Por la unión del movimiento obrero y la izquierda
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Durante dos meses, nuestro partido desarrolló una campaña intensa para convocar a un Congreso del movimiento obrero y la izquierda -cuya necesidad fue la principal conclusión del XXII Congreso del Partido Obrero. En este período desarrollamos una polémica vigorosa contra la utilización unilateral del sindicalismo para desarrollar un polo político antagónico al Frente de Izquierda, con dirigentes inscriptos en el centroizquierdismo. La lucha de clases, dijimos, solamente adquiere un desarrollo verdadero cuando se transforma en una lucha política, lo mismo que la consciencia de clase. En el cuadro de una crisis capitalista que abarca todos los planos, la única posición realmente progresiva es el desarrollo de una alternativa obrera y socialista. El crecimiento del Frente de Izquierda en las urnas y en las fábricas, lugares de estudio, organizaciones sociales y clases medias, es la expresión más acabada de este desarrollo.
Luego de esta campaña, ingresamos en otra etapa: la organización de asambleas en todo el país para discutir un programa y reivindicaciones parciales y la elección de delegados. Asimismo, promoveremos las definiciones de todas las organizaciones de izquierda -con las que ya tenemos un proceso de discusión- para convocar al Congreso con una plataforma común -independencia política de la clase obrera, gobierno de trabajadores- y un método político concreto. A partir de la publicación del texto que se encuentra más abajo, llamamos a impulsar una campaña de pronunciamientos en mayor escala, por parte de los actores más avanzados del movimiento obrero y del movimiento popular -activistas, delegados, organizadores, protagonistas activos.
Argentina atraviesa, otra vez, una crisis de grandes proporciones y un derrumbe del gobierno de turno y del sistema político. El país enfrenta, de nuevo, una vez más, un replanteo político y social de conjunto.
Hay, manifiestamente, una crisis industrial, que se traduce en despidos y suspensiones en todos los sectores de la economía, en una quiebra de la cadena de pagos y en el cierre de empresas. Existe, asimismo, una crisis financiera, la que se expresa en la emisión de deuda nueva a tasas de interés usurarias para pagar los intereses de la deuda externa. A esto se añade el impasse que se ha creado con los fondos buitres, cuyo reclamo de pago elevaría en forma considerable la deuda externa y acortaría los plazos promedio de su pago.
El capital del Banco Central es negativo como consecuencia del crecimiento de sus activos incobrables frente al Tesoro Nacional y un aumento fortísimo de la deuda con los bancos locales a tasas de interés abusivas. Existe también una crisis fiscal ocasionada por los pagos de los intereses de la deuda pública y por una montaña enorme de subsidios cuyo beneficiario final es la gran patronal. La salida capitalista a esta crisis implica enormes sacrificios de los trabajadores y un ajuste colosal de la economía nacional. El movimiento obrero y los trabajadores enfrentan el desafío de hacer frente a esta situación excepcional con sus propias reivindicaciones, sus propios planteos y su propia salida. En estas condiciones, el desarrollo de la izquierda revolucionaria en el movimiento obrero y la juventud, y en el plano electoral, emerge como la expresión consciente y organizada de una salida política de los trabajadores.
