Primero de Mayo: una asamblea a cielo abierto
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El acto convocado por el Frente de Izquierda y sectores combativos del movimiento obrero en la Plaza de Mayo fue el eje central de la jornada del 1° de Mayo. La izquierda que lucha por el socialismo y el gobierno de los trabajadores volvió a asumir la responsabilidad de levantar una tribuna en el centro del poder político. Cuarenta años después del retiro de la Juventud Peronista de la Plaza de Mayo, al grito de “qué pasa General, está lleno de gorilas el gobierno popular”, el kirchnerismo, el camporismo, el peronismo y la burocracia sindical volvieron a dar el ausente. No se repusieron luego de cuatro décadas, ni tienen la menor intención de convertirse en paladines del trabajo en épocas de trabajo precario, hundimiento previsional y ajuste. En este cuadro, el acto fue la expresión política única y propia de la clase obrera que lucha. El menguadísimo acto de la CTA-CCC (FAP-Unen)-MST fue la expresión de un ocaso que nunca tuvo alborada. La cantidad de asistentes superó holgadamente a la de años anteriores. Nuestro partido, que luchó por desarrollar el contenido histórico del acto, aportó las dos terceras partes de la concurrencia, con fuertes contingentes del movimiento obrero y de la juventud.
Ramón Cortés, condenado a cadena perpetua por participar de la lucha de los petroleros de Las Heras, abrió el acto con sus denuncias sobre la situación represiva que recorre el norte petrolero de Santa Cruz. La izquierda es el único polo político que defiende a los luchadores contra la represión del Estado y de los monopolios petroleros.
Sindicalismo y política
Una larga lista de oradores expresó diferentes posiciones políticas y caracterizaciones, e incluso matices dentro de los oradores de un mismo partido. El acto fue una gran asamblea. Los oradores del llamado Encuentro de Atlanta se empeñaron en separar la lucha sindical de la lucha política de la izquierda, en especial los que integran el Frente de Izquierda. Parecían hacer un esfuerzo por confirmar nuestra caracterización de que el Encuentro ha sido concebido para condicionar el Frente de Izquierda a otras políticas y otras estrategias. No está en discusión que el trabajo en los sindicatos significa la unión reivindicativa de la clase con independencia de las ideas políticas e incluso religiosas. Otra cosa es que los activistas y los luchadores renuncien a exponer abiertamente sus objetivos políticos, en especial cuando en los sindicatos opera una burocracia sindical ligada al Estado y a los partidos patronales.
Los oradores más representativos del Encuentro desaprovecharon el 1° de Mayo, el día más indicado para hacerlo, para explicar a los trabajadores porqué la lucha cotidiana debe articular con la lucha política y el gobierno de los trabajadores. Al lado de una defensa del sindicalismo vacío de contenido político, o sea de lucha de clases y socialismo, definieron al Frente de Izquierda como “electoral”, o sea que lo encasillaron en el parlamentarismo. Después de décadas de una experiencia obrera internacional riquísima, no se ha entendido que el movimiento obrero conciente no es sindicalero ni parlamentarista, sino que supera a ambos con una estrategia política socialista. Lo más significativo de esta metafísica que considera a la lucha de clases en compartimientos estancos es que tiene lugar en medio de una visible transición histórica, cuando de un lado se desarrolla un polo político de izquierda, que requiere de un enorme cuidado y apoyo, y del otro se desbarrancan las fuerzas políticas que ataron tradicionalmente al movimiento obrero a la clase capitalista. Como el acto tuvo lugar después que Moyano y Barrionuevo anunciaran que desandaban el camino abierto por la huelga del 10 de abril, la Plaza de Mayo se ahorró las intervenciones que, en circunstancias diferentes, habrían expresado el apoyo -“crítico”, claro-, a la burocracia sindical que se encuentra ‘sometida’ a la “presión obrera”. Nunca como ahora, sin embargo, esa burocracia es tan conciente de que su primera obligación es defender al Estado capitalista contra los trabajadores.
La intervención de Romina del Plá reflejó la experiencia política de lucha tal cual es. Ligó la huelga del 10 a la huelga docente bonaerense y aseguró que la crisis desarrolla una tendencia a la huelga general. Observó, asimismo, que la huelga de la docencia de Salta, que ya supera el mes, estaba potenciada, frente al gobierno y las patronales, por el desarrollo del PO en Salta. La profundidad de la huelga, en términos de organización, planteos y movilización, viene acompañada de una maduración política. Este es el salto histórico que produce la fusión del movimiento obrero y la izquierda revolucionaria.
