¿"Mini" o "maxi"?
Por qué Cavallo ya piensa en devaluar
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Los '‘especialistas "todavía se están rascando la cabeza acerca de lo que quiso decir Cavallo cuando anunció que “en el futuro” podría comenzar una política de mini-devaluación del peso. La perplejidad tiene su lógica, porque hasta hace muy poco tiempo el ministro se jactaba de que el cambio fijo seguiría más allá del año 2000 y la propaganda oficial aseguraba que “ahora, Argentina tiene peso”. ¿Se derrumba, entonces, la "estabilidad”?
¿Estabilidad?
Para ir aclarando el tema hay que señalar que el nuevo peso se encuentra sometido a una dura contradicción: tiene cada vez menos poder adquisitivo interno mientras su valor sube frente a las principales monedas. Desde que fue establecida la paridad de un dólar por diez mil australes, el austral (ahora peso) perdió el 30% de su capacidad de compra, pero su relación con el dólar no cambió, y por eso su relación con las monedas europeas se revalorizó, en un 20% en los dos últimos meses. Esto significa que a los extranjeros les resulta más caro comprar en Argentina, mientras que al comercio y a la industria argentinos les resulta barato comprar en el exterior. Las exportaciones nacionales se estancan o retroceden, en tanto que las importaciones crecen. La consecuencia es una amenaza de depresión económica debido a la imposibilidad de competir en los mercados internacional y nacional.
Que Cavallo quiera salir ahora de esta contradicción mediante una devaluación de la moneda, revela simplemente el carácter ficticio de la “estabilidad" Por un lado, la relación 1 a 1 con el dólar no tiene sustento en la realidad económica; pero por el otro el propio planteo de la estabilidad tampoco tiene sustento cuando la economía capitalista mundial se caracteriza en su conjunto por la inflación. Si las principales divisas suben y bajan, el peso nunca podría permanecer estable, aun cuando quede fijo con relación al dólar, ya que estaría cambiando con relación a las otras monedas. Cuando Estados Unidos tiene una deuda pública que se acerca al 50% de su producto nacional y el 15% de ella se financia con emisión monetaria de su Banco Central; cuando la deuda pública de Italia es igual al ciento por ciento de su producto nacional y lo. mismo ocurre con Bélgica;' cuando las deudas públicas de Gran Bretaña, Francia y Alemania han crecido en forma descomunal en 1991; cuando todo esto ocurre, la pretensión de un país menor como Argentina, que encima tiene una deuda pública que supera los cien mil millones de dólares, de establecer una estabilidad monetaria, simplemente corresponde al reinado de la estafa. Al ritmo de una emisión monetaria del 8% mensual, la estabilidad menemista es un cuento chino, o mejor una caldera a presión.
No puede devaluar
El problema de Cavallo, que ningún “especialista” fue capaz de señalar desde su famosa declaración, es que no puede devaluar ni mini-devaluar aunque quisiera. La afluencia de capital golondrina hada los países de América Latina están intensa, que hay un exceso de divisas extranjeras con relación a la demanda Si no fuera por el pago de la deuda externa y por el aumento de las importaciones, el peso habría que revaluarlo en lugar de devaluarlo. La valorización del peso, entonces, no corresponde a las condiciones internas de la economía, que se caracteriza por la inflación y el aumento del costo de vida, sino al movimiento especulativo del capital internacional. El compromiso de la ley de convertibilidad de comprar cada dólar que ingresa es una réplica exacta de las necesidades de los especuladores internacionales, porque ese compromiso crea una demanda de dólares por parte del Estado completamente artificial, que solo sirve para permitir que afluya la moneda extranjera. Esta constatación denuncia el carácter extranjerizante del “plan” Cavallo y de su fuente teórica de inspiración.
Chile, Brasil y Perú son un claro ejemplo de la imposibilidad que tiene Cavallo de devaluar el peso. En Chile el gobierno cristiano-socialista se vio obligado a revaluar el peso hace más de un mes, precisamente como consecuencia del enorme ingreso de dólares a corto plazo, el cual procura aprovechar los mayores intereses y beneficios que se obtienen en Chile. Incluso después de la revaluación, que reduce la cantidad de pesos chilenos necesarios para comprar un dólar, la emisión de moneda por ingreso de capitales del exterior fue descomunal: subió un 53% en solo 15 días de marzo. Para absorber este exceso de pesos chilenos el gobierno cristiano-socialista emite títulos públicos que están inflando enormemente la carga de intereses que debe pagar el Banco Central de Chile. Con este breve bosquejo uno ya está en condiciones de pronosticar que la crisis chilena será desatada por un crack financiero.
En Brasil, el ingreso de dólares es tan intenso, en particular en la Bolsa, que en el mercado negro, el dólar se cotiza por debajo del oficial. Este movimiento especulativo no es frenado por el índice de carestía del 25% mensual ni por el índice de desocupación que llega en Sao Paulo al 15% de la población activa. Son las altas tasas de interés y las privatizaciones a precios de remate las que alientan una especulación que es generalizada en toda Latinoamérica. Lo mismo ocurre en Perú.
Derrumbe financiero
Si Cavallo devaluara el peso en las actuales condiciones el ingreso de dólares sería mayor aún y lo mismo ocurriría con la emisión de moneda destinada a comprar esos dólares. A partir de aquí se produciría un exceso de pesos que deberían ser absorbidos por medio de la emisión de títulos públicos, lo que aumentaría la deuda del Estado y la tasa de interés. Sería claramente un curso catastrófico que obligaría... a revaluar el peso. Todo esto ocurriría, naturalmente, como consecuencia de la falta de autonomía de la política económica y de su adaptación pasiva a las exigencias del capital financiero internacional.
