Políticas

29/10/2021

coronavirus

Pfizer y Moderna bloquean el uso de la tecnología ARNm para ampliar la producción de vacunas

Solo el 3,3% de la población en países de bajos ingresos recibió al menos una dosis.

Según los últimos datos acerca de la vacunación mundial, el 49% de la población recibió al menos una dosis. Ya se administraron más de 6.940 millones de vacunas, y se dan otras 23,67 millones por día. Sin embargo, si analizamos su distribución por región, el escenario es extremadamente desigual. Mientras los países centrales y más ricos alcanzaron rápidamente altos niveles de vacunados (y hasta tienen dosis de sobra), solo el 1% de la población de los países con menores ingresos tienen la pauta completa de vacunación. Por solo dar un ejemplo, en septiembre Europa alcanzó el 51,87% de vacunados con pauta completa (Centro de Documentación Europea), en cambio, África subsahariana no llega al 5% (OMS).

Muchos expertos advierten que la tecnología de ARN mensajero, desarrollada en la década de los 90, podría dar vuelta el tablero con respecto a la distribución debido a su enorme eficacia para combatir las distintas cepas de coronavirus hasta ahora conocidas y lo rápido de su producción. Es la misma que utilizan los laboratorios Pfizer y Moderna, dos empresas que han fabricado millones de dosis en tiempo récord, aunque no parecen ser suficientes. Ambas, al igual que el resto de las empresas farmacéuticas, se niegan a liberar las patentes de sus vacunas, una herramienta que les permitió colocarse como monopolios en el mercado mundial, acaparar el conjunto de la demanda (en ocasiones, sin poder dar respuesta a ella) y acumular grandes ganancias. También les permitió decidir unilateralmente sobre precios y cronogramas de entrega en los acuerdos con los Estados.

Tampoco están dispuestos a transferir la tecnología, primordial a la hora de producir vacunas ARNm por lo novedoso de estas, bajo la excusa de que llevaría más tiempo que simplemente instalar más plantas de su propiedad. En realidad, hay varios laboratorios en el mundo preparados o que se vieron dispuestos a acondicionar sus instalaciones, como el Serum Institute de India, aunque serían acuerdos entre privados. En Argentina se está encaminando un proceso similar, con el empresario Hugo Sigman a la cabeza, quien aún debe vacunas al Estado del acuerdo de producción de AstraZeneca, en conjunto con una empresa de Brasil.

En cambio, Moderna anunció que proyecta ampliar su producción en 500 millones de dosis anuales con la instalación de plantas en… África. Es decir, bloquean el uso de su tecnología en otros lugares del mundo para ellos mismos poder reproducirla en el continente, donde la mano de obra es más barata. Aun está por definirse si dicha producción será para los africanos o para la exportación, aunque está claro que no les importa terminar con la brecha en la vacunación sino defender a capa y espada su negocio.

La brecha es tal que ni siquiera está garantizado algo tan básico como la vacunación para los profesionales de la salud. Solo 1 de cada 10 trabajadores en África recibió el esquema completo y 128 mil se contagiaron. Además, se detecta una de cada siete infecciones, lo que indica que probablemente la positividad sea mucho mayor a la conocida. Estos y otros reclamos se colaron en la agenda de discusión del G20, debido a distintas organizaciones, entre ellas Unicef y Amnistía Internacional, que piden a los mandatarios reunidos una solución. Denuncian que los países miembros del foro recibieron 15 veces más dosis per cápita que los países del África subsahariana.

Este acaparamiento por parte de los países en mejores condiciones para negociar entregas con los laboratorios explica el mapa de distribución de vacunas. Desde un primer momento buscaron asegurarse las dosis, en algunos casos acordando entregas por 2 o 3 veces su población, firmando contratos confidenciales y aceptando cláusulas leoninas sin garantía en la entrega de las vacunas. Además, muchos países financiaron los proyectos de investigación y desarrollo de los laboratorios para asegurarse la provisión, o les garantizaron la compra de millones de dosis, como sucedió entre Estados Unidos y Pfizer. Es por eso que al día de hoy la Unión Europea y Estados Unidos acumulan millones de vacunas, que por los contratos firmados no pueden donar. Las terceras olas y rebrotes en Europa terminan por acrecentar el problema y alejar aún más la posibilidad de vacunar a toda la población, ya que planean dosis de refuerzo.

Por otro lado, la prácticamente confirmada estacionalidad de la vacunación contra el coronavirus requiere una solución a largo plazo para la producción, que permita amplificarla sin que haya restricciones por las patentes y la tecnología. Para ello es necesario reforzar el planteo de liberación de ambas y la puesta en marcha del acondicionamiento de todas las plantas necesarias para que puedan existir dosis para la población mundial. Incluso está planteado que el desarrollo de la tecnología ARNm podría dar respuesta a otras patologías, como la gripe, el cáncer y otras enfermedades del sistema inmunológico, estudios que terminan paralizados por el acaparamiento de la tecnología por parte de los laboratorios. Es por eso que planteamos la estatización de la industria farmacéutica para que funcione como un bien social y no como parte de un negocio funcional a la ganancia y especulación capitalista.