Políticas

1/4/1999|620

¡Que se vaya ya!

Hace casi exactamente un año, con la prórroga del monopolio de las telecomunicaciones, la campaña de la re-reelección tuvo su acta de nacimiento. Menem se aseguró en ese momento el tesoro de guerra que representaba el apoyo del Citibank y de la banca de inversión, que sumó luego el control de la Telefónica y virtualmente de las comunicaciones del Mercosur.


Un año después, con el 80% de las encuestas en contra, el saadismo aplastado en Catamarca, la burgue­sía y el clero divididos, la pérdida de la mayoría parla­mentaria, el retiro sigiloso de gobernadores y ex gober­nadores de la cruzada por la re-reelección, el gobierno está en su momento de mayor crisis. Sólo se sostiene por la complicidad de Duhalde y la Alianza y el inmovilismo de las organizaciones obreras. Ahora es meridianamen­te claro que De la Rúa levantó la consulta popular en la ciudad de Buenos Aires para evitar un nuevo golpe al menemismo y no obligado por la decisión de la justi­cia’. Lo mismo vale para Duhalde que ha resuelto el plebiscito anti-re-reeleccionista en la provincia para el 25 de abril, con los ritmos de Alais (el general que nunca llegaba con sus tanques para reprimir el levantamiento carapintada contra Alfonsín) y sujeto a cualquier pro­nunciamiento ‘significativo’ de la Corte. ¿Puede igno­rarse el hecho de que el golpe de estado menemista no sacó de su letargo a las direcciones sindicales que se reclaman opositoras, es decir la CTA y el MTA, demos­trando su subordinación a la burguesía opositora?


Se rompió el frente patronal


Detrás del intento menemista opera un círculo cada vez más estrecho de intereses capitalistas. Como conse­cuencia del enorme endeudamiento del país, de una deuda externa que llega a los 150.000 millones de dólares, de la crisis económica internacional que plan­tea la quiebra del Mercosur, del hundimiento de las exportaciones, Menem ha caído bajo una feroz depen­dencia de los grandes bancos y en particular de la constelación encabezada por el Citibank.


La crisis ha provocado ahora la ruptura del frente patronal. El cónclave de 400 empresarios de la UIA dejó expuesto el reclamo de toda una franja del gran capital que reclama una transferencia de fondos del sistema financiero en su favor, proteccionismo, subsidios y, en una de sus alas, abiertamente, la devaluación. Por eso el Grupo de los 8, que agrupaba en una organización común a todas las organizaciones patronales está al borde de la fractura. La descomunal crisis agraria —los productos primarios de exportación se derrumban en el mercado mundial— ha sumado a este frente hasta a los terratenientes de la Sociedad Rural.


El programa de la burguesía ‘industrialista’ es dólar alto, aranceles y superexplotación obrera, lo que se expresa en el reclamo de “modalidades laborales transitorias y promovidas” y en el vía libre a la política de despidos y suspensiones (derogación de las indemnizaciones por despido). La fractura del frente patronal debería llevar en las próximas horas a un desplazamiento de la conducción de la UIA a favor de un tándem ‘proteccionista’ y afín al duhaldismo. A dife­rencia del comienzo de la década, la burguesía está empantanada por la envergadura de la crisis mundial, la carencia de financiamiento, la desaparición de merca­dos enteros, la guerra comercial, la caída de los precios y la sobreproducción generalizada. El Mercosur ha que­dado enterrado en esta crisis, luego de la devaluación del real y toda su estructura, concentrada en los negocios de la industria automovilística. Los propios pronósticos oficiales hablan de una caída del Producto Bruto y una recesión sin límites a la vista.


Crisis política


Esta es la base sobre la que se asienta el desarrollo de la crisis política. A pesar del derrumbe del ejecutivo menemista y precisamente por él, la ‘oposición’ de Duhalde y la Alianza está jugando un papel decisivo en la preservación del gobierno. Todo su accionar frente a la re-reelección se limitó a enjuiciar al juez cordobés que habilitó la presencia de Menem en la interna del PJ, a declaraciones, votaciones y amenazas de plebiscitos, negándose a propiciar la movilización popular. Toda esta miseria política juega como un ver­dadero chantaje a los trabajadores y a la ciudadanía, a la que se le presenta este frente de impotentes como la única variante para sacar­se de encima al menemismo. Am­parado en la impunidad que le ofrece la oposición patronal, el go­bierno actúa en la búsqueda de su propio indulto en el conjunto de negociados y privatizaciones tru­chas: el procurador general de la Nación acaba de pronunciarse “a favor de la competencia de la Corte Suprema de Justicia en una de las causas abiertas por el escándalo de la venta ilegal de armas a Ecuador y Croacia” (La Nación, 30/3).


La crisis actúa, de todo modos fijando sus propios ritmos. La dis­gregación de los regímenes politicos en Ecuador y Paraguay es un espejo avanzado de la descomposi­ción del gobierno menemista. El atentado al fiscal que enjuició al ex intendente menemista Roussellot revela que los términos de la crisis política han comenzado a dirimirse ‘a la paraguaya’.


Que se vaya ya


Echar a Menem no es sólo una consigna que concentra la denun­cia de la furiosa política capitalista de su gobierno y el abismo entre su permanencia en el gobierno y los reclamos más sentidos del pueblo. La perspectiva de echar a Menem está inscripta en todo el desarrollo de la crisis política. “El desarro­llo de la crisis mundial está provocando una acentuación de la polarización social, que golpea incluso a la clase capita­lista. La concentración del ca­pital, por un lado, y la miseria creciente, por el otro, signifi­can también que numerosos grupos capitalistas son despla­zados por sus competidores. Los gobiernos montados en tal situación tienen una capaci­dad de arbitraje cada vez me­nor y se van transformando en rehenes de un grupo menor de pulpos dominantes. Es lo que se avizora claramente en la Ar­gentina en el enfrentamiento entre los pulpos que se queda­ron con las privatizaciones, que respaldan a Menem, y los pulpos industriales que se ven venir fuertes golpes de la crisis internacional”, planteamos en el inicio de la embestida re-reeleccionista (PO N° 577, 19/3/98).


Ni Duhalde ni la Alianza pueden representar una salida para la ago­biante situación del pueblo. Esto significa que la política de la CTA y el MTA, de seguidismo a los ‘oposi­tores’, sólo puede cosechar nuevos fracasos. Fuera Menem y sus oposi­tores fondomonetaristas. Que se pronuncien las organizaciones sin­dicales, obreras y populares. Fuera los despidos, que se repartan las horas de trabajo, subsidio a los des­ocupados. Por un Congreso de orga­nizaciones obreras que establezca un plan político y económico al servi­cio de los trabajadores. Ganar la calle con nuestras reivindicaciones, plan de lucha nacional. Llamamos a debatir en esta perspectiva y, en función de ello, a autoconvocamos en una Asamblea Nacional de Acti­vistas, por una alternativa “nues­tra” ante la crisis.