Políticas

23/6/1993|394

O el cuento de la libre competencia

En Clarín (17/5) se noticia la intención de los grupos Grafa (Bunge y Born) y Alpargatas (Banco Roberts), dos viejos competidores, de fusionarse para enfrentar “la avalancha importadora”. Esto tiene lugar cuando desde los medios de difusión hay una campaña para señalar las bondades de la “libres competencia”, de la cual vendría el porvenir de la humanidad y el pasaje de Argentina al 1er. mundo. Hasta tienen el tupé de recomendarnos no comprar cuando las cosas suben para “obligarlas a bajar”.


Este argumento del “libre juego de la oferta y la demanda hagan su trabajo” se utilizó y se machacó sobre todo cuando se privatizaron las empresas estatales, sin tomar en cuenta que empresas como Edesur o Edenor, Telefónica o Telecom tienen cautivos a sus respectivos clientes, entonces, ¿cómo se ejercería “la soberanía de los consumidores”?


En estas dos últimas décadas hemos visto quebrar cientos de pequeñas industrias, muchas de las cuales textiles; se han fusionado grupos industriales tan gigantescos como Fiat-Peugeot (Sevel), Ford-W (Autolatina) con lo que se redujo la competencia a la mitad.


El casamiento entre Alpargatas y Grafa es otro ejemplo de la inevitable tendencia a monopolizar el mercado y a establecer los precios entre dos o tres grupos por rama. La fusión de estos dos grupos significará “controlar el 80% del mercado”, pero como dice la misma información periodística “no los une el amor sino el espanto”, ya que tendrán que hacerle frente a Hering y Vicunha, no a la libre competencia sino a la guerra entre monopolios.


Esta es una prueba más de que la “libertad de mercado” se encuentra agonizante, y que en realidad oculta la intención de explotar a la clase obrera sin ningún tipo de condicionamiento. Alpargatas ya realizó un “ajuste” que redujo en un 18% el “costo laboral”, Grafa, por su lado, ya mandó el 30% del personal a la casa.


El capitalismo en su conjunto enfrenta una crisis de sobreproducción, que arroja a millones a la desocupación, bajando los salarios y haciendo retroceder en sus derechos.


En Argentina esto se expresa en el decreto 470 que destruye los convenios colectivos de trabajo; en el intento de aprobar una ley laboral que eleve la jornada de 8 a 10 horas, con la destrucción de las jubilaciones y las obras sociales.