El espejismo de Cavallo
Refutación del “Plan Brady”
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El autor del “Plan Brady”, secretario del Tesoro norteamericano, acaba de declarar que México, Chile y Venezuela “superaron la crisis de la deuda" y que lo mismo habrá de ocurrir con todas las naciones latinoamericanas que sigan ese camino (La República, 14/10). El banquero—funcionario admitió que se trata de un proceso “dramático”, pero nada indica que con ello se refiriera a la espantosa secuela de hambre, desnutrición, cólera, analfabetismo y desocupación que soportan sin excepción todas las naciones de la región, empezando por las señaladas por Brady.
Brady afirma que la renegociación de la deuda en los últimos dos años ha permitido reducirla en 26.000 millones de dólares. Pero no dice que para lograr esta disminución de la llamada “deuda vieja" México, Venezuela y Chile tuvieron que contraer “deuda nueva”, en forma de títulos de libre negociación, en condiciones más duras.
En lo que se refiere a la cancelación de deuda externa a través de las “privatizaciones”, no se disminuye para nada el pasivo del Estado en razón de que éste es obligado a “sanear” las empresas que privatiza asumiendo sus pérdidas las deudas que hubieran contraído. Como resultado de estas subvenciones la deuda externa total de Chile, por ejemplo, luego de bajar de 17.000 a 14.000 millones de dólares, volvió a subir a cerca de 21.000 millones de dólares, en tanto que el Banco de Chile debe cargar con las carteras incobrables de los bancos oportunamente “saneados" por Pinochet. El total de la deuda externa latinoamericana subió un 3%, hasta 432.000 millones de dólares.
Nicholas Brady sostiene que Chile, México y Venezuela son “admirables ejemplos" de “reformas económicas exitosas”, que fueron premiados con “anuencias" masivas de capital. Pero no se trata de inversiones productivas a largo plazo, sino financieras, es decir de deuda externa. Esta “afluencia” ha “premiado" a toda América Latina, con o sin Brady, como lo demuestra el boom de la Bolsa de Sao Paulo en medio de la hiperinflación. Los capitales financieros están obligados a invertir en los bajos y riesgosos papeles latinoamericanos con la esperanza de obtener beneficios extraordinarios que les compensen las pérdidas que están sufriendo con sus negocios en el primer mundo. En el reciente balance trimestral del Citibank, donde se registra una pérdida de casi mil millones de dólares, las cuentas en Brasil y Argentina reflejan grandes ganancias. La renegociación de la deuda es por lo tanto una necesidad de los bancos, no de las economías latinoamericanas.
Este excedente internacional de capitales que se aplica a América Latina es en gran parte ficticio, porque corresponde a empresas cuyas pérdidas superan o están por superar su capital declarado. Se valen, para especular, de préstamos que les son otorgados a cambio de fuertes hipotecas. Para facilitar este mecanismo, el Banco Central norteamericano está prestando a los grandes bancos a menos del 5% anual, dinero que es re-prestado por éstos al 11 y 20% al año. El rescate de los pulpos en crisis y la especulación latinoamericana se apoya en una deliberada inflación.
Esta creación inflacionaria de capital explica que los títulos de la deuda latinoamericana se hayan revalorizado en los últimos meses, a pesar del incremento general de la deuda y el mayor riesgo de incobrabilidad que entrañan. Las Bolsas de mayor crecimiento internacional en lo que va del año son las de Argentina, Brasil, Chile y México. Los capitales internacionales aprovechan la desvalorización general de empresas, títulos y propiedades que produjeron las hiperinflaciones en la región para apoderarse por sumas irrisorias de recursos valiosos, fundamentalmente del Estado, esto porque el capital privado nacional ha visto “protegido” su “derecho de propiedad” por formas diversas de acción estatal.
Rescate de los bancos, recurso comercial
Brady afirma que se “superó la crisis" porque cree que esta nueva política especulativa ha salvado a los bancos o habrá de hacerlo—el secretario no está pensando en la salvación económica de América Latina. Pero la supervivencia de los bancos está amenazada no solo por los incobrables préstamos latinoamericanos, sino por toda una montaña de créditos irrecuperables otorgados a monopolios y especuladores de los propios países imperialistas. El "plan de Brady” es una operación de cosmética contable: al reemplazar “deuda vieja" clasificada como incobrable, por "deuda nueva" que no tienen esta clasificación, el “plan” maquilla los balances y hace aparecer, como alquimista antiguo, en lugar de una pérdida un beneficio. Lo que se presenta como una contribución de los bancos hacia la región es una medida de socorro a los usureros, transformando “viejas" deudas por “nuevas", mediante acuerdos que gozan de renovadas garantías estatales. Estas “recompras" y “reconversiones” de la deuda le facilitan a los bancos una revalorización artificial de sus préstamos morosos y la consiguiente postergación de la contabilización de sus pérdidas. Esto también les permite aumentar sus reservas para hacer frente a otros créditos irrescatables.
