Políticas

21/8/1990|311

Otro plan que se pudrió

El plan de Erman González-Alsogaray no ha durado ni cuatro meses. La inflación entre principios y fines de agosto orillará el 30%, y esto sin que se hayan computado aún los nuevos aumentos de los combustibles, el alza de los precios de los alimentos como consecuencia de la reducción de los impuestos a la exportación, ni los nuevos tarifazos de electricidad y de teléfonos que exigen los pulpos privatizadores.

El gobierno quiere disimular su bancarrota descargando la responsabilidad por la estampida de los precios en la crisis del golfo Pérsico. ¿Qué irá a decir, entonces, cuando efectivamente la crisis del golfo Pérsico golpee sin disimulo sobre la economía nacional a través del aumento de los precios de las importaciones, la reducción de las exportaciones y la suba de los intereses correspondientes a la deuda externa?

Ni el secuestro de los depósitos bancarios que se cambiaron por Bonex, ni la reducción espectacular de los salarios reales de los empleados públicos, ni la desocupación masiva y la caída general de los ingresos del conjunto de los trabajadores —nada de este imponente sacrificio, nada de esta enorme infusión de sangre de parte del pueblo, ha logrado dar vida a este nuevo plan de la burguesía argentina y de su gobierno justicialista-liberal-angelocista.

La sociedad argentina se hunde bajo el peso de la impotente burguesía nacional y sus partidos, y del imposible desenvolvimiento del capitalismo. Este es el diagnóstico básico de la catástrofe nacional. No hay salidas en el marco del régimen actual.

La completa desorientación del gobierno se aprecia en el hecho de que está pretendiendo detener la inflación por medio del incremento de la deuda pública. Cuando les conviene, a estos “liberales” no les importa convertirse en estatizantes. El Banco Central está vendiendo Bonex 87 para absorber dinero en circulación que él mismo había emitido con anterioridad Por esta nueva deuda deberá pagar intereses en poco tiempo más. De paso, los bancos hacen un nuevo negociado, ya que el dinero que retiraron del Banco Central sin cargo, se lo devuelven ahora como préstamo que rendirá una suculenta tasa de interés.

Esta política acrecienta un nuevo factor de déficit al Tesoro Nacional en momentos en que el gobierno declara el objetivo de reducirlo. El empantanamiento no puede ser mayor.

La suba del dólar demuestra que la fuga de capitales no ha cesado de ninguna manera y que las privatizaciones están muy lejos de haber inaugurado un ciclo de ingreso de capitales. En realidad estas privatizaciones están al borde de la ruina. Los acaparadores de Aerolíneas no quieren poner ni la plata ni los títulos necesarios para quedarse con la empresa. ¡Quieren que ese capital se los preste el Banco Nación! Tendríamos así un nuevo invento argentino: la privatización estatizada —lo que más sencillamente significa que los ciudadanos ponen la plata y los privatizadores se quedan con los beneficios.

La situación con ENTel no es mejor, porque en este caso los privatizadores exigen tarifas elevadas que queden a cubierto de cualquier suba esperada del dólar. Esto equivale a pedir la tarifa estratosférica. Pero sin esa tarifa estratosférica los privatizadores no consiguen reunir el capital para quedarse con ENTel. Es decir que éstos tampoco tienen la plata y sólo la podrían conseguir si obtienen un beneficio garantizado. ¿Pero qué puede garantizar Menem?

El empantanamiento es total, lo cual es un síntoma inconfundible de un nuevo estallido de violencia económica. A esto los oficialistas lo llaman el “ajuste sin anestesia”, como si hasta ahora todo hubiera sido un gran jolgorio para los trabajadores.

La verdadera salida a este caos es, sin embargo, muy sencilla, porque se trata simplemente de poner fin al saqueo nacional. Esto se logra mediante la expropiación de los grandes grupos capitalistas y el control obrero de la producción.

Llamamos la atención de los trabajadores respecto a los violentos ataques económicos que se avecinan. También llamamos la atención para el hecho de que el gobierno que pretende emprender este ataque está políticamente debilitado como consecuencia de sus reiterados fracasos y de la reciente derrota que sufriera en el plebiscito bonaerense. Un síntoma de esta debilidad política es la descomunal crisis en que han entrado el PJ, la UCR y la Ucedé.

Para hacer frente a esta situación debemos recurrir a la deliberación popular y a la asamblea —sea de fábrica, estudiantil, barrial. Hay que poner al país en estado de asamblea. De este modo recuperaremos a las organizaciones obreras paralizadas por la burocracia sindical y podremos condensar y sintetizar en una acción consecuente toda la experiencia acumulada.