Políticas

23/9/2010|1147

Papel Prensa: entre monopolios

David Kraiselburd, director del diario El Día, de La Plata, compartió la mesa con Néstor Kirchner en Olivos el 15 de septiembre pasado, cuando la Presidenta anunció los objetivos oficiales sobre Papel Prensa. Kraiselburd y El Día estuvieron entre los sostenes más decididos del golpe de 1976 y de la dictadura instaurada entonces.

Con Kraiselburd estuvieron los dueños de Ambito Financiero -un portavoz de los especuladores de la City-, de industriales y terratenientes; Raúl Olmos, propietario de Crónica y otros medios; el directorio de Página/12 y unos 250 editores de medios del interior del país. Todos ellos están afuera del “club” Papel Prensa. Además, estuvieron allí representantes de cámaras patronales como Adira (diarios del interior), Adepa (entidades periodísticas, propietarios de medios) y DyPra (medios regionales).

Como se ve, la “democratización” del uso del papel de diarios no pasaría, en el mejor de los casos, de una reasignación del insumo entre diferentes grupos capitalistas. Lo que está en debate no es la libertad de expresión o de prensa, sino una pugna capitalista por el control del mercado de medios. Hay en juego muchos millones de dólares y, también, el intento del gobierno por transferirse a sí mismo el monopolio de la prensa.

Qué se discute

El Estado tiene el 27 por ciento del paquete accionario de Papel Prensa. Ahora se dispone a ampliar su parte de capital y reclamará que Clarín y La Nación hagan lo propio; caso contrario, dice, aumentará su porcentaje de acciones. El propósito declarado de esa medida es incrementar la producción hasta cubrir las 80 mil toneladas de papel de diario que hoy se importan.

Papel Prensa -esto es Clarín, La Nación y el Estado- impone arbitrariamente cupos a los que muchos diarios del interior no pueden acceder, por lo que deben importar, o, en su defecto, pagar sobreprecios a los “bolseros” que le compran a Papel Prensa por afuera de aquellos cupos. Es decir: Papel Prensa organiza su propio mercado negro con el papel de diario. Se trata, es cierto, de un oligopolio de Clarín, La Nación y el Estado en beneficio de un grupo concentrado de diarios.

Esa sociedad funcionó aceitadamente durante todo el gobierno de Néstor Kirchner y la primera parte de la administración CFK, hasta que el gobierno asumió la defensa de los intereses monopólicos de las telefónicas contra el monopolio Clarín en el asunto del “triple play”. Entonces, el gobierno descubrió el “monopolio mediático” y el “oligopolio” del papel.

Aun así, esa sociedad no se ha roto del todo. Por ejemplo, Guillermo Moreno obligó a Papel Prensa a cobrarles a todos un precio igualitario y no los precios diferenciales que “el monopolio” aplicaba a discreción. Pues bien: desde entonces, con la permisividad del gobierno, la tonelada de papel subió de 2.060 a 2.600 pesos, en beneficio, claro está, de los accionistas de Papel Prensa. El “precio igualitario” se igualó hacia arriba en un 30 por ciento, a costa de los consumidores.

Ahora, el gobierno pretende reemplazar ese monopolio por otro. Intenta controlar Papel Prensa por medio del aumento de su participación accionaria. A cambio, les dará una silla en el directorio a los diarios que hoy están afuera del “club”. Los Kirchner intentan ampliar el coro de alcahuetes al estilo de “6, 7, 8”.

Papel Prensa debe ser inmediatamente expropiada y estatizada, pero no bajo control de la camarilla gobernante, sino de sus propios trabajadores y de representantes de las organizaciones sociales y políticas actuantes en el país que hacen uso de ese recurso.