En el plano político asistimos al fracaso descomunal de la pretensión de revivir al peronismo del primer período. Este fracaso testimonia el agotamiento completo del nacionalismo burgués para avanzar en una mayor autonomía nacional y ampliar el desarrollo del capitalismo nativo. En la industria y en el agro ha crecido la extranjerización económica, en tanto que la deuda externa, o sea en divisas extranjeras, tanto con acreedores internacionales como locales, se ha casi duplicado. El campo se ha convertido en una rueda auxiliar del capital financiero (fideicomisos y ‘pools’ de siembra) y de la industria química (Monsanto) internacional, subordinada a las grandes corporaciones cerealeras. En tanto que el primer peronismo significó para las masas la conquista de reivindicaciones largamente reclamadas por el movimiento obrero, la década reciente se ha caracterizado por el incremento espectacular de la tercerización y el trabajo precario, y por la transformación del régimen previsional en un sistema de asistencia social. A través del canje del dinero de la Anses por títulos públicos, para pagar la deuda externa (e incluso en mayor escala con las reservas en divisas del Banco Central), los ‘nacionales’ han procedido a una confiscación enorme de los aportes de los trabajadores y contribuyentes, que redundará, a término, en una nueva quiebra del sistema jubilatorio. A este sistema de confiscación se ha incorporado el impuesto al salario. El kirchnerismo pretendió convertirse tardíamente en un movimiento popular, a partir de la celebración del Bicentenario, con el resultado de producir una cohorte de cooptados y entrar rápidamente en declinación. Los negociados del oficialismo -con Báez, Antonini Wilson, Boudou-Ciccone, Cirigliano-Jaime- son demostrativos de un sistema de gobierno de camarillas, o sea de ningún modo representativo de un movimiento popular. Solamente un gobierno obrero y socialista puede desarrollar un sistema representativo de los trabajadores.
Crisis de régimen político
Argentina no asiste sólo a una crisis de gobierno sino de régimen político. Están en crisis el conjunto de las instituciones y partidos tradicionales. Hay un derrumbe manifiesto del poder judicial. Los saqueos de fin de año demostraron la descomposición de las fuerzas de represión. Los partidos tradicionales se han pulverizado y convertido en camarillas con una fragmentada cohesión política. Un recambio de gobierno en este cuadro político y en el marco de la violenta crisis social, no será sino otro paso en la profundización de la crisis general.
El estatismo kirchnerista es considerablemente más limitado que el del primer peronismo y su carácter parasitario es más acentuado. En primer lugar se ha empeñado en rescatar mediante subsidios fabulosos las privatizaciones menemistas, en especial en el campo de la energía. Intentó asimismo crear grupos capitalistas locales del transporte con las concesiones ferroviarias. Esta política desarrolló una gigantesca malversación del patrimonio ferroviario, que estalló con la masacre de Once. La defensa a rajatablas de las tercerizaciones, con la participación esencial de la burocracia de la UF, provocó el asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra y concluyó con la condena penal de una parte de sus responsables políticos. La expresión más destacada del nacionalismo parasitario lo constituyó sin duda la estatización parcial de Repsol, por la cual se han pagado, mediante la emisión de nueva deuda, 12.000 millones de dólares entre capital e intereses, con la finalidad de entregar las nuevas áreas petroleras a pulpos internacionales más poderosos y establecer un modelo de apropiación de renta minera que beneficia al capital financiero internacional. De otro lado, los emprendimientos impulsados por los trabajadores a partir de los vaciamientos capitalistas de 2001/2, han sido convertidos en sistema de autoexplotación (una forma de trabajo precario), carentes de protección social, cuando no directamente saboteados en la posibilidad de su desarrollo económico. Para que la estatización económica tenga un papel progresivo, debe estar dirigida por los trabajadores y servir al propósito de desarrollar las fuerzas productivas en una transición al socialismo.
Agotamiento de la experiencia K
En momentos en que la presión del capital internacional amenaza con provocar una nueva cesación de pagos, el gobierno K carece por completo de un plan económico que le haga frente, lo que constituye un ejemplo descarado de incapacidad política y de capitulación completa.
La pretensión de recuperar el movimiento de la juventud peronista de los 70 también ha concluido en un fiasco absoluto. La expresión simbólica de este fiasco ocurrió en ocasión de la celebración del cuarenta aniversario del 1° de Mayo de 1974 (la última vez que el peronismo se reunió en la Plaza de Mayo), cuando desde la Presidenta hacia abajo repudiaron la ruptura de la JP con Perón, el autor intelectual de la Triple A. Después de la ley antiterrorista y el Proyecto X, el kirchnerismo pretende revivir la “operación Dorrego” de 1973, entre la JP y el general Calcagno, mediante la designación como jefe del Ejército al jefe del espionaje militar, el videlista César Milani. La pretensión de revivir los símbolos pasados para renovar el interés de las masas por el peronismo, se ha convertido en su contrario -en una decepción política aguda y en una expectativa popular hacia la izquierda. También en este plano, el kirchnerismo se caracteriza por el arribo tardío: agrupaciones como La Cámpora debutan alrededor del Bicentenario, muchísimo después de que la juventud, en especial la estudiantil, pero también la trabajadora, se liga a la izquierda revolucionaria y socialista.