Transición política
y propaganda socialista
El compañero Víctor Grosi, del Sitraic, no sólo dio cuenta de su lucha contra la burocracia de Gerardo Martínez. También subrayó un pasaje del peronismo a la izquierda en todo un sector del movimiento obrero. Lo mismo había planteado Raquel Blas, la principal dirigente sindical de Mendoza, esa misma mañana, cuando reivindicó el 17 de octubre y llamó a integrarse al Frente de Izquierda. La intervención de Alejandro Crespo, del Sutna, apuntó en la misma dirección.
La compañera Lorena Gentile, en cambio, tomó otro ángulo. La delegada de Kraft y dirigente del PTS señaló que el pasaje de los obreros del peronismo a la izquierda tiene lugar cotidianamente cuando se incorporan a un partido de izquierda. Fue otro aporte a la caracterización de la transición histórica por la cual estamos atravesando. El lado defectuoso del planteo es, sin embargo, la pretensión de querer quitarle alcance histórico a esa transición y evitar su proyección estratégica. También Nicolás del Caño admitió en su discurso la degradación del peronismo (incluso citó a Altamira), pero siempre sin sacar las conclusiones que importan.
Aunque nadie habló en la plaza del remanido partido de los trabajadores (lo que demuestra el carácter vacilante y ocasional de este planteo), admitir una transición histórica significa que el desarrollo de un partido de masas de la clase obrera deberá partir de un programa político, y no podrá emerger como una representación parlamentaria de un movimiento sindical políticamente neutral. Por otro lado, aunque el reclutamiento partidario sea individual, un partido revolucionario no puede esconder ante la clase obrera el momento histórico que atraviesa; por el contrario, debe vocearlo abiertamente y provocar una intensa reflexión política. Hacer esto no es propagandismo, es propaganda socialista. La propaganda, la agitación y la organización forman una unidad de método. Se trata de hacer conciente lo inconciente y dar contenido programático, que no puede ser sino público, al reclutamiento cotidiano.
En un caso de piqueterismo re-tardío (el PTS combatió al movimiento piquetero de 2000 en adelante), los oradores del PTS presentaron el corte de la Panamericana del 10 de abril como la expresión más alta de la lucha de clases de Argentina. Si bien la caracterización es un despropósito, el objetivo que persigue es reducir la estrategia política a acciones aisladas y minoritarias. Curiosamente, nadie recogió el guante del planteo de Romina: la perspectiva de una huelga general (la forma más alta de acción directa) y la necesidad de desarrollar una campaña a favor de un congreso de bases. El piqueterismo tardío, combinado con la “unidad de acción transversal de la vanguardia”, que también se planteó en el acto, no es capaz de superar el petardismo.
Es casi seguro que estas posiciones, por un lado seguidistas y por el otro vanguardistas, traducen las dificultades para un progreso político en el movimiento obrero, incluso allí donde se han conquistado importantes posiciones sindicales. La salida pasa, indudablemente, por un trabajo político integral coordinado del Frente de Izquierda, junto a un método de debate programático.
Preparación sistemática
El “Chino” Heberling, del MAS, expresó con mayor claridad una posición que estaba contenida -pero sin desarrollo- en otros oradores. Afirmó que sin una radicalización de las luchas no podrá haber un ascenso de la izquierda; que este ascenso sería una suerte de subproducto de aquella. Los registros políticos de las elecciones, en este concepto, no deben ser tenidos en cuenta. La cuestión es, sin embargo, que solamente la izquierda revolucionaria puede jugar un rol en la preparación política de esa radicalización, que por otro lado está en desarrollo. El aporte a la lucha por parte de una minoría combatiente es siempre ínfimo; lo que importa de ella es el aporte político que ofrece a las grandes masas. En la plaza quedó de manifiesto, entonces, que algunas tendencias de izquierda no logran ver más allá de su círculo más cercano y que pretenden que el resto se ajuste a esa estrechez. La izquierda llegó sin una preparación adecuada al 19 y 20 de diciembre, luego del pasaje por Izquierda Unida y el MAS; por cierto que esto no volverá a ocurrir. La preparación política de la revolución socialista debe tener lugar a la luz del día, y abarcar cada una de las etapas de la lucha y del desenvolvimiento de la organización y la conciencia del proletariado, con un programa definido y consignas apropiadas.
Por la unidad
del movimiento obrero
y la izquierda
Altamira cerró el acto con la afirmación de que había un cambio de página en la historia del movimiento obrero. Tuvo que recordar que la lucha de clases sólo es tal cuando se transforma en lucha política. Los oradores de nuestro partido plantearon que el Frente de Izquierda convoque junto a organizaciones combativas de los trabajadores a un Congreso obrero y socialista, de cara a todas las clases sociales del país y a la clase obrera internacional.
El acto del 1° de Mayo fue una gran asamblea proletaria y socialista.