Políticas

17/11/2022

¿Quiénes pagan los platos rotos de la devaluación de la moneda?

Veamos qué es, cómo funciona y cuáles son los antecedentes.

La devaluación está a la vuelta de la esquina.

En un contexto de acuciante crisis de reservas del Banco Central, con una bomba de tiempo de deuda en pesos encaminada a explotar el año que viene y con una deuda externa impagable que se sigue agrandado, la devaluación está a la vuelta de la esquina. Este mecanismo se ha utilizado en otros momentos de la historia argentina y siempre las consecuencias recaen sobre los mismos, quienes vivimos de nuestro salario. Pero veamos qué es, cómo funciona y cuáles son los antecedentes.

La moneda nacional tiene un respaldo en divisas: el dólar, otras monedas de circulación internacional, el oro u otros activos. Cuando la autoridad monetaria de un país pierde reservas por pago de deuda y fuga de capitales, emite muchos billetes, o todo a la vez, se genera una situación de presión sobre el tipo de cambio. Ahora bien, una devaluación puede ser una política definida del gobierno, o también puede ser impuesta por el mercado, es decir por los capitalistas que se desprenden sus tenencias en pesos y se vuelcan al dólar para resguardar sus activos, o intencionalmente para forzar un salto en el precio de la divisa.

En países como Argentina la devaluación beneficia a los empresarios porque deprecia los salarios y muchos otros costos en pesos. Es lo que reclaman cuando hablan de volver más “competitiva” la economía nacional, o sea más rentable que producir en otros países. Esto favorece los negocios de exportación como el del agro, la minería y las petroleras, porque achican sus gastos mientras mantienen los ingresos en dólares por su comercio con el exterior. Por eso hoy las patronales agrarias retienen la cosecha en plena crisis de reservas del BCRA, presionando por una depreciación de la moneda. Los industriales, por su parte, ganan margen para competir en el mercado interno porque se encarecen los productos importados.

Por su impacto inflacionario, un salto devaluatorio es también un beneficio para el Estado, porque le permite también licuar salarios, jubilaciones y casi todo gasto, cuando la recaudación está en mayor medida ligada a los precios. De todas maneras, agrava las contradicciones porque al mismo tiempo también encarece la deuda en dólares, acrecentando el yugo de esta sobre las finanzas del país.

De esto nuestra historia nacional puede dar sobrada cuenta. Gabriel Rubinstein, secretario de Programación Económica de Massa, realizó algunas declaraciones hace poco donde dijo “si hacés una devaluación ahora y sale mal es un Rodrigazo”, haciendo referencia a que un salto en el tipo de cambio podría terminar de echar por tierra las condiciones de vida de la población y hacer explotar del todo la conflictividad social.

El período al que Rubinstein hace referencia comenzó el 2 de junio de 1975 y se lo conoce como el feroz ajuste económico que llevó al gobierno peronista a una crisis terminal. Este incluyó una política de shock económico, como la que algunos proponen hoy, que consistía en aumentar la paridad del dólar un 100% para reducir la brecha, subir el precio de la nafta un 175%, la electricidad un 75%, incrementar fuertemente los precios del transporte y limitar la suba de salarios por paritarias.

En apenas unos días las góndolas de los supermercados estaban vacías y el desabastecimiento en la Argentina era una realidad. En junio el costo de vida se elevó a 21% y en julio ya estaba en 35%. Las consecuencias fueron instantáneas y progresivas: el “Rodrigazo” dio lugar a una etapa sostenida de recesión con una inflación del 50% que terminó con un conflicto social de alta envergadura.

Otro ejemplo es la salida de la Convertibilidad que caracterizó al período 2001-2002 y que incluyó el rescate del FMI con que se pretendía cubrir los enormes vencimientos de deuda. La condición de reducir el déficit fiscal no se logró a pesar del ajuste. El riesgo país se disparó igual, los refinanciamientos de la deuda en pesos se hicieron cada vez más usurarios y por ende agravaban el rojo de las finanzas públicas.

El fracaso de este rescate terminaría convirtiendo la crisis de deuda en una corrida bancaria y una fuga en masa de los depósitos que decantó en el corralito -para intentar frenar el derrumbe de las reservas internacionales del Banco Central. Vino el default y la devaluación que puso fin a una década de convertibilidad. Los registros del Indec muestran que la desocupación saltó del 13,8% en octubre de 1999 a un catastrófico 21,5% en 2002, con su consecuente salto en los niveles de pobreza y el hambre en el país. En tanto, los capitalistas pesificaron sus deudas y les sirvió para licuar todos sus pasivos, un gran negocio que se le facturó a la población.

Desde entonces, la moneda se devalúa en forma constante, porque fue constante también la fuga de capitales y el pago de la deuda externa, a pesar de que seguimos más endeudados que antes. Esto demuestra que todos estos gobiernos de políticos capitalistas fueron incapaces de desarrollar al país y por lo tanto también en fortalecer la moneda nacional. Por eso hoy seguimos a merced de los mismos problemas de siempre y se sigue hablando de un potencial Rodrigazo, porque son estos gobiernos los que nos conducen a él.