Brady afirma que con estos artilugios se “supera la crisis”, pero no explica por qué a partir de ahora los deudores latinoamericanos podrán cumplir con sus compromisos financieros. Los “admirables ejemplos” de Chile o México no demuestran nada, porque pagan con nuevos préstamos, lo mismo está haciendo Cavallo, quien paga Bonex, etc., con préstamos colocados en Londres por la banca Morgan. En México y en Chile la deuda interna se ha disparado, lo que obliga a destinar una porción creciente del gasto público al pago de sus intereses. Pero como el “plan Brady" exige además de las finanzas públicas “superávit fiscal” corriente (para mantener al día los pagos de intereses), en toda América Latina se han institucionalizado definitivamente los “tarifazos”, "impuestazos”, atropellos al empleo público, a las finanzas provinciales y a la salud y la educación popular.
Brady dice en cambio que Brasil, Chile y México han sido receptoras de “9.000 millones de dólares en nuevos flujos financieros y 11.000 millones de dólares en inversiones directas”. Pero estos fondos no son donaciones sino préstamos, y llama inversión directa a la compra de empresas estatales con títulos desvalorizados y a la inversión de los beneficios extraídos de estas empresas; por eso no aclara dónde fueron destinados ni tampoco cuánto costará devolverlos. Bastaría una repetición de los bruscos aumentos de tasas de interés que predominaron en la última década para que se declare la incobrabilidad del nuevo endeudamiento. Y este aumento de la tasa de interés va a ocurrir inevitablemente como consecuencia de la caída de los beneficios en el "primer mundo”, el déficit fiscal y comercial norteamericano, y la inflación que está provocando el Banco Central norteamericano (y el gobierno alemán, que subsidia a sus capitales en el lado oriental).
La “afluencia de capitales" que el banquero identifica sin ningún fundamento con inversiones, se refiere también a la financiación del gran aumento de importaciones que está soportando América Latina, en especial de EE. UU. La “deuda nueva" para comprar exportaciones norteamericanas permite a Estados Unidos descargar parte de su sobreproducción en los mercados cautivos de la región y achicar su desequilibrio comercial. El “Plan Brady" ha sido vital para provocar la disminución del superávit comercial de Latinoamérica de 30.000 a 12.000 millones de dólares en 1990, fundamentalmente aumentando en casi 20.000 millones de dólares las importaciones. También por esta razón los préstamos afluyen indiscriminadamente a países desigualmente calificados en el ranking de los banqueros como son México, Argentina y Brasil. El primero está soportando un violento aumento de su déficit comercial y los segundos se encaminan rápidamente hacia el mismo destino. Este desequilibrio demuestra que el “Plan Brady” no puede superar la contradicción entre el fomento de mayores ventas y el estrangulamiento financiero de los países “compradores”. El aumento del déficit comercial por otro lado, vacía las reservas en divisas de los deudores y los empuja a la imposibilidad de pagar los intereses de esta hipoteca.
“Privatizaciones explosivas”
Para “reconvertir” su deuda, los “admirables ejemplos" de Venezuela, Chile y México tuvieron que apretar el acelerador de las “privatizaciones". Las “reformas económicas" que tanto alegran a Brady son el mecanismo de los bancos para apropiarse de los recursos lucrativos de estos países y preparar el asalto al botín más preciado: el petróleo en los dos primeros casos y el cobre en la nación trasandina.
Pero si las “privatizaciones” solo sirven para aportarle al Tesoro los fondos de urgencia que necesita para pagar intereses de la deuda sin reducir su monto total — como está ocurriendo actualmente en la Argentina—, el país queda saqueado, se va quedando sin patrimonios que respalden su hipoteca. Si ya en la actualidad el valor de los bienes que garantizan la deuda es muy inferior a ésta, a medida que se agoten las “privatizaciones" esta desproporción se tornará explosiva. La liquidación de los segmentos más lucrativos de las empresas públicas debe acentuar la crisis de la deuda.
La crisis se vuelve incontrolable y afecta al conjunto de las economías nacionales una vez consumadas las transferencias de servicios que los nuevos propietarios encarecen y empeoran invariablemente.
Brady afirma que la deuda “ha quedado claramente atrás”, pero se contradice inmediatamente al reconocer que la subsistencia de intereses atrasados impagos es el obstáculo central para que Argentina, Brasil o Ecuador cierren un acuerdo de renegociación con los bancos. Tampoco dice que por haber reiniciado la corriente de estos pagos, Brasil empezó a perder vertiginosamente reservas en los últimos meses y ha recaído por eso en la devaluación, la fuga de capitales y la estampida inflacionaria. Cavallo presume sin ningún argumento serio que la situación argentina es diferente, cuando tiene enfrente el espejo de la potencial pulverización de su plan de convertibilidad, si no logra que los bancos compensen con un gran crédito especial la fuerte erogación de divisas que impondrá el ingreso al "Brady” (pago de los intereses atrasados). A todos los que repiten con Cavallo que “habrá estabilidad en los próximos 10 años” les convendría observar la crisis en Brasil (corrida cambiaria, caída de la Bolsa y de los títulos públicos).
Como ya es habitual los Brady y los Cavallo desmentirán mañana lo que afirman hoy, cuando la “superada” crisis de la deuda vuelva a primer plano. La deuda sólo será superada efectivamente cuando los trabajadores en el poder pongan fin al parasitismo de los usureros, y al cobro de la fraudulenta hipoteca que padecen los únicos creadores de la riqueza latinoamericana.