Por la nacionalización de las industrias contaminantes
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Debido al conflicto generado en torno a la instalación de las fábricas de pastas celulósicas en la localidad de Fray Bentos, en el Uruguay, un caballito de batalla muy utilizado por los personeros del gobierno uruguayo y de las firmas propietarias de esos emprendimientos ha sido que los argentinos, antes de quejarse por las fábricas en costas uruguayas, debían preocuparse por sus fábricas locales, que son mucho más contaminantes. Por más que están en lo cierto, ello no minimiza que las pasteras de Botnia (Finlandia) y Ence (España) contaminarán y traerán un sinnúmero de problemas, entre otras causas, por la escala de producción que tendrán. Botnia tiene declarado producir un millón de toneladas/año (aunque en la realidad siempre mienten y terminan produciendo mucho más). En cuanto a la Empresa Nacional de Celulosa española, ha declarado 500.000 tn/año.
Las once empresas que están radicadas sobre las costas del río Paraná, producen aproximadamente 850.000 tn/año de pasta, todas a partir de madera, a lo que debe agregarse entre 600 y 700.000 tn/año más producidas en plantas en Tucumán (a partir principalmente del bagazo de caña de azúcar), Buenos Aires, Jujuy y Río Negro.
Y en contaminación, ¿cómo andamos?
Todas son industrias contaminantes. Por los métodos de blanqueo de la fibra de la cual se obtiene la pasta, pueden dividirse en más o menos contaminantes, pero todas lo son. Producen contaminación gaseosa (azufre y mercaptanos, causantes del mal olor, de infecciones respiratorias agudas, de irritaciones en los ojos), líquida (elevan la temperatura del agua y la presencia de compuestos altamente tóxicos muy difíciles de degradar y que se acumulan en las grasas animales) y sólida (residuos químicos orgánicos e inorgánicos).
Entre las más contaminantes están las que tienen como tecnología de blanqueo el cloro elemental:
1. Celulosa Puerto Piray (Misiones); opera desde 1928 y por ende cuenta con una obsoleta planta, que ha sufrido varias clausuras. Su propietario actual es Benfide SA.
2. Celulosa Argentina, con plantas en Capitán Bermúdez (Santa Fe) y Zárate (Buenos Aires), produce 145.000 tn/año y es propiedad de la uruguaya Fanapel SA.
3. Papelera del Tucumán, con varias plantas en Tucumán y Buenos Aires, propiedad de Alberto Pierri, produce más de 300.00 tn/año de pasta.
4. Ledesma (Jujuy), propiedad del grupo azucarero de la familia Blaquier.
Las restantes utilizan tecnología totalmente libre de cloro (TCF): Papel Misionero (Misiones), Papel Prensa (San Pedro, Buenos Aires), Massuh (Quilmes, Buenos Aires), Productos Pulpa Moldeada (Cipolletti, Río Negro) y Papelera del NOA (Jujuy).
La única que utiliza dióxido de cloro (ECF) es Alto Paraná (Misiones), con una producción de 350.000 tn/año. Es propiedad del grupo chileno Celulosa Arauco y Constitución SA (Celco), también propietaria y con utilización de la misma tecnología de la planta de Valdivia, Chile, que ha causado enormes desastres ambientales y, por presión de los pobladores locales, fue cerrada por el gobierno. Cabe aclarar que esta misma tecnología será utilizada por ambas plantas en Fray Bentos.
Todas las plantas arrastran innumerables denuncias por contaminación de todo tipo; son acusadas de casos de cáncer, niños nacidos con malformaciones, fuertes dolores de cabeza, alergias y enfermedades respiratorias en las poblaciones vecinas; deterioros muy importantes en los cursos de agua con desaparición de peces; olores nauseabundos… Las causas de estas denuncias son, en todos los casos, por vertidos de efluentes sin tratamientos previos, siendo muy común que la descarga en cursos de agua y la liberación de gases por las chimeneas se registren en horarios nocturnos, para dificultar su detección. Amén de esto, también registran denuncias por negreras, por no permitir la sindicalización de sus trabajadores, y por entregar viviendas a sus trabajadores que nunca acceden a los títulos de propiedad, como forma de tenerlos controlados.
Las industrias de fabricación de pastas celulósicas no son las únicas contaminantes: se suman a las petroleras, las curtiembres, las de fertilizantes, las de productos químicos industriales y otras. Todas deben ser denunciadas y obligadas a mejorar sus tecnologías productivas. Pero en ese terreno se nos plantea otro problema. Los gobiernos actuales no nos darán la solución. Ellos son los que han permitido que estas empresas contaminen y superexploten a sus trabajadores.
Hay que organizar la lucha por la nacionalización de todas las industrias contaminantes para ponerlas a producir bajo gestión y control de sus trabajadores, como única alternativa para terminar con la destrucción del medio ambiente y la contaminación.
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