Y para quien se sienta aludido
PTS: Un alevoso caso de nacionalismo
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La agresión imperialista contra Irak fue una nueva ocasión para que el PTS volviera a revelar su hilacha nacionalista. No una hilacha “nacional-trotskista”, o “nacional comunista” o “socialista nacional”, sino nacionalista a secas, es decir de contenido burgués. Esto no debiera sorprender a quienes tienen algún conocimiento del morenismo y de su trayectoria con relación al peronismo, el aprismo, el castrismo, la UP en Chile o el apoyo político a la dictadura en Malvinas. En la guerra del Golfo el PTS apoyó en forma política integral a la dirección de Saddam Hussein, coincidiendo incluso con las caracterizaciones que le atribuye al líder iraquí respecto a la situación internacional. Según el PTS Saddam Hussein se habría convertido en una dirección revolucionaria antiimperialista de dimensiones internacionales que habría hecho suyo el programa del proletariado mundial. Ni más ni menos. En los anales de los desatinos políticos esto solo guarda comparación con las peores pavadas formuladas por el stalinismo, el pablismo o Moreno.
Según el PTS, “contra todas las predicciones de la prensa imperialista que, acostumbrada a pensar en términos de guerra fría, sostenía que Saddam Hussein había elegido mal el momento para desencadenar el conflicto del golfo, los hechos de los últimos seis meses están confirmando que éste tuvo razón” (E.I., boletín n° 1, febrero 91). “Todo esto muestra —agregan— que fue correcta la lectura de la situación mundial hecha por Hussein y pone al descubierto que estamos en presencia de un nuevo período de la lucha de clases mundial en donde la crisis de la dominación imperialista abre grietas que pueden ser utilizadas por las masas (?) para propinarle golpes contundentes (?) al imperialismo”.
De la lectura de estos párrafos no solo se sacaría la conclusión de que estamos en un nuevo “período de la lucha de clases”, (algo que el PTS y el Mas descubren casi cada 24 horas) sino por sobre todo de que estamos ante una nueva dirección política internacional que no sólo supo caracterizar la situación internacional sino que supo acertar especialmente con la política adecuada para explotarla en perjuicio del imperialismo. No haría falta decir más para concluir que Manes y sus amigos se han convertido en sunnitas. El carnicero de los kurdos (con armas químicas) y del pueblo iraquí (guerra contra Irán) sería en esto superior a un Lenin, quien cometió el error de invadir Polonia en 1920, mientras que la ocupación de Kuwait habría sido un éxito político descomunal.
Se puede ver claramente que para el PTS la política de Saddam Hussein (ocupar Kuwait) tuvo la capacidad de transformar la lucha de clases internacional y de modificar la etapa política. El pasaje al supuesto “nuevo período” no resultaría de la influencia de diversos factores históricos, y en especial de una acción excepcional de masas, sino de la política del pretendiente a ocupar el lugar histórico de Saladino. El PTS no caracteriza, naturalmente, en ningún momento a la ocupación irakí en Kuwait (una aventura similar a la de Galtieri en Malvinas) como una consecuencia de la bancarrota política y económica de su régimen luego de ocho años de guerra contra Irán para defender al imperialismo y a los emiratos petroleros.
El PTS cometió el crimen político típicamente menchevique, de someterse incondicionalmente al nacionalismo burgués representado por un dictador militar. Por eso el PTS no va a denunciar en ningún momento la política contrarrevolucionaria de Hussein en el desenvolvimiento de la crisis: el pillaje de Kuwait, la negación de derechos políticos a los trabajadores inmigrantes del emirato en beneficio de la camarilla del gobierno y del ejército; la continua represión a los kurdos; la represión a toda movilización revolucionaria de las masas. Hussein no solamente no impulsó nunca la Intifada, sino que además reclamó una conferencia internacional (imperialista) para Palestina, y con los ataques Scud impidió una intervención de las masas palestinas que debían temer, naturalmente, una guerra química en territorio propio o aledaño. ¡La amenaza de la guerra química contra el sionismo (e incluso los Scud) apuntaban a inmovilizar una insurrección palestina en los territorios ocupados y no ocupados!
