Políticas

3/9/1999|640

Ñoquis

A Jorge Lanata no le gustó que el diputado Chacho ‘Manos Lim-pias’ Alvarez le dijera que tenía como secretario a su propio hermano porque era una persona de talento.


A la ‘bestia’ tampoco le agradó que la legisladora Marta Oyhanarte, la Madre Teresa de la transparencia, le informara que había nombrado a su propia hija para lo mismo, aunque ésta hubiera luego renunciado debido al malestar que causaba este negocio en familia.


¿Por qué, se debe haber rascado la cabeza Lanata, hasta los ‘honestos’ están corrompidos? ¿Por qué un centroizquierdista se parece como dos gotas de agua a un menemista?


Le podemos dar la respuesta.


Para los políticos patronales, los cargos electivos son una propiedad privada. El dueño escoge a sus subordinados. Depende de la ‘confianza’ de sus íntimos, no de sus compañeros de lucha o del pueblo que se moviliza.


Los funcionarios patronales, aunque electos, no pueden ser removidos en función de una decisión popular. Se fijan ellos mismos sus propios, elevados, sueldos y privilegios. ¿Podría ser de otro modo si legislan para beneficio de los capitalistas?


El demócrata ‘puro’ quisiera que el funcionario patronal fuera un simple asalariado. Pero no lo es; es un capataz. Vigila a los asalariados, trabaja para incrementar el beneficio de su amo. Tiene el privilegio del supervisor.


Para el Partido Obrero, el cargo legislativo es un puesto de lucha, de partido. Es un arma al servicio de la acción colectiva. Su estrategia y su composición se deciden colectivamente, como partido, o en la asamblea obrera. No reúne camarillas ni compinches. Necesita de la confianza de las masas, no de la lealtad personal de los secretarios, talentosos o no.


Para los partidos patronales, todo el año es 29.