Por qué solo el Partido Obrero pronosticó la alianza Menem-Alsogaray-Frigerio
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Los lectores del PO no debieran figurar, por cierto, entre quienes han sido sorprendidos por los nombramientos efectuados por Menem en beneficio de la familia Alsogaray y de la familia frigerista. A través de “Prensa Obrera” fuimos denunciando paso a paso la estrecha confluencia entre Menem y la Ucedé, desde una fecha tan temprana como octubre de 1988, cuando toda la prensa, incluida la de izquierda se perdía en el duelo verbal electoral que entablaban peronistas y liberales y hasta “ridiculizaba” nuestra denuncia del pacto Menem-Alsogaray.
Desde estas páginas anticipamos el acuerdo entre Menem y la Ucedé de Alsogaray cuando ambos coincidieron programáticamente en un “‘coloquio’ empresarial” realizado en Bariloche bajo la égida de Bunge y Born y Bridas (Prensa Obrera 249, 9/11/88). Esas coincidencias estaban centradas en la privatización (a precio de remate) de las empresas públicas, en el pago anticipado de la deuda externa autorizando que se convierta en capital (a valores subsidiados) y en la desregulación del mercado de trabajo (flexibilidad laboral).
Estas coincidencias materializaban la principal exigencia del gran capital, en especial la de los “capitanes de la industria”. Aunque éstos sostenían por aquella fecha “el plan primavera” de Alfonsín y la candidatura de Angeloz, la devaluación del austral dispuesta por Sourrouille en febrero perjudicó a un sector de los “capitanes de la industria” y provocó la total ruptura de este frente y el pasaje definitivo de esos sectores al campo de Menem (cuya campaña ya venían apoyando “generosamente”). La devaluación de Sourrouille había sido impulsada preferentemente por la banca acreedora y el FMI.
En el comunicado de prensa que resume la intervención de Jorge Altamira en un acto público en La Plata, el 31 de marzo pasado, decíamos: “Altamira también interpretó que la caída de Sourrouille pone fin a las posibilidades electorales del candidato radical, cuyo gobierno ha perdido la confianza de los acreedores externos, los cuales sólo lo sostienen como puente o transición hacia un gobierno del justicialismo. Menem se ha convertido así en el candidato definitivamente aceptado por el gran capital, quien le reclama que ponga en práctica un gobierno de coalición o la incorporación al gabinete de hombres del radicalismo y el ucedeismo”. ¡Qué tal!
El acuerdo PJ-Ucedé pegó un brusco salto en marzo pasado con motivo de un discurso de Menem en su gira por la Patagonia, que “La Nación” publicaría en forma de solicitada. Allí el riojano hacía un inusitado elogio del gobierno de Frondizi y de su política de entrega del petróleo, que había sido llevada adelante por el entonces ministro Álvaro Alsogaray, y se manifestaba partidario de “repatriar” los capitales fugados mediante el incentivo de un dólar “libre”. La “repatriación de capitales” había sido el eje de la campaña electoral de la Ucedé. Por eso Alsogaray recogió de inmediato el guante y dejó planteada la posibilidad del voto a Menem en el Colegio Electoral. Pusimos en evidencia este hecho a comienzos de marzo, 80 días antes de las elecciones, cuando “el candidato presidencial del PO, Jorge Altamira, denunció un ‘pacto a espaldas del pueblo’ que intentará concretar el postulante justicialista Carlos Menem con Álvaro Alsogaray y la Ucedé” (La Voz del Interior, 7/3/89). A su vez, en declaraciones a Télam, recogidas por el Heraldo (25/3/89) “Gregorio Flores dijo que Carlos Menem trata de lograr un acuerdo con la Ucedé, donde María Julia Alsogaray está dispuesta a que ese partido dé su voto al justicialismo, mientras que Adelina de Viola se inclina por Angeloz”. La conducta de María Julia Alsogaray, que dirige personalmente el pacto de los electores de la Ucedé con el Frejupo en la Capital y la escisión en la Ucedé por este “pacto” que hoy asombra a tantos ya había sido anticipada por el PO.
“El planteamiento menem-alsogaraista, tiene por mentor original al venido a menos Rogelio Frigerio que lo viene reclamando desde el 83 y que naturalmente está en el Frente Patriótico Menem Presidente”, ya hablamos señalado en PO de noviembre pasado cuando el “petrolero” Diego Ibañez ni imaginaba a Octavio Frigerio y a Arturo Sábato dirigiendo YPF.
Se acostumbra a acusarnos a los trotskistas de “fantasiosos”. ¡Pero qué “fantasía” más creativa!
La causa que explica estos acertados pronósticos formulados con carácter “exclusivo” (la IU decía que Menem se diferenciaba de Angeloz y de Alsogaray en función de su “base social” y que, a lo sumo, podía tener alguna semejanza solo con el primero); la causa, decimos, estriba en la correcta caracterización que el PO tiene del nacionalismo burgués y de la burguesía nacional. El primero, que está encarnado principalmente por el PJ, no es una “idea” sino el reflejo político de intereses sociales, precisamente de los de la segunda. El programa del nacionalismo burgués debe reflejar necesariamente los intereses de conjunto de la burguesía nativa y sus relaciones con la clase obrera, de un lado, y el imperialismo, del otro. El capitalismo nacional se encuentra representado hoy socialmente por los “capitanes de la industria”, con sus conexiones financieras, comerciales y bancarias. Cafiero, al principio y Menem, después, supieron vehiculizar los planteos de éstos, a partir del agotamiento de la experiencia alfonsinista y de la quiebra generalizada que ella provocó. El menemismo tejió sus lazos con esos intereses a partir de la “promoción industrial” en La Rioja, verdadero “crisol” o “nido de víboras”, como se prefiera, de este nuevo “bloque de poder”. El menemismo no ha “traicionado” al nacionalismo burgués, es, por el contrario, su mejor intérprete. Lo prueba el frente que ha armado dentro del peronismo y la impotencia de sus raleados adversarios. Ven al menemismo como “traición” sólo quienes se han hecho una “cierta idea” del nacionalismo burgués y que han sido incapaces de definir sus raíces sociales. Todo esto, digamos de paso, demuestra la superioridad del vilipendiado marxismo.
En tren de pronósticos, dejamos para finalizar que, cualesquiera sean los éxitos que pueda llegar a tener Menem en derrotar una resistencia popular, sus posibilidades son aún menores que las de quienes lo antecedieron. Por una parte, será impotente para detener la presión desquiciadora del imperialismo; por la otra, no logrará resolver las brutales contradicciones de la burguesía nacional frente a la crisis. Al final, como consecuencia de esta impotencia histórica, las masas se abrirán camino para sepultar una tentativa nacional condenada al fracaso. La existencia de un partido obrero revolucionario servirá para dar a los explotados la conciencia política necesaria y los medios de la victoria.