La ceguera nacionalista llevó al PTS a entusiasmarse por la peregrina hipótesis de que “algunos de los gobiernos reaccionarios que se han mantenido neutrales (podrían) alinearse militarmente con Irak”, citando “los casos de Jordania o el de Irán”. En este caso la monarquía hachemita y el clero persa pasarían también a ganarse las palmas del acierto político y de la transformación de la lucha de clases. La ilusión nacionalista del PTS no tuvo límites a la derecha, y se transformó en la expectativa de la transformación de monarquías reaccionarias (bajo presión de masas, ¡por supuesto!).
El imperialismo es un tigre de papel
Para el PTS la acertada ocupación militar iraquí de Kuwait, y la crisis económica capitalista y las pujas interimperialistas, “muestran que Irak y las masas árabes pueden triunfar”. No importa que esté ausente una política y dirección revolucionarias y que domine la dirección y política nacionalistas. No solo esto: para el PTS ese nacionalismo representa la política revolucionaria.
Pero tampoco debemos dejar de lado en esta crítica el lugar absolutamente desproporcionado que el PTS asigna a “la crisis económica capitalista” y a “las pujas interimperialistas” en la posibilidad de un triunfo estrictamente militar de Irak, y sin ninguna consideración por las limitaciones de clase insalvables de la iniciativa político-militar del dictador. Luego de haber hecho escuela en la teoría de Moreno relativa al “frente contrarrevolucionario mundial” (que según Moreno estaba representado absolutamente por todo el mundo con excepción del Mas), el PTS pega una voltereta completamente oportunista y pasa a potenciar más allá de sus propios límites la división que existe y que existirá siempre en el imperialismo, al punto de transformar esa división en un factor que neutralizaría, paralizaría y desarmaría por completo al imperialismo frente a una coyuntura candente de la crisis mundial. No podría existir un mecanicismo más estrecho en la apreciación de la lucha de clases. Entre la “genialidad” de Hussein y la neutralización del imperialismo como consecuencia de la “crisis” y de sus “luchas”, la victoria de Irak debería resultar, no solo “posible” sino, en rigor, inevitable (de lo contrario: ¿en qué habría consistido el acierto político del carnicero de Bagdad?). En su apreciación del Imperialismo, el PTS lleva al extremo los peores desbordes de Moreno y se transforma en una caricatura respecto a las “inolvidables" exageraciones de Posadas.
Los límites de las contradicciones imperialistas, y aún más de las luchas entre los pulpos y Estados, están impuestos, en primer lugar, por el hecho de que se manifiestan como relaciones de fuerza que se resuelven por medio de la fuerza. Esto fue muy claro en la crisis del Golfo, cuando la política brutal de Bush redujo a cero las divergencias de alemanes, japoneses y franceses, y más tarde la de su propia oposición en los Estados Unidos. Este desenlace, que culminó en la guerra, llevará naturalmente a una nueva etapa a la lucha interimperialista y a nuevas salidas (y no falta de salidas) de fuerza. Un papel esencial en la victoria de la política de Bush contra sus opositores lo jugó la burocracia soviética, que necesita eliminar los “focos do tensiones” en todo el mundo.(no para defender a la URSS con sus métodos, sino para apuntalar su política de restauración capitalista). Una fracción del capital financiero se valió de la crisis del Golfo para imponer por la fuerza su política y sus intereses a las demás fracciones en pugna.
¡El otro límite a la lucha interimperialista es la defensa del capital! ¿Qué fracción del imperialismo o de la burocracia admitió en algún momento (o podía admitir) la confiscación económica y política de una fracción del capital imperialista a manos de una nación oprimida, con el riesgo consecuente de propagar una ola de expoliaciones de parte de naciones que se encuentran en situación igual o peor, o directamente propagar una ola revolucionaria? Este aspecto también se puso de manifiesto en la crisis del Golfo, esto cuando todos los Estados (incluida Cuba) rechazaron la ocupación de Kuwait como contraria al “derecho internacional” y cuando todos votaron a favor del bloqueo. Retirada “pacífica" o “violenta", pero retirada al fin. La posición del PTS, que plantea una posibilidad de victoria para Irak sobre la base de la división del imperialismo, significa sostener de hecho la posición de la fracción imperialista que quería seguir con el bloqueo.
