Políticas

11/11/1987|206

Por un plan económico y político de los trabajadores

Es inminente una crisis política. Es inminente, además, un nuevo tarifazo contra el pueblo.

La voracidad capitalista no tiene límites, como tampoco la tiene la completa impotencia de los políticos patronales, de los Alfonsín o Cafiero, para expulsar del país a los saqueadores imperialistas de la nación.

Los burócratas sindicales hablan de hacer un paro de 36 horas con la finalidad de “cambiar la política económica”, pero no le dicen al pueblo que la quieren reemplazar por otra ‘‘política económica” patronal, que será tan nefasta, o peor aún, que la de Sourrouille.

Cafiero, Ubaldini y Miguel están negociando con Alsogaray, Tróccoli y Pugliese (¡y con el embajador norteamericano!) el plan económico de recambio. En esta misma mesa se está negociando la realización o no de un nuevo paro de la CGT.

Pero con todo esto los trabajadores no vamos a ningún lado. El espectro de la ruina amenaza nuestras existencias.

Es necesario un plan de los obreros, no de los patrones, y una lucha decidida para imponerlo. El destino de nuestras vidas y del país no puede ser establecido por lo explotadores.

Este plan obrero debe dar una salida inmediata a la situación imposible que vivimos. Por eso su primera reivindicación debe ser que se garantice un salario mínimo de subsistencia para todo el mundo, que hoy es de ₳ 1.000.-

El segundo punto es dar una salida inmediata a la situación de bancarrota nacional. Por eso debemos plantear el cese del pago de la deuda externa y el desconocimiento de todas las concesiones a la banca imperialista que figuran en los acuerdos con el FMI.

La tercera cuestión es poner en marcha sin demoras un programa de reactivación económica, lo cual requiere retirar los recursos de manos de los parásitos y ponerlos en manos del pueblo. Para ello hay que confiscar a la banca y a los monopolios industriales y agrarios.

La salvación del país y de los trabajadores exige una organización nacional de la producción y el ataque al sabotaje capitalista, el que se expresa en la fuga de capitales, la evasión impositiva y provisional y el fraude en las. transacciones comerciales. Para terminar con esto hay que abrir los libros de los bancos y de los monopolios y establecer el control obrero de la producción.

Abramos la discusión del plan de la clase obrera en los lugares de trabajo y en los sindicatos. Exijamos a la burocracia de la CGT la convocatoria de un congreso de delegados elegidos en asambleas.

Este es el camino para la organización independiente del proletariado. Pongamos en pie comités para impulsar el plan de la clase obrera, contra la bancarrota de la nación que organiza el capital.

Recuadro 1 Tapa PO N° 206

Contra el estrangulamiento de la revolución nicaragüense

El torniquete del imperialismo y de la burocracia rusa se sigue cerrando en tomo a la revolución nicaragüense.

En tanto que Honduras sigue albergando a los «contras”, Estados Unidos los continúa financiando y Costa Rica hospeda a sus líderes, el presidente Ortega acaba de anunciar, al regresar de Moscú, que aceptaba negociar con los somocistas por intermedio del somocista monseñor Obando. Esto constituye un viraje del gobierno sandinista que ha sido claramente inducido por la burocracia del Kremlin.

Se ve con toda claridad que el llamado plan de paz de Guatemala no es más que la cínica envoltura de un complot internacional contra la revolución centroamericana.

No es la libertad de prensa lo que reclama, sino la libertad de empresa; no es la democracia sino el desarme del pueblo; no es la paz sino el estrangulamiento de la emancipación nacional.

Las cláusulas de este acuerdo de paz se renuevan y trastocan sin cesar, porque su exclusiva finalidad política es la destrucción completa de la revolución.

Recuadro 2 Tapa PO N° 206

«No hubo errores, no hubo excesos» también en Moscú, juicio y castigo a los culpables

Dijimos en el número anterior de PO que la impasse económica y política del régimen burocrático en la URSS debía abrir un período revolucionario. A la conformación de esta etapa política ha contribuido profundamente la lucha de la clase obrera de otros países, Polonia en primer lugar.