El interrogante es por qué Cavallo habla de una devaluación del peso que no podría realizar aunque quisiera. Un especialista ha hecho notar que la devaluación provocaría una enorme crisis financiera, esto debido a que los préstamos bancarios se encuentran nominados en su mayoría en pesos mientras que los depósitos bancarios están en dólares, y a que aquéllos que están en pesos se encuentran depositados a siete días. Con una devaluación, la devolución de los préstamos no alcanzaría para pagar los depósitos y se provocaría una huida de los que estén en moneda nacional. Una devaluación también aumentaría la deuda externa en pesos y por lo tanto los pagos que deben hacerse de acuerdo a lo que establece el plan Brady que está por firmarse.
Todo esto explica que Juan Alemann, representante de los banqueros que prestaron en pesos los dólares que recibieron como depósitos, haya pegado el grito en el cielo contra la devaluación. El Citibank, sin embargo, no es de la misma opinión, porque supone que una devaluación disminuirá la cantidad de dólares que, por ley, necesita guardar el Banco Central, lo que permitirá destinar el sobrante al pago de los intereses atrasados de la deuda externa. Alemann, en cambio, viene reclamando que se permita a los bancos prestar el dinero que reciben en cuenta corriente y por el cual no pagan intereses. Dice que de este modo las empresas se podrían financiar sin recurrir a dólares. Pero ahí está el problema, porque sin dólares no se podría pagar la deuda externa y cumplir con el plan Brady; este plan obliga a Argentina a subsidiar el ingreso de dólares con un peso sobrevaluado (esto permite que las ganancias en pesos sean altas en dólares). Por otro lado, autorizar a los bancos a prestar el dinero de cuenta corriente es propiciar una aventura financiera, porque los bancos darían ese dinero a sus colaterales para realizar inversiones riesgosas, lo cual plantea la perspectiva de volver al crac bancario que provocó la política de Martínez de Hoz.
La única es la maxi
¿Entonces Cavallo no devalúa? En efecto, en las actuales condiciones Cavallo no podría, por decreto, devaluar el peso con el fin de mejorar, por ejemplo, la competitividad de la industria o con el fin de aumentar la recaudación de los impuestos que gravan el comercio exterior. Sería ir contra el mercado... es decir, contra el alineamiento de fuerzas en el mercado favorecido por la actual política económica. La devaluación sólo podría ser provocada por una crisis industrial que obligue a salir al “rescate” de bancos e industrias, o por una crisis internacional. Esta última es la que asoma en el horizonte.
Efectivamente, existen indicios devaluatorios de la libra esterlina, del franco francés y de la lira, los cuales tendrían una repercusión desfavorable sobre el marco alemán. Gran Bretaña y Francia se encuentran en una gran recesión, sus títulos públicos están cayendo y las tasas de interés suben. El pasado viernes 20 la Bolsa de Londres vivió una ola de ventas de títulos públicos que amenaza llevar a la quiebra a muchos especuladores que compraron bonos del Estado por medio de préstamos bancarios. La caída de tos títulos y la consiguiente suba de los intereses fue un duro revés para el gobierno de Major, que recientemente aumentó el déficit fiscal para reactivar a la economía británica. Una victoria laborista o una acentuación de la crisis de gobierno en Francia podrían llevar a que se disponga una reducción de intereses para reactivar la economía, lo que provocaría una devaluación en cascada de las monedas europeas. Esta devaluación significaría una revaluación para el dólar... y para el peso atado al dólar, agravando su sobrevaluación. Además desestabilizaría los mercados internacionales de capitales y las Bolsas. El probable reflujo de esos capitales hacia los Estados Unidos o a la compra de oro, modificaría enormemente las condiciones de funcionamiento del peso y provocaría su devaluación. Pero no la mini sino la maxi.
Es sugestivo, a la luz de esto, que Cavallo hablara de atar el peso a “una cesta de monedas"—y no solamente al dólar; de atar el peso a monedas que van a caer y cuyos Estados están financieramente quebrados, ¡Gran política de estabilidad! Es esta perspectiva de derrumbe monetario en Europa la motivación principal de Cavallo. El ministro dijo precisamente que sí “el dólar se convierte en una moneda extremadamente fuerte con respecto a las monedas europeas, y esto dificulta las exportaciones argentinas a Europa, el peso podría pasar a ser respaldado por si yen, alguna moneda europea o también de algún país limítrofe si tuviéramos una región estable” (El Cronista, 20/3/92).
Pero para que el proyecto tenga consistencia el Banco Central debería contar con esa “cesta de monedas ", lo que daría el resultado absurdo de que el Banco Central tendría que salir a comprar monedas que van a perder su valor. Como nadie va a hacer esto, la cotización del peso en función de esa “cesta" dejaría de estar vinculada a las reservas del Banco Central, lo que vulneraría la ley de convertibilidad. Pero su consecuencia mayor sería que el peso dejaría de tener un precio fijo y empezaría a fluctuar. En toda una primera etapa obligaría al Estado a devaluarlo, acentuando la inflación. La fluctuación de la moneda marcaría una nueva etapa en el proceso especulativo-parasitario que caracteriza cada vez más a la economía argentina. Pero si la perspectiva que se diseña en Europa es la de una fuerte inestabilidad monetaria, con política de fluctuación o no, los tiempos del “plan” Cavallo estarán igualmente contados.