Políticas

9/2/1989|257

Nuestra crítica al M.T.P.

Los ríos de tinta que se han gastado y malgastado en relación a los sucesos de La Tablada no han sido suficientes para que la prensa dedicara un mínimo espacio a la caracterización política del Movimiento Todos por la Patria. En este ocultamiento han rivalizado la derecha, el “centro” y la “izquierda”, todos los cuales se han librado a una competencia de insultos e improperios contra los muertos, precisamente porque hasta el día anterior de los acontecimientos el MTP era aliado de la mayor parte de ellos. Nadie ha logrado explicar por qué un hijo del actual proceso político ha protagonizado una rebelión contra las reglas del juego constitucionales, ni mucho menos consiguen ver en lo ocurrido un síntoma de la crisis política del régimen actual

Defensa del “proceso” democrático

En el campo de la izquierda, el MTP se caracterizó desde su fundación por ser el más denodado defensor del proceso democratizante (pero de ninguna manera democrático), iniciado en 1983 sobre la base del pacto tripartito de las fuerzas armadas, los partidos políticos y el imperialismo norteamericano. El MTP siempre se negó a realizar una caracterización de clase del “proceso” democratizante y, por lo tanto, de sus infranqueables limitaciones. Sólo el Partido Obrero señaló que la burguesía nacional y el capital imperialista que habían sostenido a la dictadura militar, eran las fuerzas sociales dirigentes del nuevo régimen político. Para el MTP los límites del proceso democratizante eran solamente iniciales y podían por lo tanto ampliarse sucesivamente como consecuencia de una acción que debía realizarse dentro de los marcos del propio sistema, sin pasar por una revolución social dirigida por la clase obrera.

Es significativo que el MTP (aunque aún no tuviera esa estructura) hubiera debutado en 1984 con el apoyo al plebiscito del Beagle, una exigencia del imperialismo para “estabilizar” el cono sur y orientar los procesos políticos de Chile y de Argentina; no en vano el gestor del “tratado de paz” fue el Vaticano. Es que este plebiscito fue uno de los grandes reaseguros que la “democracia” le brindó al imperialismo, al punto de que éste terminó por preferir al “liberal” y “socialdemócrata” Caputo respecto a sus rivales “occidentales y cristianos” de la derecha anticomunista. Quiere decir que la ceguera democratizante llevó tempranamente al MTP a declararse solidario de una operación esencialmente pro-imperialista y a colaborar con la colocación de una de las piedras fundacionales del régimen que habría de masacrarlo un lunes de enero de 1989. Comprender esta contradicción política es lo que podrá permitir caracterizar el asalto a La Tablada.

El MTP no se estructuró como un partido político sino como un movimiento suprapartidario, cuyos integrantes no necesitaban -decía Jorge Baños- “renegar de (sus) identidades políticas” (Clarín, 10/5/86). Se decía que “las estructuras partidarias no dan respuesta suficiente a la magnitud de los problemas nacionales” -una forma de plantear que “al país lo arreglamos ‘entre todos’ (nombre de la revista del MTP) o no lo arregla nadie.” Todo esto significa que el MTP no pretendía diferenciarse del régimen político burgués ni tampoco que la clase obrera se delimitara de las otras clases sociales, algo que sólo puede ocurrir si construye su propio partido. Para el MTP la acción política y el programa debían ser policlasistas, o sea democrático burgueses. Por esto proponía una “reforma constitucional” y “transformar al actual sistema en una democracia participativa” (La Razón, 9 y 12/5/86). Este planteamiento estaba sacado de un partido tan poco revolucionario como el PI, en el cual habían actuado varios integrantes del futuro MTP. No se decía, sin embargo, que la “participación” popular en el Estado burgués, cualquiera fuera la forma política de éste, es siempre un equivalente a la integración de las organizaciones de masas al Estado de sus explotadores. El peronismo y el sistema político mejicano son dos ejemplos de “democracia participativa”; otros ejemplos lo constituyen el fascismo y el nazismo.