Los síntomas revolucionarios son ya evidentes, tanto por arriba como por abajo. Los diarios informan regularmente de paros y huelgas obreras parciales, en oposición a los intentos de imponer el trabajo a destajo, normas de productividad y reducciones salariales. En la cúspide la tensión crece de día en día. El jefe del PCUS de Moscú, Boris Yeltsin, fiel de Gorbachov, presentó su renuncia al Comité Central y acusó a aquél de “culto a la personalidad”. Lo cierto es que en los medios populares de Moscú reina una gran efervescencia. Se han emprendido incluso acciones para cerrar las tiendas y comercios que son de acceso reservado de la burocracia. Ha habido volanteadas y actos relámpagos. La población ha emprendido también acciones de resistencia contra la represión que sufrieron los juglares y artesanos moscovitas que desde hace un tiempo vienen ocupando la famosa calle Arbat.

Tomándole la palabra a la demagogia gorbachiana, el pueblo soviético está reclamando la “transparencia” (glasnost) histórica. Dos recientes reuniones públicas en Moscú concluyeron en un tumultuoso enjuiciamiento al stalinismo y en el reclamo de la revisión de los fraudulentos procesos contra los líderes bolcheviques en la década del 30.

Durante una conferencia en marzo pasado, en la que el profesor Yuri Borisov reivindicó a Stalin, criticando sus “abusos” y «excesos”, el auditorio reaccionó indignado, intimándolo a que diera las cifras de las victimas del stalinismo. Un mes más tarde cuando el mismo Borisov pronunció otra conferencia en la Casa Central de la Cultura, también fue interpelado por el público y hubo hasta quien denunció el caso del gran director teatral Meyerhold, torturado por la GPU quien le quebró la mano izquierda y lo obligó a beber su propia orina.

En junio, una reunión de la organización de la Juventud Comunista. Komsomol, con la presencia del director del Instituto de Historia, Youri Afanasiev se transformó en una verdadera interpelación. Con la sala llena y varios centenares de personas en la calle, el orador fue bombardeado con reclamos en favor de la publicación de las obras de León Trotsky.

En otro episodio de la misma reunión una persona presentó un texto para ser leído por la mesa, donde se exigía que se terminara de hablar del «culto a la personalidad», o de errores o desviaciones, y que se condenara a Stalin como culpable de crímenes contra la humanidad, erigiendo un monumento a sus víctimas. Afanasiev leyó estas palabras en voz alta y apoyó la proposición del monumento, aunque sin decir nada de la condena a Stalin. El público respondió con prolongada y rítmica ovación (de la revista austríaca Profil, 13/7, citada por Imprecor).

Mientras Moscú está que hierve, el Secretariado de la IV Internacional dirigido por Ernest Mandel; ha emprendido una “campaña internacional”, secundado por el Mas de Zamora y Silvia Díaz, por la “rehabilitación penal» de las víctimas de los procesos infames. (Exigen) “al gobierno soviético reexaminar el caso de todas estas víctimas de la perversión de la justicia soviética… Estamos seguros que la inocencia de todos los acusados de los procesos de 1936-38 será, claramente establecida. Estos deben ser rehabilitados y su honor debe ser restablecido, sus familias deben ser indemnizadas y debe conocerse dónde fueron enterradas las víctimas de los procesos”.

Este reclamo carece de la reivindicación levantada por el público moscovita de que se enjuicie y i castigue a la burocracia que hizo desaparecer y ejecutó a millones de personas y a miles de revolucionarios. En lugar de “juicio y castigo” se reclama la declaración de inocencia de las víctimas por parte de los verdugos. Caracterizar a los “procesos” como una “perversión de la justicia” y no como un acto criminal de la burocracia, es un completo blanqueo de ésta. La “transparencia”; gorbachoviana consiste precisamente en lo que piden mandelianos y masistas: una declaración de inocencia penal post-moxtem, para delimitar a la nueva generación de la burocracia de la vieja generación que ya está muerta y enterrada.

Si a la revisión penal, pero por el juicio y castigo a todos los culpables.