Después de la tentativa de traer a Perón, en 1972, para destruir el movimiento obrero independiente, combativo e incluso revolucionario que alumbró el Cordobazo, tarea que completaría la dictadura militar; y después de las tentativas de Menem y de Kirchner para convertir al peronismo en una salida a la impasse histórica de la Argentina capitalista; el resultado histórico de esta larga y dolorosa experiencia, es la emergencia de la izquierda revolucionaria como protagonista político. Esto significa que la clase obrera se desarrolla como un factor político independiente. La izquierda no puede ser nunca una etiqueta electoral: su función histórica es ser la expresión política de la lucha de clases de los trabajadores, la forma más alta y organizada de esta lucha de clases. El hundimiento del Frente del Pueblo y de Izquierda Unida, que se desarrolló en la etapa alfonsinista, ha dejado una experiencia concluyente. Lo mismo vale para las tentativas de izquierda ‘plural’ que se canalizaron por Proyecto Sur y otras etiquetas electorales promovidas por la CTA. La izquierda no puede ser sino la expresión política consciente de la lucha internacional de la clase obrera y los trabajadores. La tentativa del kirchnerismo residual, que se expresa en Marea Popular y el Frente Popular Darío Santillán, de reflotar un movimiento nacionalista, es sencillamente reaccionario, pues significa bloquear la emergencia de un proletariado políticamente independiente, con el pretexto de rescatar a un cadáver político. Es inaceptable cualquier confusión política en este aspecto.
La potencialidad del Frente de Izquierda
El Frente de Izquierda y los Trabajadores obtuvo en las elecciones pasadas un millón trescientos mil votos. En la capital de Salta derrotó al PJ por doce puntos; en numerosas capitales de provincia ha rondado o superado los diez puntos. Se ha convertido en el canal político de una parte de la clase obrera y de la juventud; refleja el pasaje de una parte del movimiento obrero con un pasado peronista, hacia la izquierda combativa y socialista. La izquierda ha dejado de ser un actor marginal de la lucha política a partir del desarrollo del Frente de Izquierda; el Frente de Izquierda ha impreso a la izquierda una fisonomía política que confluye con el movimiento obrero. Es una tarea inexcusable desarrollar la potencialidad del Frente de Izquierda para convertir a la clase obrera en protagonista político; cualquier acción en un sentido contrario sería antiobrera.
La crisis industrial, las suspensiones y los despidos han puesto de manifiesto el rol único e insustituible de la izquierda en el movimiento obrero. Tanto en los piquetes de fábrica y en los cortes de ruta como en la acción parlamentaria, la izquierda clasista ha sido la única fuerza política que lucha junto al movimiento obrero. Ha servido para mostrar por donde pasa la delimitación política fundamental en Argentina: de un lado las patronales, el gobierno, la burocracia sindical y los partidos patronales, del otro lado, las organizaciones sindicales clasistas y la izquierda revolucionaria. Desde CFK hacia abajo -Capitanich, Urtubey, De la Sota, Pignanelli, UCR y progres de Córdoba-, se ha lanzado un ataque virulento contra los parlamentarios del Frente de Izquierda, por su activismo en las puertas de fábricas, en las huelgas y en los recintos legislativos junto a los trabajadores. En Salta y Córdoba se han producido o se pretenden producir sanciones contra ellos. En Santiago del Estero son objeto de ataques físicos por su vinculación con los campesinos que luchan contra los desalojos. En Tucumán estamos a la cabeza de la lucha contra las violaciones de derechos humanos por parte del régimen de Alperovich. La izquierda combativa es la gran protagonista de la lucha de los docentes en todo el país; lo mismo ocurre entre los estudiantes universitarios y secundarios y en el movimiento de lucha de la mujer. El campo de acción de la izquierda, en el movimiento obrero y el conjunto del pueblo, se ha ampliado en forma considerable; es necesario un desarrollo considerablemente mayor.