El MTP ha repetido siempre la muletilla general de la izquierda democratizante (es decir pequeño burguesa) que se refiere a la “profundización de la democracia con justicia social”. Este planteo delata una ilimitada ilusión en las posibilidades de desarrollo de la democracia de contenido burgués y hasta en la “humanización” del capitalismo. Estos planteamientos no debieran sorprender porque son comunes al conjunto de la “izquierda” mundial, que de un tiempo a esta parte ha sacado a la cuestión de la democracia del terreno de la política y de la lucha de clases y la ha transformado en un “valor universal”, es decir en una categoría fuera de la historia concreta. Es evidente que no puede existir un “valor universal” común a los banqueros que se cobran la deuda externa hundiendo a naciones enteras y a los pueblos que quieren dejar de pagar esa deuda externa con el consecuente derrumbe de los banqueros.

Apoyo a “Felices Pascuas”

Muy pertinente con relación a lo ocurrido en La Tablada es recordar que el MTP firmó el “acta democrática” de las “felices pascuas” de 1985, cuyos términos comportaban el apoyo principista al Estado burgués y la aprobación de la inminente ley de obediencia debida. El “acta” fue firmada desde Alsogaray hasta Echegaray y desde la Sociedad Rural hasta la CGT, y fue apoyada por todos los estados del mundo sin excepción. Nadie se detuvo entonces en denunciar la “mano negra” del extranjero, salvo naturalmente el PO. “Como pocas veces -decía entonces la solicitada firmada por Baños, Puigjané, Provenzano, Burgos, Ferreira, Dri- el pueblo… encontró en el presidente Raúl Alfonsín, en su gobierno, en la mayoría de los partidos políticos de oposición… coraje para enfrentar la muerte y generosidad para abrir los canales de participación”. Tantos méritos no impedían que la solicitada planteara “bregar para que no se utilice el Acta de Compromiso Democrático y ninguna otra herramienta legal o jurídica para consagrar una nueva forma de Impunidad.” De tal manera que el MTP apoyó la acción del gobierno conciente de toda la capitulación que esa acción había significado; la democracia no era rescatada en su “valor universal” sino en toda su miseria política, que es lo único que tiene de “universal”. La lectura de esta solicitada luego de lo de La Tablada es absolutamente patética. El MTP se tomó hasta la última gota de la copa de la democracia antes de partir hacia una acción desesperada para defender a esa democracia de un golpe supuestamente inminente de los beneficiados por el “acta democrática” y por el “coraje” de Alfonsín y sus “opositores”.

En 1988 el MTP se convirtió en el abanderado más firme del frente de “centro izquierda” que debían encabezar Ricardo Molinas y Auyero, para impulsar “una política que luche sin retroceso por la justicia social, pero que al mismo tiempo fortalezca el sistema democrático”. Se insinúa así en esta solicitada (22/7/88) el riesgo de que la lucha “sin retroceso” pueda ser incompatible con la democracia, una alternativa que debía ser evitada en beneficio de esta última. En “El Periodista” (2/9) Roberto Felicetti insistía en que la base del frentismo electoral debía estar constituida por la democracia cristiana y el PI.

No existe la menor confusión sobre la filiación de la estrategia del MTP. Es esta estrategia la que explica la limitación política fundamental que lo conducirá al ataque a La Tablada.

