Políticas

3/1/2022

“Quieren destruir mi tarea periodística a partir de la destrucción de mi persona”

Entrevistamos a Irene Benito, periodista de La Gaceta perseguida por revelar la corrupción del aparato judicial en Tucumán.

La periodista Irene Benito, especialista en temas judiciales del diario La Gaceta (Tucumán), está siendo perseguida por parte de un funcionario del gobierno en connivencia con sectores de la Justicia provincial. La periodista es acusada de haber cobrado y no entregado en tiempo y forma un trabajo encargado por el Colegio de Abogados, cosa que ya quedó demostrada como falsa con las pruebas correspondientes.

Lo irrisorio de la acusación deja más claro aún que se trata de una persecución que tiene por objeto amedrentar a la periodista y al periodismo en general que investiga los entramados de complicidad entre el Poder Judicial y el Ejecutivo.

La denuncia del abogado Falú, que había sido desestimada hace un tiempo, es ahora traída nuevamente al ruedo en momentos en que aumentan las denuncias de corrupción, acoso y encubrimiento contra distintos miembros del Poder Judicial de la provincia.

Prensa Obrera le hizo una entrevista para que ella nos relate en qué consiste la persecución que está sufriendo.

¿Qué reacción le genera esta persecución?

Irene: Investigué mucho la corrupción judicial en Tucumán. Esta tiene dos efectos. Primero produce la selectividad manifiesta del sistema y la impunidad de los poderosos. El sistema muestra que “hace justicia” ensañándose con los marginales adictos, estimulando discursos de mano dura y hablando de “puertas giratorias”. El otro efecto es el empleo del sistema para quebrar voluntades y acallar disidentes: esa es la otra función de estos “sótanos de la democracia”. En Tucumán asistimos a las dos cosas.

Hay que recordar que entre 2005 y 2018, de 219 denuncias con trascendencia pública de actos de corrupción, solo el 0,2% obtuvo condena firme, y esta recayó sobre funcionarios de menor rango, según una investigación en la que participé y que llevaron adelante Chequeado y La Gaceta.

¿Cómo tomó la denuncia que realizó en su contra Alfredo Falú?

I: Me pareció algo descabellado y disparatado, pero desde el principio supe que iba a prosperar, porque el absurdo tiene cabida en nuestra institucionalidad. La manifestación de ese absurdo es que los inocentes no podemos estar tranquilos. Cuando sos un blanco de este sistema corrupto cualquier argumento es bueno para molestarte, intimidarte, castigarte y hacerte sentir culpable aunque te hayas limitado a cumplir tu trabajo.

¿Asocia la denuncia a su actividad periodística?

I: Lo dice la propia denuncia cuando indica que incurrí en algún tipo de acuerdo espurio para manipular la información periodística a favor de algunas personas. Es la hipótesis original, en la que luego fueron retrocediendo. Mis publicaciones continúan allí, incólumes, no fueron impugnadas. Son verdaderas y están basadas en evidencias disponibles en causas judiciales. Como no pueden atacar mi tarea periodística, atacan a mi persona. Quieren destruir mi tarea periodística a partir de la destrucción de mi persona. De ahí que le advertí dos veces a la fiscala que me criminalizaban por mi actividad periodística con un ataque artero y bajo contra las libertades de prensa y de expresión.

¿Cree que es un ataque solo contra usted o también un intento de intimidar al periodismo en general?

I: Los periodistas no deberíamos ser protagonistas y, cuando lo somos, es síntoma de que algo anda mal. En la Argentina hay un proceso de demolición del periodismo profesional. Hay una persecución contra los que buscamos la verdad. Nos hemos vuelto objetivos peligrosos para el poder. Cuando hay una institucionalidad tan débil, distorsionada y corrupta, la población se aferra a la prensa. El periodismo es el último umbral para la búsqueda de verdad. Una trinchera que permanece activa, aunque con muchas dificultades. El poder que rechaza los controles está empecinado en desacreditar y enlodar a quienes exponen sus abusos.

¿En sus años de trabajo, vio casos similares a lo que le toca vivir ahora?

I: Me tocó investigar casos muy parecidos a lo que vivo ahora. Los investigué pensando que me podía pasar a mí y el tiempo me dio la razón. Nada de este proceder de tomarme de rehén, de recibir un trato desigual, de padecer los efectos de la “cancha inclinada”, me resulta novedoso. Lo vi muchísimas veces. Lo novedoso es el avance contra el periodismo, con el agravante de mi condición de mujer y de mi pertenencia a una minoría sexual. Hay una serie de odios y de intolerancias que confluyen hacia mi persona.

¿Cómo ve reflejado estos odios?

I: El periodismo crítico es ejercido por varios colegas en Tucumán, pero la mirada está puesta en mi persona. Reúno calidades que a los enemigos de la prensa libre les parecen particularmente inadmisibles. En esta sociedad, ser mujer y no tener miedo es un pecado. Hay una especial aversión hacia las mujeres libres.

¿Tiene miedo de las derivaciones que pueda tener estos ataques?

