecho positivo y gran avance de la mujer. Ella también fue a la cancha”.


 


En 1978 Moreno emprendió un nuevo viraje: pasó a definir la etapa como contrarrevolucionaria y a colocar a la burocracia sindical en una línea de resistencia a la dictadura. Sin progresos, en 1980 volvió a virar de posición y retomó la vieja tesis menchevique sobre la progresividad de los “frentes populares” en los países atrasados y la colaboración con la burguesía cuando se trata de poner en pie regímenes democráticos (pretendía justificar el apoyo de su corriente al gobierno de Salvador Allende). Con esa postura, Moreno fundó en 1982 el MAS, al cual presentó como la versión rioplatense del Psoe (en Brasil intentaría algo similar con Convergencia Socialista). Publicó una solicitada, en Clarín, con esta posición, firmada por un dirigente del PSA. Después de su muerte, el MAS estalló en varias escisiones, que se ramificaron a su vez en otras tantas.