Por qué no tenemos petróleo ni gas ni luz
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Prácticamente todos los diarios del país han pegado el grito en el cielo porque en los últimos días se importó petróleo y derivados como consecuencia de la insuficiente producción interna. Esta situación se vio agravada por los primeros fríos, lo que determinó, a su vez, que faltara gas. El cuadro se complica por las dificultades en materia eléctrica, con lo cual todo el renglón energético aparece cuestionado en su capacidad de abastecimiento.
Existe coincidencia en señalar que no habrá gas ni petróleo ni energía eléctrica si el frío recrudece o si su demanda aumenta por una mayor producción industrial inferna.
Imperialismo
El sector energético viene siendo el campo predilecto de las inversiones imperialistas. Todas las obras hidroeléctricas son construidas y financiadas por consorcios imperialistas (Banco Mundial, BID, Corporación Financiera), lo mismo ocurre con los tendidos de gasoductos. En el caso petrolero, YPF ha sido paulatinamente desalojada del mercado por los pulpos privados, quienes ostentan ya el 35 % de la producción. La mayor injerencia imperialista en la energía no ha solucionado los problemas, los ha agravado.
Causas
Las empresas públicas energéticas están todas financieramente desquiciadas y esto sólo en parte tiene que ver con su operatividad productiva. Nada menos que el director del “holding” de Energía, Olivera, sostuvo días pasados que los costos laborales tienen una ínfima incidencia en los costos globales, de modo que carece de todo sentido buscar la solución por ese lado. Para Olivera, la solución pasaría por la “autonomización” de las empresas respecto del poder político, o sea que cuenten con libertad para delinear su política “empresaria”, entre ellas, claro está, fijar las tarifas.
No propone erradicar las causas que originan el descomunal déficit, sino que los consumidores (la población trabajadora) lo paguen.
Agio
YPF, Agua y Energía Eléctrica y Gas están quebradas porque soportan el 85 % de la deuda externa pública, originada en operaciones financieras que nada tienen que ver con su operatoria normal. El Estado ha contratado inversiones en hidroelectricidad o gas a precios varias veces superiores a los internacionales (por eso se rechazaron ofertas hechas por la URSS en el Paraná Medio). Las deudas comerciales son gigantescas, esto porque los capitalistas proveedores facturan a precios de oro, con la complicidad de los altos funcionarios de esas empresas. En el caso de Gas, el gasoducto centro-oeste tiene paralizadas sus obras de ampliación porque la contratista Cogasco exigió que se le reconociera un “adicionar de 200 millones de dólares, lo que el gobierno acaba de hacer al comprarle por anticipado el gasoducto en más de 1.000 millones de dólares (al mismo tiempo Cogasco tiene estatizada su deuda externa —autopréstamo— por lo que el Estado termina por comprar dos veces el mismo gasoducto).
Usura
El ahogo financiero no le permite a YPF realizar las perforaciones para extraer todo el petróleo que se necesita. Los pulpos privados se ofrecen, entonces, para relevarla (pero YPF finalmente les compra el petróleo, o sea que el dinero que no tiene para extraer, luego lo debe pagar con creces por el petróleo extraído). El costo privado es superior al de YPF (si se elimina el rubro financiero no originado por el desenvolvimiento comercial). Pero, además, el Estado retiene una gran parte del precio de los combustibles para alimentar una Tesorería que utiliza esos fondos para el “bicicleteo financiero” de los Bonex, Bagon, Barra, etc. O sea que el dinero que no va a YPF termina financiando la usura de los títulos públicos.
“Patria contratista”
Al frente de la Secretaría de Energía está un hombre del gran capital privado energético. El ingeniero Lapeña ideó el Plan Houston, que permitirá a los pulpos petroleros desplazar a YPF del mercado interno, que prevé que Gas del Estado sea un mero administrador del servicio, y que ha programado la construcción de centrales hidroeléctricas en acuerdo con ciertos grupos capitalistas, para lo cual se ha dejado de lado la licitación en beneficio de la contratación directa (en acuerdo con Facundo Suárez, por ejemplo, se le dio a un consorcio mejicano y al grupo Techint la construcción directa del gasoducto Loma de la Lata- Buenos Aires).
El capital vive de negociar contra el Estado. Nada menos que el coordinador económico de Sourrouillé, Adolfo Canitrot, acaba de declarar que los “capitanes de la industria” son meros contratistas del Estado, que viven del presupuesto de las empresas públicas. No cumplen, entonces, ningún papel, son meramente parásitos.
Expropiación
La quiebra de las empresas públicas es un resultado de la gestión capitalista y de su entrelazamiento con el capital imperialista. Por eso, el Partido Obrero plantea la expropiación de todos los pulpos imperialistas, el desconocimiento de la deuda externa de las empresas públicas, su investigación para hacer saltar la maraña de intereses que se anidan a su alrededor y la gestión obrera colectiva.