I: Los seres libres no podemos tener miedo. El no haber tenido miedo me llevó al lugar donde estoy. Mi rebeldía ante la injusticia y el ejercicio abusivo del poder, y mi pasión por el periodismo son las razones que explican mi criminalización. Quieren darme un castigo que sirva para disciplinar a otros que tengan la misma actitud de rechazo hacia estos órdenes corrompidos, anarquizados, opresivos y negadores de la democracia. Soy una convencida de la lucha por la justicia y la verdad, y estoy ante una nueva oportunidad para desplegar esa convicción. Tarde o temprano habrá una reivindicación para el periodismo profesional, y las libertades de prensa y de expresión, aunque eso implique trabajo, paciencia y también soportar escarnios, como el que me tocó soportar al ser imputada. En ese acto, la fiscala decidió no indagarme y me imputaron hechos que no son delitos. Adicionalmente se blindó el edificio y se negó el acceso a la prensa, y yo fui vigilada como si fuera una terrorista.

¿Cómo cree que seguirá la causa?

I: No sé qué harán. Todo me parece tremendo. Que mantengan la causa abierta y que la cierren. El daño está hecho. Hay una evidente responsabilidad del Estado en lo ocurrido y es muy grave que la Justicia se esté prestando a esta aventura. Me intriga saber cómo resolverán esto. Es posible que traten de sacarse de encima la causa y de dejarla morir, como ya sucedió tantas veces. Todas las posibilidades me parecen igualmente nefastas. Mientras a mí me ponían tres policías para custodiarme, la inseguridad arreciaba en otros lados. Mientras hubo todo un operativo del Ministerio Público Fiscal de Tucumán para imputarme, dejaron de atender hechos ilícitos alarmantes. Se distrajo recursos para la mentira y se dejó de investigar la verdad. Es un sistema con prácticas mafiosas que está desnudo, pero su desconexión con la sociedad y con la realidad es gigantesca.

¿Es pesimista sobre la situación de la justicia en Tucumán?

I: Hay sectores de la Justicia que están contaminados. Hay otros que tienen dignidad, decencia y tratan de dar un servicio público. Es cierto que los sectores que arruinan y afean el Poder Judicial están instalados hace tiempo y en áreas decisivas, que son las de mayor interés y exposición pública. Siento que aquí, de diferentes maneras, se crearon estructuras que desnaturalizan y desacreditan a los tribunales. A la larga, nunca esto termina bien. Las instituciones deben responder a las bases sociales que las justifican. Desde ese punto de vista, no soy optimista. Se desoyen todas las señales de alarma y se han naturalizado las anomalías. Pero sí me parece que la lucha por la justicia es una lucha que viene desde siempre. Es lo que nos toca a los ciudadanos. No debemos conformarnos con una mueca de justicia, tenemos que tener una justicia con la máxima calidad. Es la batalla que nos cabe en este panorama desolador. Sin justicia no se puede vivir en sociedad.

¿Siente que no hay división de poder entre el poder político y el poder judicial?

I: Lamentablemente en Tucumán no se distinguen los límites entre el Poder Judicial y el poder político. Que esto no ocurra no significa que estemos condenados al califato. Debemos batallar para que haya independencia judicial y que el poder tenga los límites dispuestos en la Constitución. En ese sentido soy optimista. Me parece que hay una sociedad muy despierta que no se come los amagues, que se da cuenta del daño que está haciendo este poder descontrolado y salvaje, como lo llamó Luigi Ferrajoli. El caso de Paola Tacacho fue muy revelador. Cualquiera de nosotros podría ser Paola Tacacho. Esos descensos hacia el infierno nos hacen ver la necesidad de una justicia creíble y sólida hasta para las mínimas tareas, como la de frenar un acoso tan burdo como el que sufrió Paola Tacacho durante años y que terminó por matarla.

En este contexto: ¿las movilizaciones de familiares de víctimas de impunidad exigiendo justicia le parecen positivas?

I: Me parece tristísimo que las personas que sufren un delito luego tengan que ponerse la capa de héroe o heroína, e implorar y rogar justicia. Sin duda son nuestros nuevos ejemplos y modelos. En una sociedad tan desilusionada de su dirigencia, tan sola en sus problemas ante tantos liderazgos caídos, estas personas nos muestran un camino de lucha al no contentarse con un orden injusto.

Su situación derivó en un amplio apoyo. ¿Cómo lo toma?

I: Me sorprendió esa reacción y la celebro porque proviene de la comunidad a la que yo serví. Todo mi periodismo lo hice pensando en ciudadanos libres que quieren tener la mejor información para tomar buenas decisiones. Que esos ciudadanos, ante mi criminalización, se expresen y me respalden, es una hermosa caricia en este páramo. Es un alivio que la gente reconozca el servicio que brindé y brindamos en La Gaceta. También creo que por esa razón la acusación empezó a “recoger la soga”. Ahora aparece más recortada. Se va desandando el camino transitado, pero con mentiras.

¿Qué medidas tomará hacia adelante?

I: Me pintaron los dedos con los que escribo. Me parece que tiene un significado simbólico muy fuerte. En democracia nunca vi que haya pasado algo así. Este daño está hecho y no se puede revertir. La imagen es disciplinadora y el mensaje es claro. Creo que en el momento en el que haya una mínima racionalidad, esta denuncia falsa se caerá. Pero insisto en que eso no podrá recomponer el perjuicio ya causado.

¿Algo más para agregar?

I: Quiero agradecer a Prensa Obrera por la entrevista. También a los colegas que han advertido que el ataque que padezco es en realidad un ataque hacia el oficio que ejercemos. Me parece fundamental que el periodismo profesional esté unido para repeler estas agresiones. También a La Gaceta, que tomó la decisión de acompañarme y estar a mi lado en circunstancias donde se pretende aislarme y tratarme como una delincuente. Me siento muy respaldada por el medio de comunicación en el que trabajo y en el que publiqué estas investigaciones que tanto irritan al poder.