Parar el golpe con las armas de la democracia

En oportunidad del último levantamiento militar la dirección del MTP, ahora con la firma de Gorriarán Merlo, caracterizará que los “militares (tanto “leales” como “rebeldes”) quieren desprestigiar totalmente (a la democracia), y luego destruirla”. Es decir que plantea la perspectiva de un golpe y la necesidad de defender a la democracia. No toma en cuenta que el imperialismo continúa apoyando al régimen democrático y que esto es una valla fundamental de cualquier tendencia golpista. Establece así una contradicción insuperable entre la camarilla militar y el régimen democrático burgués, lo cual es naturalmente falso. Postula entonces la “Resistencia Civil” contra los “que atenten contra la democracia” (7/12/88). Lejos de señalar el encubrimiento que toda democracia de contenido burgués realiza con respecto a los complots de su mando militar y de su cuerpo de oficiales, funda en las fuerzas sociales que sostienen a la democracia la lucha contra el militarismo y el golpe. En la solicitada se dice que sólo “en ciertos dirigentes antipopulares o antidemocráticos del radicalismo y del peronismo” encuentra “eco” el planteo de “amnistía, indulto, corte de juicios, pacificación”. El homenaje en pleno del Congreso Nacional a las fuerzas “carapintadas” que reprimieron en La Tablada constituye una trágica refutación de esta caracterización política.

En vísperas de los acontecimientos de enero, la composición de lugar que se hacía la dirección del MTP era la siguiente: hay un proceso golpista en marcha que tiene el apoyo de Menem y que llevaría al desplazamiento de Alfonsín por Víctor Martínez. Esto se desprende de un reportaje a Jorge Baños en “Página 12” del 23 de diciembre. El ataque a La Tablada aparece así concebido para salvar al gobierno constitucional del golpe militar y conseguir como consecuencia de ello una “democracia participativa”. El apoyo mayoritario que lograría la acción de La Tablada provendría de este modo, naturalmente, de todas las fuerzas sociales interesadas en la defensa del proceso político actual. El grupo atacante actuaría como vanguardia del conjunto de las clases sociales del país, exceptuada la “eterna” minoría oligárquica. Sustituiría a la burguesía “democrática”, en la defensa de su propio régimen de dominación. Esta acción no necesitaría del largo proceso de formación y maduración de una vanguardia obrera revolucionaria ni de la organización independiente de los explotados. Este trabajo podría ser abreviado por la acción armada, en la misma medida en que el proletariado podría ser sustituido por la burguesía y la pequeña burguesía en una lucha revolucionaria circunscripta contra las fuerzas armadas, pero no contra el Estado y el régimen social que las sustenta. Es esta enorme confusión y la resultante estrategia antirrevolucionaria, la que preside los acontecimientos del 23 de enero pasado.

Es muy interesante con relación a todo esto la denuncia de Alfonsín a una agencia noticiosa italiana, de que el MTP quería llevarlo a una guerra civil contra los militares. En efecto, la burguesía constitucional no tenía la menor intención de jugar el papel que le asignaba el MTP en su equivocada caracterización de las relaciones de clases en Argentina.

Hagamos el balance

Al señalar las descomunales limitaciones políticas del MTP, las cuales no son más que una expresión agravada de los planteamientos foquistas de las décadas anteriores, queda en claro el carácter contrarrevolucionario de la burguesía argentina y de sus distintos regímenes políticos en lo que se refiere al planteamiento de la liberación nacional y la conquista de la democracia política (que es la dominación política efectiva de las grandes mayorías explotadas). Esto explica por lo tanto la masacre de La Tablada, que esta burguesía acometió sin el menor reparo de conciencia. Aún un hecho distorsionado y minoritario como éste, ha servido para poner en evidencia el carácter contrarrevolucionario de los representantes democráticos de los explotadores nativos y aun de las direcciones de “izquierda” que se solidarizaron con los “carapintadas” contra sus compañeros de ideas.

La lucha revolucionaria no es un asalto aislado y minoritario a un cuartel sino el trabajo sistemático por poner en pie al proletariado como clase independiente. Si esto queda claro para todos los compañeros que se desilusionan del proceso democratizante y de sus partidos, el provecho que la burguesía podrá sacar de estos hechos será prácticamente nulo. Los explotadores no tienen ningún recurso propio para explotar en favor propio, sólo les queda la confusión que existe entre los luchadores populares.