Políticas

5/7/2018

Por la separación de la Iglesia y el Estado

La lucha por el aborto legal un reclamo sostenido históricamente por el movimiento de mujeres y por las corrientes socialistas, puso de manifiesto el papel fundamental de la Iglesia en el sometimiento de la mujer y en la sumisión de esta a la obligación de procrear y a su condición de “rueda auxiliar” del hombre ejerciendo así una potestad sobre el cuerpo y la vida de las mujeres que no le corresponde, privándolas de la libertad de decidir.


La Iglesia Católica tomó un papel de liderazgo en la lucha contra el aborto con el propio sostenimiento del Estado. Usó de las escuelas que dirige con subsidios estatales, de sus emprendimientos económicos (como las clínicas privadas) y de su rol de religión oficial para imponer su concepción de la vida y la organización social, incurriendo para ello en amenazas y presiones dignas de una patota.


Este dominio de la Iglesia sobre la “vida civil” está establecido en la constitución nacional y en las provinciales, en leyes y códigos, en la educación, en la salud. La persistencia de este dominio de la Iglesia a lo largo de los siglos responde a que actúa como garante del orden social existente, incluida su adaptación cuando ese orden cambia, pero siempre sobre la base de asistir “desde la espiritualidad” (para lo cual ha recurrido a las armas, la tortura y otras vejaciones) la dominación de una minoría sobre una mayoría explotada.


El arzobispo Mario Poli, en el último tedeum en la Catedral Metropolitana, frente al gobierno, en el marco de la corrida cambiaria que agrava las condiciones de vida de las masas, recordó la función de la Iglesia señalando: “En los tiempos de crisis no dominan las fuerzas económicas sino las espirituales”. Las penurias populares deben transitarse con una buena dosis de religión, le recordó, extorsivo y paternal, Mario Poli al gobierno. Mientras aprovechaba para bajar línea contra el aborto.


La injerencia en la educación


Pero la acción más intensa de la Iglesia como factor de control social se desarrolla sin ningún tipo de dudas en la educación. Este aspecto fue considerado clave en el desarrollo de la democracia burguesa. Fue tomado por los propios revolucionarios franceses, el constituyente Condorcet señalaba en la asamblea de 1792: “La enseñanza de la Iglesia dentro de la Iglesia y no fuera de ella… Escuela para todos, pero escuela regida por el Estado no por la Iglesia”. Introducía el planteo de la educación única; las propuestas de Condorcet no fueron aprobadas y la injerencia de una organización medieval en el estado moderno capitalista se mantuvo intacta. 



La aprobación de la ley general de educación 1420 en 1884, bajo el gobierno de Roca, que entre otras desechaba la educación de religión en las escuelas y establecía la educación común, obligatoria y gratuita, fue un punto de ruptura entre el gobierno y la Iglesia, que se profundizó con la creación del registro civil, lo que implicaba que las actas nacimientos dejaban de ser las partidas de bautismo, y el matrimonio debía ser celebrado por funcionarios públicos, quitándole a la Iglesia un dominio hasta ese momento absoluto.  


Roca actuaba bajo la influencia de los acuerdos de la oligarquía con Inglaterra y, a pesar de la rama criolla que seguía al catolicismo, los negocios relacionados con la enorme presencia de capitales ingleses en el país. Los enfrentamientos llevaron a la ruptura de relaciones con el Vaticano, las cuales fueron retomadas por el mismo Roca en su segunda presidencia.


Desde la aprobación de la 1420 a la fecha se la fue violando, lo mismo que con las conquistas de la reforma universitaria del 18, hoy la iglesia controla un porcentaje elevado de la oferta educativa, y en algunos lugares el 100%.


En todo este derrotero hay que destacar la lucha popular contra esta política y el sometimiento a una educación anticientífica, oscurantista, represora y retrógrada, como fueron la lucha de la reforma universitaria del 18, contra la habilitación de la enseñanza privada (“laica o libre”) y, más acá, la lucha contra la ley de educación superior bajo el menemismo. La contraposición entre la lucha popular y el sometimiento de los gobiernos de los partidos capitalistas esclarece sobre la verdadera incapacidad de la burguesía de establecer un régimen democrático y la necesidad de superar a la misma para desenvolver principios básicos de la democracia. 


El prontuario eclesiástico


La crisis de la Iglesia Católica (como resultado de su  acción  política: apoyo al franquismo contra el pueblo español; acuerdos con el nazismo y el fascismo; enemiga de las revoluciones contra el imperialismo y el capitalismo; sostenedora de dictaduras genocidas; colaboradora de la burocracia en los estados obreros en el proceso de restauración capitalista, etc.; y también de los negociados a través del propio Vaticano y de la protección y amparo de la pedofilia, la trata y las violaciones en su propio seno) es paralela al derrumbe del capitalismo que defiende. La crisis de la iglesia católica ha dado lugar a otras corrientes religiosas que sostienen el mismo objetivo de control social, por eso los privilegios económicos no se limitan a ella y sostenemos que la eliminación de estos debe hacerse extensiva a todos los cultos religiosos.


Está planteada la necesidad de la separación de la Iglesia Católica y el Estado. La sujeción del estado argentino a la Iglesia Católica presentada como una suerte de “alaicismo”, es decir, un estado que no es laico, pero tampoco confesional, que solo “garantiza la libertad de culto y fomenta el mismo” esconde el enorme dominio de la Iglesia Católica, que es además la representación de otro estado (el Vaticano), que tiene sus propias leyes, sus propios intereses económicos y sus propios acuerdos internacionales, es decir, un Estado dentro de otro Estado, lo cual de hecho y formalmente liquida la independencia nacional que se proclama.


La separación de la Iglesia y el Estado es un planteo elemental de la democracia burguesa que la burguesía no está dispuesta a llevar adelante porque entrañaría liberar al pueblo de una opresión “espiritual” totalmente funcional a los intereses de la explotación del hombre por el hombre.