Políticas

20/3/1997|531

Qué hay detrás de la guerra ‘comercial’ y ‘fiscal’

A través de subsidios y beneficios impositivos, los gobiernos de Argentina y Brasil se disputan un nuevo eslabón en la colonización del imperialismo. La prensa burguesa lo presenta como la “batalla por las inversiones”.


Los anuncios de nuevos ‘incentivos’ fiscales en toda una serie de estados del nordeste de Brasil llevó a varios pulpos automotrices a decidirse por la radicación en ese país. Eso llevó a que Horacio Losoviz, de Fiat-Iveco, dedicada a la fabricación de camiones en Córdoba, denunciara que “en Argentina no existe política industrial” (La Voz del Interior, 27/2). La japonesa Toyota advirtió “que también podría mudar su producción al Brasil” (Clarín, 6/3). Y “Chrysler —acaba de anunciar— (que) también eligió al Brasil para instalarse” (ídem, 14/3). Igual que el ‘nacionalista’ Macri meses atrás, los representantes de los grandes monopolios esgrimen también la falta de ‘política industrial’ para reclamar ‘igual trato’ que en Brasil. Así, Duhalde resolvió eliminar una serie de impuestos para quienes se instalen en la provincia de Buenos Aires.


La política brasileña, que comenzó en junio de 1995 con extraordinarias rebajas arancelarias para la importación de materias primas e insumos que benefician a la industria automotriz, fue una imposición de los pulpos para contrapesar el régimen ‘especial’ existente para esa industria en Argentina.


Detrás de la carrera por los ‘incentivos’ está, entonces, la mano del imperialismo mundial, que busca explotar a su favor el proceso de‘integración’ del Mercosur. La Gaceta Mercantil Latinoamericana reconoció que la creciente “secuela de fricciones, (que) avivó declaraciones xenófobas y dejó al Mercosur con grietas”, indica que “crece la presión norteamericana” (23/2).


La puja de la industria automotriz es, por lejos, la disputa por los negocios más importantes en la región, e ilustra sobre otras disputas en curso.


El desenvolvimiento de esta industria está expresando el parasitismo del proceso de ‘integración’ del Mercosur. Las nuevas plantas se ponen en pie merced a la política de subsidios fiscales y se basan en el armado de piezas importadas. Lo que se presenta como un aumento del comercio no es la expresión de un incremento neto de la producción, sino del reemplazo de producción que antes se hacía en el mercado interno por piezas que ahora se importan.


Francisco Macri, que está siendo desplazado de la industria automotriz, dijo que la “actual lógica del Mercosur condena al país … en el mejor de los casos a la explotación de algunos nichos del mercado y en el peor, al sucursalismo de la armaduría constituida exclusivamente para aprovechar prebendas circunstanciales” (Clarín, 16/3). El retroceso de la burguesía nacional del Mercosur en la industria automotriz se hace por partida doble: no sólo se achica el sector autopartista, sino que virtualmente tiende a desaparecer de la industria terminal, como lo expresa la desvinculación del grupo Garfunkel de Fiat-Iveco, de Sevel de Fiat, y las próximas de Macri y Antelo de Peugeot y Renault. El grupo siderúrgico ‘nacional’ Techint denunció esta ‘asimetría’ de su ‘demandante’: “o bien importa casi el 50% de los vehículos que lanza al mercado o bien, en su defecto, compra en el exterior parte de la matricería de los modelos que fabrica en el país” (La Nación, 22/2). Agostino Roca, titular del grupo, denunció así “el riesgo (de que) el proceso de integración sufra una reacción, que puede ser un rechazo popular mediante manifestaciones sociales y el desarrollo no armónico de los países” (Gazeta Mercantil Latinoamericana, 23/2).


Otra expresión de estas contradicciones son los choques respecto al desbalance comercial de 1992 a 1995 entre Brasil y la Argentina en este ramo. La ‘resistencia’ brasileña a ‘compensar’ ese desbalance expresa, fundamentalmente, la pretensión de los grandes pulpos de golpear a las fábricas que operaban con licencias (Sevel-Ciadea) y el intento de imponerse en ambos países mediante una ‘reserva de mercado’ que frene la entrada de nuevos competidores (japoneses, etc.).


El ‘desarrollo’ de un polo automotriz en el Mercosur en condiciones de superproducción mundial de automotores, de saturación de los mercados, sólo se explica por las ‘facilidades’ que ofrecen los gobiernos semicoloniales y las condiciones que los pulpos encuentran para una explotación salvaje de la fuerza laboral en nuestros países. Este ‘desarrollo’ se hace a expensas de otras plantas que se desmontan en otros países, como está sucediendo ahora con la “Renault (que se) ‘derrapa’ en Europa” (Business Week, en El Economista, 14/3). (Ver página 14, en este mismo número).


Contra los acuerdos impuestos por el imperialismo y los gobiernos antiobreros de Menem y Cardoso, los trabajadores de Argentina y Brasil deben levantar un programa de unidad y defensa de los convenios colectivos de trabajo, condiciones de trabajo y salariales.


  • Salario igual a la canasta familiar en ambos países.
  • Reducción de la jornada laboral a 6 horas, para crear un cuarto turno laboral y hacer frente a la desocupación.
  • Subsidio al desocupado.
  • Jubilación equivalente al 82% del salario móvil, financiada por las patronales. Abajo las ‘reformas’ previsionales, laborales, al régimen de Obras Sociales y ART. Cobertura jubilatoria y sanitaria integral a cargo del Estado, bajo control de obreros y jubilados.
  • Eliminación de los impuestos al consumo. Impuestos progresivos al capital.
  • Plan económico bajo la dirección de la clase obrera.