El único factor histórico que puede transformar a la crisis económica y a la división del imperialismo en factores de disolución social y política del capitalismo, es la revolución proletaria, lo cual supone una política y un partido revolucionario. Esto es así porque una política revolucionaria puede transformar cada pretensión de solucionar por la fuerza las disputas imperialistas en un nuevo factor de desarrollo de situaciones revolucionarias, en especial dentro de los Estados en retroceso. Pero por sobre todas las cosas, una política revolucionaria sirve para destruir el apoyo social que pudiera conservar el imperialismo entre las masas, superar las ilusiones de éstas y polarizar en forma conciente el gran antagonismo de la sociedad capitalista.
Guerra y revolución
Lo menos que se puede decir es que el PTS tuvo la misma “capacidad" de análisis de Hussein; suponer que en un plano estrictamente militar Irak podía triunfar. Pero además esto supone que Saddam estaba dispuesto a sacrificar a su ejército en una guerra contra el imperialismo, es decir jugarse el destino del Estado (al PTS la experiencia de Malvinas y Galtieri no le enseñó nada a este respeto). El PTS hizo del factor “resistencia del ejército” de Hussein, un factor fundamental, y así se dio la cabeza contra la pared. La "madre de todas las batallas” nunca tuvo lugar. El apoyo político del PTS a Hussein revela que sufre del mismo impasse político y de la misma desesperación que el iraquí y que al igual que éste no encuentra salida en la presente etapa histórica.
El PTS formuló la perspectiva de una derrota del imperialismo bajo la dirección de Hussein y la transformó en su política. Luego sostuvo que la superación de éste (¿para qué superarlo con tantos aciertos?)” solo vendrá (después, PO) de la completa derrota del imperialismo”.
Esto es una suerte de revivida teoría de la revolución por etapas. Primero, todos juntos ganamos la guerra, luego hacemos la revolución. El PTS planteó de este modo la posibilidad de la derrota del imperialismo mundial sin revolución y sin la superación de Hussein a manos de una dirección revolucionaria en el curso de la guerra contra el imperialismo. Pero si no se explota la catástrofe de la guerra para impulsar la revolución (lo que choca con la dirección nacionalista de la guerra) no hay ninguna posibilidad de victoria de la revolución con posterioridad. Confiar la dirección de la guerra al nacionalismo y no luchar para que se desarrolle la revolución, esto es seguidismo contrarrevolucionario.
Pero todo lo dicho hasta aquí no es nada comparado con lo que viene. Es que para el PTS, Hussein es “una dirección burguesa... que tuvo que ir más allá de su objetivo inicial (mentiras) al ver la respuesta imperialista. El enfrentamiento con éste llevó a Saddam a armar a las masas iraquíes (mentiras) y tomar parte de las reivindicaciones históricas de las masas árabes (mentiras), como son la destrucción del Estado de Israel y la creación de un Estado Palestino (mentiras), para resistir. Tuvo que tomar en sus manos una lucha que no es suya (mentiras), una lucha que es nuestra, es decir, del proletariado y los explotados del mundo”. Es decir: LA POLITICA DEL PROLETARIADO ES LA QUE LLEVABA HUSSEIN. Más claro, agua. O mejor dicho, más confuso, en ningún lado.
Hussein en ningún momento superó los límites políticos y programáticos del nacionalismo más estrecho (ni llegó a estos límites si se lo compara con Nasser o con el FSLN), con sus invocaciones a Mahoma y Alá, o presentando el enfrentamiento con Israel en términos de “guerra santa”. El PTS iguala el programa reaccionario islámico con el del proletariado revolucionario en un esfuerzo (que hay que calificar de delirante) por transformar a Hussein en una dirección burguesa que se habría transformado en revolucionaria. El PTS falsea cuando habla de que Hussein armó a las masas y cuando no dice en realidad que Saddam no aflojó la represión de su policía y ejército contra el pueblo.
Morenismo
Todo este bochorno político del PTS, este nacionalismo más repodrido, no puede caer del cielo. Es la escuela morenista. Nahuel Moreno planteó en “La Revolución Latinoamericana” (1962) que “la historia... ha dado un mentís a la teoría de que el proletariado, en los países atrasados, es la dirección revolucionaria...” puesto que “cualquier país, cualquier clase brutalmente explotada” podría serlo. El morenismo estuvo disuelto entre 1954 y 1964 en el peronismo y también hizo suyas las bravuconadas de Perón como sinónimo de dirección revolucionaria. “El programa de Perón contra el Ejército permanente, por las milicias obreras, por las guerrillas en sabotaje, por las expropiaciones y el control obrero de la producción son fuentes programáticas de un nacionalismo revolucionario” (28/6/60). Este es el cáncer teórico que corroe al PTS (y al Mas).
