Propiedad, poder y economía
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Varios artículos en Prensa Obrera desarrollaron una crítica a las posiciones de los llamados “economistas de izquierda” (Edi). Es hora, entonces, de una consideración de conjunto sobre esta polémica.
Oportunismo y ministeriables
En verdad, los Edi tuvieron su cuarto de hora cuando uno de sus líderes fue ungido como hipotético ministro de Economía de un igualmente hipotético gobierno de Luis Zamora. En esas circunstancias, el Edi concretó, a toda prisa, una presentación especial de su “programa” en la Facultad de Ciencias Económicas que hasta la televisión reprodujo en horario noble. Su atractivo particular consistía en que presentaba una “propuesta socialista” elaborada por profesores universitarios y bajo el amparo de un político estrella de las encuestas de voto.
Cierta izquierda que no podía resistir la promesa de algunos miles de papeletas electorales se subió inmediatamente al carro de los Edi incluso cuando Zamora se proclamaba partidario de un frente con la centroizquierda aliancista y rechazaba el mote de “hombre de izquierda”.
La propuesta del Edi fue inmediatamente firmada por dirigentes de Izquierda Unida que no son economistas, y por economistas que, al mismo tiempo, son notorios colaboradores de los denominados “planes económicos” del Grupo Fénix y del Frenapo, o sea, viudas de De la Rúa y Chacho Alvarez y rabiosamente pro capitalistas. Naturalmente, una “propuesta” que cubre con un paraguas semejante frente político no puede tener nada que ver con el socialismo.
Más sobre economía
El concepto mismo de una propuesta “económica” socialista es un contrasentido. Porque “la economía política es la ciencia de la miseria humana”, como afirma el autor de una de las mayores investigaciones académicas sobre la evolución del pensamiento de Marx (1), y su crítica es el punto de partida del socialismo. La economía es sinónimo de un modo de producción social dominado por las mercancías y el capital, es decir, por la anarquía y la explotación del trabajo humano. Por esto mismo la crítica de la economía política no conduce a la perfección de la disciplina sino a su superación. Nos lleva, más allá del terreno de la economía, al plano de una teoría histórica, social y revolucionaria del mundo capitalista (2).
La economía, condicionada históricamente por la sociedad burguesa a la cual embellece, está llamada a ser disuelta junto a la desaparición de ésta última, como resultado del proceso que es propio de la revolución socialista. Las contradicciones insuperables de la economía se resuelven, entonces, en el terreno de la lucha de clases y de la disputa por el poder. Pero esto es precisamente de lo que no hablan los Edi, sin excluir a los que repudian una y otra cosa.
Propiedad y poder
De ahí que supongan que la estatización sea sinónimo de socialismo. Pero no sólo es claro que hay innumerables ejemplos de nacionalizaciones y confiscaciones de la propiedad que son burguesas. También es evidente que “el primer paso de la revolución obrera es la toma del poder …. del cual se valdrá (el proletariado) para despojar paulatinamente a la burguesía de todo el capital”(3), según quedó inscripto por la pluma de Marx en el más célebre de los programas obreros, un siglo y medio atrás.
Es decir, primero el poder, luego la propiedad, no al revés. Pero reclamar el entendimiento de este ABC a los Edi es como tirar margaritas a los chanchos. Porque su programa consiste en eludir el problema del poder.
Setenta años después de lo señalado por Marx en el Manifiesto, la misma cuestión reaparece en un notable texto escrito por Lenin en agosto de 1917, dos meses antes de la revolución socialista soviética(4). Entonces, el panorama aparecía dominado por un enorme caos y desorganización económica. Lenin planteó que la cuestión podía y debía ser resuelta sometiendo todo el tejido productivo al “control, la vigilancia y la contabilidad”. Esto implicaba la centralización inmediata de recursos, comenzando por los bancos y su administración racional mediante el “control obrero” colectivo. Sólo de la pelea por tal control, es decir, de la disputa por el poder de comando de la situación, se derivaría el destino de toda la transformación social. Pretender expropiar a la burguesía sin luchar por destruir su Estado y llevar al proletariado al poder es propio de un “economista” atrapado en su propio laberinto.
Sujeto y objeto
Se ha dicho que el programa del Edi es genéricamente correcto, siendo su defecto no plantear el “sujeto social” capaz de ejecutarlo. Algo así han dicho los críticos del Pts en un documento reciente. No es así. Una crisis profunda y decisiva puede llevar a la burguesía a las más variadas nacionalizaciones y expropiaciones… para reconstruir las bases de la economía capitalista y del Estado que le corresponde. Un programa que no conecta de un modo directo los ataques a la propiedad burguesa con la necesidad del poder obrero –y esto con la finalidad de hacer compatible sus propuestas con los enemigos de un gobierno de los trabajadores– es un programa pequeño burgués y antiobrero.
Posiblemente sea ésta la razón por la cual no pocos de los Edi reaccionaron como una especie de vírgenes impolutas al planteo de que la revolución socialista es una exigencia de la época presente, inclusive para ayer. Es claro, en consecuencia, que el programa del Edi corresponde a un sujeto social bien definido. Es la clase media intelectual, cebada en su supuesto dominio de la “teoría”, vacilante e inconsecuente. Pequeña burguesía que encuentra en la “economía” el terreno ideal del diletantismo. Del mismo modo que encuentra en la acción colectiva y disciplinada de una organizacuión obrera su enemigo natural. El campo del Edi no es el de la acción sino el de la “asesoría” y las “mesas redondas”; no el de la movilización práctica.
Final provisorio
En su último texto de repuesta a nuestras críticas, Claudio Katz plantea que el problema para nosotros es “la existencia misma del Edi y no tal o cual punto del programa”. Una media verdad siempre es un macanazo. No se trata de una cuestión “existencial” sino de programa, no de “tales y cuales” puntos sino de aquellos que lo definen en lo esencial, incluyendo su título a favor de una “salida económica de izquierda”.
Pero éstos son los puntos que los Edi no discuten ni quieren debatir, sobre los cuales no han elaborado nunca una respuesta. Salvo que se considere tal cosa la aburrida reiteración de que las estatizaciones son sinónimo de socialismo y que la economía política no es burguesa porque es la carrera que siguieron… algunos dirigentes del PO. El nivel de mediocridad es absoluto. Por eso mismo, su condimento son recomendaciones sobre el tipo de adjetivos y de temperamento que corresponde a una polémica, el simular ofensas sobre insultos inexistentes o alusiones del tipo “no dije lo que ustedes dicen que yo dije cuando decía que ustedes decían….”. Entre los textos que los Edi hicieron circular por Internet, conforme solicitaran que se publique en nuestro propio Correo de Lectores, no han faltado elementos lúmpenes y provocadores. No han merecido respuesta por parte de quienes supuestamente nos reclamaban “un debate con altura”. Reflejan el extremo de desesperación del elemento pequeño burgués completamente descompuesto. No es la primera ni será la última vez.
De todos modos, la función de una polémica como ésta es la de entender los desvíos, los callejon es sin salida y los planteos contrarrevolucionarios (en el sentido literal de contrarios a la revolución) de cierta izquierda que debe ser superada. O sea, se trata de la defensa de un programa obrero. En un período de marcada bancarrota ideológica de la izquierda, más que la pretensión de originalidad, el propósito es simplemente poner las cosas en su lugar. En este sentido, cuando retomamos conceptos elaborados por revolucionarios del pasado es por aquello de que enanos en hombros de gigantes siempre pueden ver más lejos. El del Edi, en cambio, es un caso de enanismo político.