“No los une el amor sino el espanto… ”
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Efectivamente, las últimas declaraciones políticas del Coronel Seineldín ponen de relieve una unidad de fondo de la jefatura “carapintada” con la “sinagoga radical” de Alfonsín, y aunque es obvio que lo que relucen son las municiones verbales que se cruzan, podemos afirmar que los relumbrones de esta rencilla, a poco que se analiza deja caer los velos de un fundamento común.
uando Seineldín ataca a los Caputo, Nosiglia y Cía considera necesario involucrarlos con el demonio, que en la estrecha visión religiosa que el jefe “carapintada” tiene de la política se denomina “trotskismo” y Cuarta Internacional. Naturalmente esta combinación química de mal gusto no resiste el menor análisis, pero no es menos significativo que en el “exorcismo” del Coronel Seineldín no figure una sola letra destinada al gran capital, al imperialismo yanqui y al Pentágono.
En esta caracterización política no hay un gramo de ingenuidad, por el contrario, es evidente que el “salvífico Coronel” ha advertido que sin la anuencia del imperialismo no puede progresar en términos de control del aparato del estado. En este contexto las expresiones volcánicas contra el colonialismo británico se demuestran como el ajuar de seda para un matrimonio espurio con la bestia imperialista, verdadero reaseguro de la presencia británica en Malvinas.
Pero hay algo de lo que la “sinagoga” radical puede ufanarse y es el hecho de haberle dado las orientaciones políticas fundamentales a sus “mortales enemigos”, los “carapintadas”, porque el inicio de la campaña contra el trotskismo es de auténtico cuño alfonsiniano, mal que le pese al fundamentalista Coronel Seineldín.
El gobierno radical por boca de su presidente le dijo al pueblo argentino que los trotskistas querían torcerle el brazo y fue el Dr. Pugliese desde el ministerio del interior quien imputó al PO la instigación a los saqueos a supermercados.
Como dos gotas de agua unos y otros ocultan al verdadero responsable de la más grande crisis que haya padecido nuestro país; y señalan con el dedo acusador al Partido que utilizó la campaña electoral para facilitar al pueblo la comprensión de sus problemas y señalar a los verdaderos responsables: Los City Bank, Bunge y Born y Cía.
No los une el amor, es cierto, pero ambos quieren hacer circular la misma falsa moneda por el espanto que les produce la falta de salida —en cualquiera de sus variantes—, de la clase social que representan, ante una crisis histórica del capitalismo a nivel mundial.