El programa del PTS se resume en una sola idea de profunda raíz menchevique: seguidismo a las direcciones nacionalistas con el subterfugio de que rompen con su clase social. Estos son los que acusan al PO de “nacional-trotskismo”. ¡Embusteros!
Hussein “trotskista”
“Los norteamericanos estaban decididos a ir a la guerra desde el comienzo”, dice en un reportaje al International Herald Tribune (11/3), el ex canciller francés, Claude Cheysson. “Y no digo que estuvieron equivocados en su forma de abordar la cuestión”, puntualiza este adversario de la política de Bush, candidato reiterado a mediador en el conflicto en el Golfo y acusado de pro-Hussein por los medios norteamericanos. “Saddam, en agosto, podría haber estado abierto a un arreglo, pero rápidamente se volvió increíblemente obstinado”. (El propio Saddam explica por qué: “Si hago una propuesta de paz, seré yo quien tendré que hacer concesiones. Si los otros la proponen, entonces podré obtener concesiones yo”. Gran amplitud de pensamiento [conversación con Arafat en agosto, transcripto por Salinger y Laurent en el libro “Guerre du Golfe”)].
Cheysson prosigue: "(Saddam) se daba perfectamente cuenta —y yo estoy en condiciones de saberlo— que sería aplastado si había una guerra. Hasta el final se negó a creer que los americanos irían a la guerra”.
Este fue el brillante análisis de Hussein que reivindica el PTS.
En el libro ya mencionado “Guerre du Golfe” se transcribe integralmente la conversación que mantuvo el dictador iraquí con el encargado de negocios norteamericano en Bagdad, Joseph Wilson, a mediados de agosto pasado. Le dice, en una parte, el iraquí al yanqui:
“¿Por qué quieren ser nuestros enemigos? Ustedes ya han cometido suficientes errores debilitando a vuestros aliados en la región que han perdido toda consideración hoy a los ojos de sus pueblos. Desde nuestro punto de vista (!!), ustedes estarían mejor para defender vuestros intereses en esta región del mundo, si se apoyan en un régimen fuertemente nacionalista y realista, en lugar de hacerlo en los sauditas”
Está claro. Desde agosto y hasta el primer disparo, Hussein estaba interesado en el acuerdo con el imperialismo. No tenía condiciones de manifestar esta posición de una manera positiva, pero sí por medio de su completo inmovilismo político y militar. Los “aliados” se pudieron reagrupar militarmente a sus anchas sin ninguna respuesta política de Irak.
Finalmente, como ya le ocurriera a Galtieri, Hussein prefería la derrota militar, como un mal menor, a una retirada que lo dejara completamente vulnerable ante el pueblo y ante un ejército desmoralizado. Lo dice textualmente: “Si me voy únicamente para conservar algunas islas y campos de petróleo, el pueblo no lo aceptaría nunca. SERIA MÁS GRAVE QUE PERDER LA GUERRA. Yo nunca dije que estaba dispuesto a retirarme... porque creo que los soldados iraquíes se desmoralizarían si sintieran que creo en una retirada" (de la conversación ya citada con Arafat, en el libro ya citado)
“Los iraquíes saquearon la riqueza kuwaití. Las tropas de ocupación pillaban un poco, los dirigentes en gran escala. Un vendedor de automóviles pierde en pocas horas sus catorce mil Chevrolets y Oldsmobiles nuevos; son enviados a Bagdad. Los colaboradores de diversos ministros vienen especialmente al ex emirato para llevar los depósitos de productos de lujo. Convoyes especiales encaminaron de la ciudad de Kuwait a Bagdad tres mil millones de dólares en moneda extranjera, mil millones de dólares en oro, secuestrados al Banco Central y a los numerosos establecimientos financieros del país” (“Guerre du Golfe”).
Esto es pillaje y no expropiación social; fue a parar a manos de los jerarcas del régimen y no al pueblo iraquí. Hussein no tomó posesión de la Banca Central, ni proclamó que la riqueza privada se transformaba en nacional. Simplemente la pilló. En esto consistieron los métodos de la política nacionalista.