Políticas

21/1/1999|615

Nos llevan al precipicio

Tenemos cuatro millones de desocupados; los índices de pobreza más altos de la historia; los salarios por el suelo; la salud y la educación caras y privatizadas; concentración fantástica de capitales por un lado y de miseria social por el otro; una completa inseguridad social y personal; el descarado hundimiento de las llamadas instituciones del Estado. 

Nada de esto ha sido suficiente, sin embargo, para devolverle la estabilidad al capitalismo. Ningún sacrificio ha alcanzado para que, a cambio, se plantee alguna mejora, al menos futura. 

La bancarrota de Brasil demuestra, sumada a la gigantesca crisis mundial, que el capitalismo se derrumba sobre sus propias bases. Que los sacrificios que nos han impuesto a fuerza de despotismo, de engaños y de la traición de los dirigentes obreros, amenazan convertirse en holocausto. 

El sistema capitalista clama por su desaparición. No ha logrado darse una perspectiva ni aún después de haber sometido a sus eventuales enemigos, como la URSS, China, etcétera. 

Brasil fue derribado con conciencia y alevosía, por parte del FMI y del propio gobierno brasileño. Durante varios meses conspiraron para financiar la fuga de capitales por 60.000 millones de dólares; ahora tiran todo encima del pueblo con una gigantesca inflación. 

Igual que en la enorme crisis de los años ‘30 las naciones latinoamericanas siguieron aplicando las superadas recetas de los centros imperiales cuando ya la crisis mundial se encontraba bien avanzada. Esta vez, sus burguesías gobernantes han demostrado ser aún más rastreras. 

La economía capitalista argentina y el propio gobierno de Menem enfrentan ahora la posibilidad del colapso. Se habla de dolarizar la economía en medio de la crisis, lo que equivale a cerrar las persianas del país. Los despidos y las suspensiones crecen, se reducen los salarios todavía más, las empresas cierran. 

Hay una salida, sin embargo. 

Expropiar cualquier empresa que cierre o suspenda y ponerla en funcionamiento. 

Prohibir los despidos y reincorporar a la actividad productiva a los desocupados mediante el reparto de las horas de trabajo. 

Nacionalizar la banca para evitar el desguace nacional. 

Unimos de inmediato con los trabajadores de Brasil, Uruguay, Paraguay, Chile y Bolivia, y de toda América Latina, para impulsar un programa obrero y campesino. 

Los capitalistas y sus políticos tienen la enfermedad terminal de la ineptitud histórica. Su incapacidad es el reflejo de las nulas posibilidades del sistema que defienden. 

Fuera Menem. Abajo el frente nacional de Duhalde, Cavallo y la Alianza para salvar a este régimen antiobrero. 

Que gobernemos los trabajadores.