Políticas

18/2/2016|1399

Neuquén y los negocios de Shell, Repsol y Aranguren

En Neuquén, a pesar del gran batifondo hecho sobre Vaca Muerta, al punto que hoy ambas palabras son sinónimo de No Convencional, el 80% de la producción de gas No Convencional (tight gas) se extrae de otras formaciones que no son Vaca Muerta. Por ejemplo, Mulichinco, Las Lajas (Informe anual de Producción No Convencional de Petróleo y Gas, provincia de Neuquén, Año 2014)

A la ronda de suspensiones y jubilaciones forzadas, impuestas por el acuerdo (ver prensa obrera Nº 1398) firmado por el secretario general del sindicato en Neuquén, Río Negro y La Pampa (el senador Guillermo Pereyra) y la cámara de empresas de servicios especiales (Ceope), se suman ahora nuevos nubarrones sobre los trabajadores del sector. En Chubut, las operadoras, en especial PAE e YPF, luego de recibir un fabuloso subsidio estatal, reclaman un acuerdo similar al firmado por Pereyra para esa provincia.


 


El sindicato neuquino pidió al Ministerio de Trabajo que el acuerdo sea también firmado por las operadoras (Total, Petrobras, Chevron, PAE y otras) para “unificar criterios para su aplicación”.


 


En el caso de Neuquén, la muletilla tanto de Pereyra como del gobierno es que la salida a esta crisis pasa por incentivar las inversiones en el sector gasífero.


 


El incentivo es nada más y nada menos que el aumento del precio del gas en boca de pozo. El gobernador reclama que lo lleven a 5 ó 6 dólares el millón de BTU (ahora pagan 3 por el gas convencional y 7 por el no convencional). Pereyra reclama un aumento superior al aumento de la luz. Según la óptica del gobierno y del burócrata, se podría reemplazar con producción neuquina lo que actualmente se importa como GNL y desde Bolivia (16 millones de m³ por día).


 


Pero mientras en Neuquén se ilusionan con esa “salida”, Aranguren (que dilata una definición para el precio del gas en boca de pozo) tiene otros planes.


 


Shell y Repsol en la escena


 


Shell acaba de consolidar la compra por 70.000 millones de dólares de British Gas (BG), con importante producción en Bolivia en los yacimientos proveedores de gas a la Argentina.


 


Está asociada en esos yacimientos del sur boliviano (Caipipendi-Huacaya) con Repsol y ambas, ¡junto a PAE!, operan la planta Margarita donde se procesa casi todo el gas que se exporta a nuestro país.


 


El precio actual del millón de BTU de gas importado desde Bolivia, es de 4 a 5 dólares (llegó a estar a 3,90 dólares). Un precio apenas superior (5,5 dólares por millón de BTU) tiene el GNL que viene de Trinidad Tobago, actualmente en manos de Shell (se los compró a Repsol).


 


Con esos precios, el gas boca de pozo en Neuquén no tiene ninguna competitividad si sube apenas un poco. Ni siquiera los 7 dólares por millón de BTU del “gas plus” habían entusiasmado a las operadoras para invertir en Neuquén.


 


De modo que la ecuación sólo cierra con más despidos y una mayor flexibilización laboral, pérdida de conquistas, ritmos y jornadas de trabajo a destajo. Pereyra se lo ve venir, cuando afirma: “si no tenemos un plan para después, vamos a prolongar la agonía y la situación puede derivar en despidos” (El Inversor Online, 11/2).


 


No es  Vaca Muerta


 


En Neuquén, a pesar del gran batifondo hecho sobre Vaca Muerta, al punto que hoy ambas palabras son sinónimo de No Convencional, el 80% de la producción de gas No Convencional (tight gas) se extrae de otras formaciones que no son Vaca Muerta. Por ejemplo, Mulichinco, Las Lajas (Informe anual de Producción No Convencional de Petróleo y Gas, provincia de Neuquén, Año 2014).


 


De modo que cuando Pereyra pide un precio del gas en boca de pozo que aumente más que las tarifas eléctricas -es decir, que supere el 500% de aumento, sabe de qué está hablando. Porque muchas de las formaciones donde está el reservorio de tight gas, se encuentran más profundas que Vaca Muerta (por Los Molles, Las Lajas, Lotena, etc.).


 


Se debe ir más profundo para sacar el tight gas. Mayores costos. La ecuación vuelve a cerrar apuntando al costo laboral. Con lo cual se dimensiona el nivel superlativamente antiobrero que tiene la firma del acuerdo del burócrata con las patronales.