Patricio Echegaray llama a revitalizar al Estado Capitalista
¿Dónde está la "vocación de poder’’ del PC?
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“Izquierda Unida” ha convertido al lema “el Congreso necesita a la izquierda” en una de las principales banderas de la presente campaña electoral. Patricio Echegaray explicó al diario La Nación (4/4) con bastante detalles que esto se debe a que el “Parlamento es una institución fundamental de la democracia”, que en la actualidad le “falta una bancada de izquierda, revolucionaria, para que haya confrontación de proyectos políticos e ideas y se revitalice la iniciativa parlamentaria”. Con el ingreso de diputados de IU —según Echegaray— se pondría fin a la impotencia Je esta institución puesto que “dejaría de ser un simple foro de consenso a medidas ya resueltas por el ejecutivo” para recuperar el “casi ya Inexistente protagonismo popular en las decisiones”
Plato recalentado
Los planteos de Echegaray son una copia de los formulados en el pasado por los diputados del PI o los de Conte Mc Donell, quienes pasaron, o siguen aún, sin pena ni gloria por el recinto del Congreso sin insuflarle esos nuevos bríos. Con el slogan de un “cambio de hombres” (IU dice “cambiar la mano”) todos los políticos burgueses auguran el resurgimiento del Congreso sin que las nuevas caras logren modificar la impotencia de esta institución.
Lo que ocurre es que el Parlamento cumple una función completamente secundaria en el actual régimen político, pero no por ello menos esencial. Los capitalistas —que detentan el poder económico de la sociedad— ejercen su dominación sobre los explotados a través de la coerción, de la policía, el ejército la burocracia y el poder judicial. Además, en la Argentina, las características del desarrollo histórico y la debilidad de la burguesía nacional le han dado al sistema político un marcado carácter de dictadura civil. El poder ejecutivo y la burocracia civil y militar relegan al Parlamento a la condición de figura decorativa. No es la “falta de creación”, el “cansancio” o la “ausencia de imaginación” lo que paraliza al Parlamento, como dice Echegaray, sino te hostilidad de la burguesía a tos procedimientos deliberativos en la tarea de gobierno, por lo que se refugia en el sigilo burocrático e incluso en las dictaduras militares. Le teme aja deliberación política porque ésta puede derivar en la agitación popular y desnudar al mismo tiempo las descomunales prebendas que recibe del Estado.
El Parlamento, por ejemplo, ha aceptado que la deuda externa y las negociaciones con la banca y el FMI queden en manos del Ejecutivo y de la burocracia del Banco Central y votó la Obediencia Debida bajo la presión directa del imperialismo, de los "capitanes de la industria” y de los mandos militares.
El Parlamento se autoasignó un papel de registro de las decisiones del Ejecutivo e incluso del alto mando militar.
Toda esta impotencia del Parlamento no significa que no cumpla un papel esencial en alimentar las ilusiones parlamentarias de las masas. Su importancia está dada entonces no por su potencial acción gubernativa sino por su eficaz labor de desviar a las masas de su acción directa para imponer las soluciones que el país necesita.
Una bancada de izquierda, como pregona Echegaray, jamás podría subsanar la incapacidad del Parlamento para cumplir un rol relevante, ni alterar su papel de mera caja de registro de las acciones del ejecutivo, el cual, a su vez, oficia de intermediario de los intereses del gran capital. Cualquiera sea la “confrontación de ideas” que se desenvuelva en las cámaras su nulidad política se deriva del fracaso histórico del constitucionalismo argentino para estructurar un sistema representativo y de la impotencia de la burguesía nacional para emancipar y desarrollar la nación.
Echegaray hace flotar al Parlamento en el aire, lo presenta como un organismo socialmente neutro, desconoce que es una creación y un instrumento de la burguesía y que alberga por lo tanto todas las limitaciones de esta clase social. De la misma forma que proclama que la democracia burguesa es la forma suprema de gobierno y no sólo una modalidad histórica transitoria de dominación de los explotadores, el dirigente del PC coloca al Parlamento como un terreno propicio para el progreso de los trabajadores, cuando la experiencia cotidiana prueba que es una cocina de estafa permanente a las expectativas populares.
¿Y la vocación de poder?
Echegaray promete que una buena representación de IU en el Congreso transformará la actual “democracia tutelada” en una “democracia profunda”, haciéndole creer a los trabajadores que el sufragio bajo el régimen democratizante constituye el gran mecanismo corrector de sus falencias. ¿Pero acaso la burguesía pone en juego su poder en una simple votación? ¿Permite que le disputen sus posesiones y privilegios en un sencillo acto de sufragio? El auto-proclamado seguidor de Marx y Lenin, que asegura todos los días contar con “vocación de poder”, omite que las elecciones apenas consagran la dominación de una clase que actúa homogéneamente gracias a la unidad que le brinda su control del Estado sobre una masa de trabajadores que no concurren a la votación estructurados como clase, sino como individuos pasivos y atomizados, a los cuales se le ha quitado toda posibilidad de ejercer sus derechos soberanos. En cambio, cuando el proletariado se homogeniza en su partido y otras organizaciones, levanta su Estado contra el Estado burgués y plantea con ello, no la “creatividad" parlamentaria, sino la guerra civil contra el capital.
Echegaray propugna eternizar la atomización de los explotados. Su prédica apunta a impedir que la clase obrera se desembarace de la ilusión de que podría contar con algún poder de decisión bajo el régimen democratizante, por eso solicita votos para resucitar a una institución históricamente agotada en vez de utilizar este recinto para que los trabajadores maduren políticamente contra el parlamentarismo y se preparen para gobernar, derrocando a la burguesía y ejerciendo directamente el poder mediante organismos verdaderamente democráticos, electivos y representativos. IU trata de “revitalizar” el Parlamento en vez de hundirlo definitivamente en la conciencia de las masas, en vez de desarrollar la desconfianza y el rechazo que hoy ya existe en la población contra la profesión fraudulenta de los legisladores. A Echegaray lo que le interesa, no es el progreso político independiente de las masas, sino las prebendas del Estado. Cuando Echegaray dice tener “vocación de poder” se refiere entonces a su "vocación" por compartir las migajas del poder capitalista.
Para los revolucionarios el Parlamento es una tribuna de denuncia y de desenmascaramiento de la política democratizante. No concurre allí para “revitalizar la iniciativa parlamentaria”, sino para impulsar la movilización popular por las reivindicaciones más sentidas de los oprimidos contra el desvío parlamentario y para poner al desnudo su impotencia, para que los trabajadores lo superen y se encaminen por su propia experiencia hacia la toma del poder. Es un crimen político intentar convertir al Parlamento en un “centro de protagonismo popular”, es decir en un foco de atención de las aspiraciones de las masas, cuando el destino de los explotados se juega en sus organizaciones, principalmente en los sindicatos, las comisiones internas, los cuerpos de delegados, como embriones de su propio poder político.
Por el camino del cretinismo parlamentario, Echegaray se empeña en que los trabajadores repitan las trágicas experiencias pasadas de desarmarse frente a la contrarrevolución. Afirma que una "democracia profunda"... “garantiza que nunca habrá más golpes de Estado”, cuándo justamente es el fracaso de estos regímenes lo que abre el camino al golpismo. La experiencia de la Unidad Popular en Chile bajo Allende probó en qué terminan estas democracias profundas”. Toda la política derechista de adaptación a la burguesía que viene desarrollando IU, desde el sabotaje a marcha de las madres hasta la ratificación de su concurrencia al Colegio Electoral, se sustentan en esta política democratizante. Una bancada de IU en el Parlamento sólo soldará aún más su integración con el Estado burgués.