Políticas

7/8/2003|812

Por qué Kirchner le puso la mano en la rodilla a Bush

Cuando “la Casa Blanca consideró que el encuentro entre el presidente George Bush y el presidente Néstor Kirchner no pudo ser mejor” (Clarín, 24/7), sabía de qué estaba hablando.


El patagónico “nacional y popular” le pidió a Bush que hiciera concesiones en la negociación con el FMI a cambio de alinear a la Argentina detrás de los principales objetivos estratégicos del imperialismo, como el Alca, la propiedad intelectual y el redireccionamiento de los negocios en la Argentina hacia las empresas norteamericanas, e incluso enviando tropas a Irak bajo el auspicio de la Onu. Todos estos tópicos valen mucho más que la diferencia entre tener un superávit fiscal de 3 ó de 4% del PBI para pagar los intereses de la deuda.


Apenas 10 días después del encuentro con Bush, “en un claro gesto hacia Estados Unidos, el gobierno de Néstor Kirchner dio luz verde al bloque de senadores justicialistas para que acelere la sanción del proyecto que refrenda el acuerdo de actualización de la ley de patentes firmado con ese país en abril del año pasado” (La Nación, 4/8). La ley de patentes es uno de los principales reclamos de los laboratorios internacionales, en especial de los norteamericanos. Como no podía ser de otro modo, la frepasista Vilma Ibarra declaró que apoya la sanción de este reclamo yanqui que venía siendo impulsado en el Senado por su par Eduardo Menem (La Nación, ídem).


Más importante aún es, sin embargo, el alineamiento de la Argentina con el Alca . En este punto, Kirchner “dio instrucciones a los principales colaboradores que tendrán que participar en las negociaciones dentro del Alca para que desde ahora en adelante consideren este proyecto como una prioridad de la política exterior de la Argentina” (Ambito, 24/7).


El vicecanciller Martín Redrado reveló que las críticas de EE.UU. al Mercosur apuntan a Brasil porque “la Argentina, en realidad, ha sido proactiva y en ningún momento se ha rehusado a hacer ofertas en los sectores de servicios, inversiones y compras gubernamentales” (La Nación, 23/7).


Pocos días después, el canciller brasileño Celso Amorim, en una columna de opinión en Clarín, explicitó las divergencias con EE.UU. y la Argentina. Con relación al Alca, Amorim dijo que la posición de Brasil es que “los temas más sensibles y que representan obligaciones nuevas para Brasil, como la parte normativa de la propiedad intelectual, servicios, inversiones y compras gubernamentales, serían transferidos para la OMC, a ejemplo de lo que reclaman los EE.UU. en relación a los temas que les son más sensibles, como subsidios agrícolas y reglas antidumping” (Clarín, 1/8).


Esta inclinación pro-norteamericana con relación al Alca es estratégica y uniforma el conjunto de la política económica, ya que el “Area de Libre Comercio” de Alaska a Tierra del Fuego significa colocar a todo el continente bajo la órbita de los negocios norteamericanos.


Por eso, los representantes de los pulpos norteamericanos no pudieron escuchar mejores palabras que cuando en Nueva York Kirchner les dijo: “Muchos empresarios de Norteamérica, que ustedes conocen, se perjudicaron por el proceso privatizador en la Argentina, dominado por la corrupción estructural” (La Nación, 25/7). Estas palabras contrastaron con el plantón que Kirchner les hizo a los patrones franceses y las fuertes críticas que les planteó a los pulpos españoles.


La interpretación general es que Kirchner quiere reabrir las puertas a los capitales norteamericanos que cedieron posiciones con relación a los europeos en las privatizaciones de los ’90.


“Podría suceder en hipotéticas relicitaciones de concesiones de servicios, en caso de que algún europeo desairado decida levantar sus operaciones en el país” (Infobae, 24/7). La demora del gobierno de Kirchner en aprobar la suba de las tarifas perseguiría así el propósito de deteriorar la situación financiera de las privatizadas para facilitar un cambio de manos.


Esta lucha entre los capitales yanquis y europeos fue un elemento de la crisis que desembocó en el default y se prolongó en las negociaciones con el FMI el año pasado. Por ejemplo, en un reciente libro, el ex secretario de Hacienda, y actual senador Oscar Lamberto comenta que el año pasado las propuestas del FMI conducían a la hiperinflación. “Esto hubiera transformado en inviable a muchas empresas, muchos accionistas querrían salirse del negocio y los que estaban afuera podían comprar en moneda de quiebra. Esto contraponía los intereses de las empresas europeas, que habían participado en las privatizaciones, con los intereses de las empresas americanas, que habían quedado relegadas” (“Los 100 peores días”, página 67).