Por un congreso del movimiento obrero y la izquierda
Es para potenciar estas perspectivas que convocamos a un Congreso del movimiento obrero y la izquierda. No es un movimientismo sin contornos. Tiene una estrategia política definida: desarrollar la independencia política de la clase obrera y los trabajadores, y las condiciones para un gobierno de trabajadores. Se convoca para enraizar a la izquierda en el movimiento obrero y convertir a éste en una fuerza política consciente. Unifica todos los campos de acción de los trabajadores en un planteo político. Es un instrumento para ampliar el campo de intervención de la izquierda. La prepara mejor para las próximas elecciones, sean las previstas o adelantadas.
Establece una agenda de discusión política en la izquierda de cara a un movimiento de masas. Presentará al país un programa de reivindicaciones, que será la conclusión de una deliberación política. Servirá para hacer pública la enorme cantidad de reclamos de nuestro pueblo – en materia de vivienda, salud, educación, medio ambiente, servicios básicos, discriminaciones y represión social y política. Producirá un cuaderno enorme de protestas y reivindicaciones.
El Congreso del movimiento obrero y la izquierda será precedido por numerosas asambleas a lo largo y ancho de Argentina. El corazón de las discusiones será cómo enfrentar la ofensiva capitalista desatada por la crisis capitalista. La necesidad de repudiar la deuda externa usuraria y confiscatoria, para liberar a las fuerzas productivas de la asfixia del capital financiero, que enlaza a todas las formas del gran capital (todos los fondos y grandes capitales son buitres).Prohibir suspensiones y despidos y repartir las horas de trabajo sin reducir el salario. Fin de la precarización laboral: igual trabajo, igual salario. Por un plan de obras públicas, bajo control de los trabajadores, para combatir la desocupación. Abolir todos los impuestos directos e indirectos al salario, por un gravamen único y progresivo al capital. Nacionalización de la energía y de todos los recursos estratégicos, bajo gestión obrera, para combatir los monopolios del capital internacional y nacional y las nuevas entregas, y para convertir esos recursos en palanca de un desarrollo al servicio de las mayorías. Frente a la bancarrota inminente que amenaza producir el colapso financiero, planteamos la nacionalización de la banca y el comercio exterior y el desarrollo de un plan económico único en función de las prioridades presentes y futuras de los trabajadores.
El Congreso discutirá también y por sobre todo una campaña para impulsar un plan de lucha del movimiento obrero y de los sindicatos, para hacer frente a la ofensiva capitalista y defender los derechos de los trabajadores. Una campaña por la huelga general. Una campaña que vaya unida a la unidad de la izquierda en los sindicatos para desarrollar más comisiones internas y delegados combativos y crear las condiciones para expulsar a la burocracia sindical. La democracia e independencia de los sindicatos es fundamental, pero solamente será real con una nueva dirección del movimiento obrero. En Argentina, la burocracia de los sindicatos, en su inmensa mayoría, representa a una casta usurpadora muy consciente de sus propios intereses, vinculada al capital económicamente, e intensamente entrelazada al Estado y a sus cuerpos de represión y grupos de choque. Son un bastión último de defensa del capital contra el movimiento obrero.
El Congreso deberá pronunciarse sobre la situación internacional. El copamiento de Ucrania por parte de la Otan y la UE; la masacre contra Gaza y la expulsión de su población histórica; la contrarrevolución brutal contra los movimientos populares en Egipto y las guerras por el control del Medio Oriente; todo esto apunta a crear una situación mundial que favorezca descargar la crisis capitalista sobre las espaldas de los trabajadores. En oposición a la barbarie capitalista levantamos la unidad de los pueblos para que la crisis la pague el capital y por la unidad de la clase obrera de todo el mundo.