Políticas

14/6/2001|710

Por qué fracasa Cavallo

En un reportaje concedido a La Nación (26/5), Guillermo Mondino, la “cabeza” económica de Cavallo, deja perfectamente en claro los descomunales límites de la política oficial para producir una reactivación de la economía *luego de 37 meses de recesión.


“El problema de la Argentina, dice, es la falta de rentabilidad… no somos fanáticos de las medidas de incentivo a la demanda. Si… mejorara la inversión (se recompone) el consumo”. En consonancia con esto, los “acuerdos sectoriales” han establecido más excepciones de impuestos a las patronales; reducciones salariales; mayor flexibilización laboral. En clara oposición a un aumento de salarios, Cavallo está planteando reducir los aportes de los trabajadores a las AFJPs, del 11 al 5%, suponemos que la diferencia la aportaría el Estado. Ibarra, por su lado, sigue la misma orientación al disponer “sobreprecios” para los contratistas de la ciudad.


Obviamente, el error conceptual de Mondino es reunir en el término de “rentabilidad” dos categorías parcialmente contradictorias: la tasa de plusvalía, por un lado, y la tasa de ganancia, por el otro. La primera se refiere a la tasa de explotación del obrero, la segunda al beneficio que obtiene el conjunto del capital en circulación, o sea que está incluída la realización, es decir la venta de lo producido. Mondino plantea aumentar la primera, y que si esto ocurre, subiría la segunda. Pero la primera es ya enormemente elevada; la participación de los asalariados en el Ingreso Nacional ha bajado del 50% al 20%, los salarios continúan bajando y la flexibilidad laboral subiendo. Aunque el capital que efectivamente está puesto en circulación, se ha reducido por la recesión, y ha crecido el capital inmovilizado, esto no disminuye la tasa de explotación que consigue. Lo que cae, y está efectivamente cayendo, no es la tasa de plusvalía sino la tasa de beneficio, esto debido a la parte del capital que se encuentra ocioso como consecuencia de una disminución de la demanda final de consumo y de inversión. Aumentar todavía más la plusvalía significaría, en condiciones iguales, una menor necesidad de capital para producir la misma masa de valor, y por lo tanto un incremento del capital que no se utiliza, o sea una mayor caída del consumo personal y de la demanda para inversión. La política oficial acentúa la depresión económica. Como la demanda mundial también está cayendo y el real brasileño se continúa desvalorizando, la depresión interna no encuentra compensación en el mercado exterior.


Para reactivar habría que reducir la tasa de explotación, aumentando los salarios, disminuyendo la jornada laboral y prohibiendo los despidos; en este caso, la menor tasa de plusvalía que obtendría el capital efectivamente en circulación sería compensada por una tasa de beneficio mayor sobre la totalidad del capital invertido; el incremento del consumo personal disminuiría la parte del capital que está ocioso o inutilizado. Esto explica que el secretario para las Pymes haya propuesto aumentar el salario mínimo, lo cual fue simplemente despreciado por Cavallo. La UIA apoya fervorosamente a Cavallo, es decir que no quiere saber nada de aumentar salarios. La razón es que los “acuerdos sectoriales” le permiten “currar” impuestos, simulando nuevas inversiones. Los capitalistas no plantean aumento de salarios: 1) para que los obreros no levanten cabeza y no recuperen, por la vía de una menor jornada laboral, un cierto control sobre las condiciones de trabajo; 2) porque la gran industria tiene la vista puesta en el mercado internacional y en la asociación industrial con firmas extranjeras; 3) porque los acreedores y los bancos, con la fuerza de 200.000 millones de dólares de deuda externa, no quieren saber de nada que aumente el déficit fiscal y porque la depresión les facilita, a ellos y a la gran industria, una mayor concentración económica a costa de las empresas obligadas a quebrar.


Es por todo esto que una reactivación económica real, en el marco capitalista, está condenada al fracaso, de una u otra manera, en los términos de la política en curso.